Me pongo en contacto con ustedes para consultarles algo que me está empezando a preocupar. Mi hija de 11 años es una niña de sobresaliente en prácticamente todas las materias y un comportamiento bueno tanto en casa como en el colegio.
Este verano comenzó a no dormir bien. Si yo me dormía antes que ella, no conciliaba el sueño. Me repetía una y otra vez “mamá, duérmete tarde”. Enseguida le tenía que contestar yo: “no te preocupes cariño que me duermo tarde”. Ese diálogo se podía repetir 5-6 veces. Traté el asunto hablando con ella y explicándole que eso no tenía sentido, pero no surtió efecto. Con enfados, tampoco. Hasta que un buen día, después de haber hablando bastante sobre el tema, empezó a no hacerlo. Llevamos un mes que ya no lo hace. Sin embargo, lo ha sustituido por “si me pasa algo con las amigas, te lo cuento”. “Por supuesto. Y además es lo que quiero, que me cuentes todo lo que te pase, no solo si discutes con una amiga”. Pues todos los días, al despedirnos cuando le llevo al colegio, me lo tiene que decir varias veces porque, según me cuenta, si no lo hace no se queda a gusto. No sé si es inseguridad, ansiedad o a que se debe este raro comportamiento. Les agradecería mucho si me pudieran orientar.
Eva López
Este tipo de comportamientos en adolescentes es finalmente banal en la mayoría de los casos, pero no siempre. Son, efectivamente, inseguridades que suelen desaparecer en un tiempo variable. A veces, sin embargo, deben ser objeto de consideración. La cuestión fundamental es conocer el tipo de inseguridad que ocasiona esas conductas. Con los datos disponibles solo cabe hacer suposiciones.
En principio un evento traumático mayor se hubiese notado, por ello en primer lugar pensemos en un trauma menor como por ejemplo un rechazo por parte de alguien significativo para ella, problemas leves de autoestima, sentirse inhábil socialmente o para cualquier otra cosa tal vez sentirse diferente de las demás o algún temor más o menos justificado. Cosas de este estilo pueden corregirse, en los casos no graves que son afortunadamente la mayoría, si los consejos y el apoyo son trasladados al actuar en la vida ordinaria.
Sin embargo, también cabe pesar en problemas más profundos, por eso en segundo lugar llamaría la atención sobre la sintonía afectiva y el sentimiento de apego.
Apego inseguro
Aunque es poco probable en este caso, supongámonos una situación patológica como pretexto para exponer algunas ideas que tal vez puedan ser útiles. Cuando la sintonía afectiva falla se produce lo que se llama «apego inseguro» el cual puede durar el resto de la vida y los sentimientos de inseguridad que ocasiona pueden generalizarse a todas las personas, en especial a las que tengan cierta proximidad dentro del ámbito de la intimidad del sujeto.
A partir de cierta medida esta situación de desconfianza crónica crea vulnerabilidad para la enfermedad mental además de producir distorsiones en la capacidad cognitiva. Se trata de personas que van por la vida empleando su tiempo y sus energías en protegerse y en defenderse de peligros más imaginarios que reales que buscan y exigen la seguridad que les falta a la personas que encuentran. Si la inseguridad es grave, como ocurre a menudo con los niños abandonados, atacan a la gente que les ama en un intento de asegurarse de que su amor es fiable ya que, si es así, suponen que resistirá sus agresiones. Generalmente consiguen ser abandonados una y otra vez lo que incrementa su inseguridad.
Aunque los problemas de esta niña son seguramente leves merece la pena observar si de una manera más sutil hay analogías con los mecanismos descritos. Si es así, convendrá asegurar la confianza demostrando con palabras y hechos tanto que puede confiar en nosotros como que confiamos en ella.
En tercer lugar, son frecuentes en la adolescencia los problemas relacionados con el afianzamiento de la identidad personal. Es verdad que la identidad se relaciona con cómo nos vemos a nosotros mismos y con cómo somos vistos por los demás, también se fundamenta en nuestras creencias actitudes y aptitudes, en nuestras aspiraciones y metas y en nuestra propia biografía. Sin embargo el punto crucial de los problemas de identidad suele estar en el sentimiento de ser dueños de nuestras intenciones y en el sentimiento de agencia. La capacidad de agencia está relacionada con la intención pero va más allá. «Agencia» es, según Russell , hacer por uno mismo, autorregularse y ser capaz de cambios en la configuración de nuestros esquemas de interpretación y de representación mental para mejorar nuestra adecuación a la realidad.
La capacidad de agencia es el origen de la decisión y de la acción y nos hace sentirnos propietarios de nosotros mismos. Las acciones fruto de las decisiones no sólo son físicas sino también internas: el pensamiento es una forma de acción. Mediante la capacidad de agencia estructuramos nuestra experiencia seleccionando la información según nuestras intenciones. La experiencia mental de voluntad es una experiencia de agencia en primera persona. Incluso el percibir está condicionado por la actitud del sujeto agente: “miro según mi intención al mirar”. En ello no hay ni pura voluntad ni puro conocimiento sino la integración de ambos.
Unidad de la mente
Para estructurar la información y darle sentido creamos “modelos mentales” que guían nuestras acciones y que son un compromiso entre verdad, representación mental, intenciones, deseos y esperanzas. Desde el modelo mental a los resultados prácticos hay siempre un camino que recorrer. Cada modelo mental o creencia se ha de insertar en una estructura mental activa orientada a un fin para producir acción. Estas estructuras mentales activas relacionan de los medios con los fines, permiten la decisión y la ejecución de las intenciones. Sin ellas el sujeto, incluso estando motivado, permanecerá pasivo.
A veces encontramos pacientes en los que otras personas han sustituido su capacidad de agencia, construyen su mundo mental y sustituyen su voluntad. Si esto llega a cierto grado la persona se convierte entonces en ajena a si misma. Está enajenada o alienada, que etimológicamente significa lo mismo. Todos sufrimos esto en alguna medida pero, o resistimos con recursos mentales sanos, o no lo sufrimos con intensidad suficiente para que nos enajene. “La bufanda es lo que me pone mi mamá cuando ella tiene frío” decía en una viñeta Guille el personaje del dibujante Quino. Seguramente esto ocurre continuamente, pero lo importante es que la madre de Guille ignora a Guille: ignora sus sentimientos, deseos y opiniones y al hacerlo comete lo que se ha llamado “un acto de no existencia” contra Guille. Para ser competente en relacionarse con los demás es necesario tener sentimiento de agencia. No podemos entender al otro sin la propia experiencia de agencia. ¿Por qué hacen y dicen lo que hacen y dicen los demás? Esta pregunta queda sin respuesta en muchos sujetos con un sentimiento de agencia defectuoso, por lo que a la larga renuncian a la comprensión del mundo social haciéndoles aún más vulnerables a la enajenación.
La “agencia” da unidad a la mente, nos hace sentirnos propietarios de nosotros mismos y nos permite amar a los demás sin miedo a ser anulados en la relación. Conducir la propia vida es contrario a la enajenación. Por ello la salud mental necesita una correcta incorporación y elaboración personal de modelos mentales y creencias que den sentido a la propia vida.
La niña por la que se consulta tiene 11 años. Seguramente está pasando un periodo de inseguridad por causas que desconocemos. Es normal que busque el apoyo de su madre, pero sea cual sea su problema, necesitará tanto “apegos seguros” como desarrollar una adecuada capacidad de agencia que le ayude a establecer una identidad madura.
Jorge Muñoz Ruata
Doctor en Medicina.
Especialista en Psiquiatría.
Experto en Autismo.