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Curiosidad infantil: nunca es demasiada

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La curiosidad es una excelente aliada del aprendizaje. Cuando el niño siente curiosidad por algo se produce una emoción que facilita el conocimiento. ¿Cómo podemos fomentar que sea curioso?

 

Por Terry Gragera

Aunque a veces no tiene demasiada buena prensa, la curiosidad es una muy buena virtud, no solo en el ámbito académico sino también en la vida. “La curiosidad nos lleva a cuestionar las cosas, a buscar las preguntas adecuadas para descubrir las mejores respuestas. Al ser curioso vives la vida con pasión, enfrentándote sin desfallecer a los retos. Las personas curiosas suelen ser también muy adaptables, coherentes, comprometidas, creativas, entusiastas, imaginativas y perseverantes”, enumera Salvador Rodríguez Ojas, pedagogo, responsable de El Blog de Salvaroj y autor del libro La educación que deja huella.

De la misma opinión es Ingrid Mosquera, profesora adjunta de la Facultad de Educación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y especialista en Didáctica, Metodología y TIC: “La curiosidad implica un interés constante por aprender, una voluntad de descubrir y una capacidad de sorprenderse por cosas nuevas, disfrutando de la vida a cada paso. Una mente curiosa es una mente activa, un aspecto muy sano en nuestro día a día. La curiosidad nos permite ser personas cultas, preparadas, con criterio propio, con una personalidad marcada que no se deja llevar por opiniones ajenas infundadas. La curiosidad nos ayuda a reflexionar, a sentir empatía, a escuchar y a pensar antes de hablar”, destaca.

Ser curioso en el aula

Un escolar curioso es un niño que parte con ventaja en el colegio. “Cuando un alumno siente curiosidad, tiene una voluntad activa de descubrimiento, quiere buscar respuestas o soluciones, no espera a que le enseñemos, él mismo buscará la información. La curiosidad abre el camino a la formación continua y a la autonomía del alumno. Incluso hay estudios que indican que la química de nuestro cerebro se transforma cuando sentimos curiosidad, estando más receptivos para el aprendizaje”, señala Ingrid Mosquera. Por su parte, Salvador Rodríguez Ojaos destaca cómo “cuanta más curiosidad haya, más aprendizaje significativo y mayor crecimiento personal se producen en el alumno”.

Pero ¿es compatible ser curioso con los programas académicos establecidos? “En el aula, en algunos casos, puede ser complicado para los docentes domar la curiosidad porque cualquier cosa puede hacer que los niños se dispersen o no quieran cambiar de tema. Pero debemos buscar el modo de que puedan seguir trabajando en él, aunque sea mediante un proyecto, un vídeo o algún tipo de propuesta en la que puedan dar rienda suelta a su curiosidad y deseo de aprender. El problema no es la curiosidad sino saber gestionarla”, explica la profesora de la UNIR.

Hay niños más curiosos que otros, pero, en todo caso, la curiosidad se puede despertar y fomentar. Estos son algunas de las recomendaciones que ofrece Salvador Rodríguez Ojaos para ello: 

  • Plantearles retos y desafíos relacionados con la vida cotidiana.
  • Enseñarles a formular preguntas y no a memorizar respuestas.
  • No castigar el error sino considerarlo un paso más hacia el éxito.
  • Incentivar las respuestas disruptivas para que miren a la realidad desde distintos puntos de vista.
  • Hacerles partícipes y responsables de su aprendizaje.

Además, Ingrid Mosquera añade estas otras aplicables en el aula:

  • Utilizar metodologías activas, como el aprendizaje por proyectos o los espacios maker.
  • Conectar las asignaturas con la realidad, incluso contando con algún invitado que imparta una charla .
  • Hacerles muchas preguntas a los alumnos y fomentar el pensamiento crítico.
  • Promover un ambiente reflexivo, de debate y de diálogo abierto.

 

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¿El niño curioso nace o se hace?

  • “Los niños son inconteniblemente curiosos desde el nacimiento. Lo lamentable es que esa capacidad se va perdiendo como consecuencia de una educación académica más basadas en las calificaciones que en el aprendizaje.
  • No se trata de convertir la escuela en un lugar donde los alumnos hagan lo que quieran, en un espacio sin normas… sino en una educación que no solo tenga en cuenta los contenidos sino también la curiosidad, la emoción, la formación del carácter y la creatividad”, destaca Salvador Rodríguez Ojaos.
  • Por su parte, Ingrid Mosquera reflexiona: “El contexto familiar, el social y el educativo influirán en que podamos desarrollar más o menos nuestra curiosidad. Hay que tener cuidado y no educar matando la curiosidad y la creatividad de los más pequeños”.

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