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En verano, ¿deberes o desconexión total?

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Por Adrián Cordellat

De la misma forma en que cada mes de septiembre, con el inicio del curso, se retoma el debate sobre la conveniencia o no de que los niños tengan deberes, con la llegada del verano y del calor se avivan las llamas de otro tema educativo sumamente polarizado: ¿deben tener los niños deberes para el verano o, por el contrario, deben disfrutar al 100% del tiempo libre?

 

Para Pedro José Caballero, presidente de la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (Concapa), los deberes, “siempre que sean coordinados con los profesores, acordes al nivel educativo del niño, y más o menos consensuados, son necesarios en verano”, ya que en su opinión las vacaciones estivales son largas y en ellas “hay tiempo para todo, no solo para el ocio”. En ese sentido, entiende que en el caso de niños de Infantil y Primaria ese tiempo para deberes debe oscilar entre los 30 y los 45 minutos al día. Un tiempo que se podría alargar hasta la hora y media en el caso de alumnos de ESO y Bachillerato.

 

No comparte esa opinión Catherine L’Ecuyer, investigadora y divulgadora de temas educativos y autora del best seller Educar en el asombro, para la que “en Infantil, que es la etapa del juego desestructurado, no del aprendizaje formal, nunca tiene sentido hacer deberes en verano, ya que ni siquiera tiene sentido hacerlos durante el año escolar”. Opina L’Ecuyer que en el caso de alumnos de Primaria y Secundaria estos refuerzos podrían tener sentido “si el niño tiene alguna dificultad objetiva” como forma de “ayudarle a recuperar la autoestima perdida como consecuencia de siempre ir atrás de los demás niños”.

 

Pedro José Caballero: «Las vacaciones estivales son largas y en ellas hay tiempo para todo, no solo para el ocio”

¿Se pierde el hábito de estudio?

 

Uno de los argumentos más utilizados por los partidarios de los deberes durante las vacaciones de verano es el que se refiere a la necesidad de no perder el hábito de estudio consolidado durante los nueve meses del curso. “Intentamos buscar la calidad educativa y eso pasa en periodos largos de vacaciones por tener una continuidad con lo que se ha hecho durante el curso; si no se crea una brecha que después cuesta cerrar”, reflexiona Pedro José Caballero.

 

“El argumento del hábito es absurdo”, responde por su parte Catherine L’Ecuyer, que se pregunta de moto retórico si se hace trabajar a los profesores en verano para que no pierdan el hábito de dar clases. “Las cosas se hacen porque “tienen sentido”. Cuando tiene sentido hacer deberes se hacen y cuando no lo tiene no se hacen”, explica la experta, que argumenta que el colegio “no puede ocupar todo el tiempo de la vida del niño”.

 

L’Ecuyer: «En Infantil, que es la etapa del juego desestructurado, no del aprendizaje formal, nunca tiene sentido hacer deberes en verano, ya que ni siquiera tiene sentido hacerlos durante el año escolar”

 

¿Qué hacer en verano?

 

Desde Concapa pretenden que los tiempos muertos del verano constituyan “una forma alternativa de compensar la ausencia de clases”. En ese sentido, dentro del concepto de “deberes de verano” entrarían los libros de vacaciones, los talleres educativos, el teatro y “todo aquello que es ocio alternativo, responsable y educador”. Pero, sobre todas las cosas, estaría la lectura comprensiva, que es la principal apuesta de la confederación por los deberes veraniegos: “hemos comprobado en muchos centros que hay una ausencia total de lectura comprensiva que luego se refleja en los exámenes, en las faltas de ortografía, en la forma de escribir y de expresarse de los niños”, afirma su presidente.

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También la lectura se incluye en el listado de actividades veraniegas de Catherine L’Ecuyer, que a esa recomendación une la apuesta por la naturaleza en detrimento de los parques temáticos, por la realidad en contraposición a las pantallas, y por lo que ella denomina “menos montaje y más tiempo en familia”, ya que en su opinión durante las vacaciones nos invade una necesidad de actividad exagerada que hace que volvamos de ellas agotados y sin haber tenido tiempos de intimidad con nuestros hijos.

 

“El verano es un tiempo para descubrir, no para llenar casillas en una libreta. En ese sentido, lo que sí sería una verdadera lástima es que los niños acaben las vacaciones sin haber pisado un charco, contado las estrellas, subido un árbol, adivinado las formas que hacen las nubes, sin haber enterrado las piernas en el arena de la playa, sin haber escuchado el agua correr en un río… Y todas esas cosas las tienen que hacer con sus padres, con sus hermanos”, ejemplifica L’Ecuyer, que abogar por dejar de obsesionarse con la dimensión cognitiva del alumno e “invertir más tiempo en hacer que los niños se sientan amados incondicionalmente” a través del regalo de lo que, según ella, son los tres bienes más preciados que tenemos: “nuestro tiempo, nuestra atención y nuestra ternura. Esa la mejor escuela de verano a la que pueden asistir nuestros hijos”.

 

La responsabilidad de los padres

 

Y en todo este debate sobre deberes en verano sí o no, ¿qué responsabilidad tienen los padres? Porque como afirman los defensores de los deberes, no es de extrañar que ante la ausencia de éstos los niños acaben pasando horas y horas del verano sentados frente a la pantalla del televisor. “Tenemos toda la responsabilidad. Nosotros somos los primeros educadores de nuestros hijos. Si como padres no nos preocupamos por su educación, también en verano, malamente vamos a ayudarles”, explica Pedro José Cabellero.

 

L’Ecuyer: «El verano es un tiempo para descubrir, no para llenar casillas en una libreta. En ese sentido, lo que sí sería una verdadera lástima es que los niños acaben las vacaciones sin haber pisado un charco, contado las estrellas, subido un árbol, adivinado las formas que hacen las nubes, sin haber enterrado las piernas en el arena de la playa, sin haber escuchado el agua correr en un río…»

 

En la misma línea se pronuncia Catherine L’Ecuyer, que cita a Maria Montessori y a su concepto de “entorno preparado”: “Si el entorno que tenemos preparado para nuestros hijos está lleno de pantallas y no hay alternativas más interesantes, pues acabarán allí, sin duda. Y nosotros nos acabaremos convirtiendo en policías: “ahora no”, “solo 10 minutos más”, “deja la Play y ven a comer””. En ese sentido, la autora de Educar en el asombro concluye que “los mejores deberes que puede poner un colegio son para los padres, no para los niños”.

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