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Disciplina positiva: convertir el error en un aprendizaje

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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ADRIÁN CORDELLAT
La disciplina positiva ha cogido impulso en España en el último lustro, casi un siglo después de que Alfred Adler y su discípulo Rudolf Dreikurs (padre de la Educación democrática) pusiesen las bases de una idea educativa a la que décadas más tarde darían forma definitiva las psicólogas Jane Nelsen y Lynn Lott.
Para Marisa Moya, maestra, psicóloga y entrenadora en Disciplina Positiva, ésta implica “una manera de organizar la vida, de mejorar el trato humano, de educar desde el afecto y la firmeza a la misma vez, no unas veces siendo amables y otras firmes, que es lo que solemos hacer los educadores”. Según Moya, en la disciplina positiva el mensaje de amor hacia los niños “debe ser incondicional y debe llegar siempre”, de forma que usemos las estrategias que usemos el niño sienta “que se confía en él, que está siendo apoyado, que es entendido y que va a ser ayudado”.
Para Bei M. Muñoz, que imparte cursos sobre disciplina positiva y la aplica indistintamente en el aula con sus alumnos (de momento en prácticas) y en el hogar con sus hijas, la Disciplina Positiva no deja de ser una forma más de llegar a la Educación respetuosa: “ni es la única ni es la mejor, pero es con la que yo me siento más cómoda para explicar lo que siento a padres, educadores y alumnos”, afirma. Según la experta, el hecho de ser una metodología vivencial, práctica y con unas bases muy sólidas, hace que sea “muy fácil de asimilar”. Llevarla a la práctica en el día a día, no obstante, reconoce que “no es tan sencillo porque estamos muy condicionados por nuestras creencias limitantes y nuestra propia infancia, pero al menos la base, el camino a seguir, está claro”.
Para Marisa Moya, el primer y fundamental pilar de la disciplina positiva “es el principio de la búsqueda de conexión”, que tiene el respaldo de los últimos descubrimientos en neurociencia. Según la experta, tenemos un cerebro social y gregario de forma que la finalidad de todo comportamiento que llevamos a cabo “siempre va a ser una búsqueda de conexión que engloba dos conceptos: el sentimiento de pertenencia y el sentimiento de contribución o interés social”.
valorar el respeto
El segundo pilar sería el de respeto mutuo, que según Muñoz “deriva del equilibrio entre la amabilidad y la firmeza”, que debe garantizar que todas las relaciones se dan en un entorno en el que no tienen cabida el miedo o la culpa, sino el respeto y la dignidad. En tercer lugar Marisa Moya señala la importancia de pensar en la eficacia a largo plazo. “No nos interesa resolver el problema de cualquier manera si esto es a costa de que el niño pierda la confianza en el adulto o en sí mismo”, argumenta.
Si estos tres primeros pilares son firmes, el cuarto, que hace referencia al desarrollo de habilidades socioemocionales, tendría, según la entrenadora en Disciplina positiva, muchas posibilidades de tener éxito ya que se garantizaría el abordaje de los problemas “de una forma en la que el niño vea en el adulto una persona que le respeta, que no le amenaza, que mantiene la conexión pese a las circunstancias”. En ese sentido, Moya destaca “el valor de la calma en el conflicto”, ya que la calma de los niños proviene de la calma del educador: “Hay que mostrar a los niños con calma y seguridad cuáles son las alternativas que existen, enfocando en soluciones, buscando acuerdos, generando situaciones que se resuelvan ganando todos”. Y por último, según Marisa Moya, estaría la capacitación infantil a través del aliento. Una capacitación que no consiste en decirle a los niños que son capaces, en alabarlos de forma gratuita, sino en conseguir “que ellos puedan sentir que el valor lo llevan dentro, que pueden influir y modificar las situaciones, que pueden valorar los errores con tranquilidad”.

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