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Fin de curso: Suspenso en evaluación

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Las notas no lo cuentan todo. Pese a las sucesivas reformas y propuestas, los padres no han notado ningún cambio en la forma de calificar el rendimiento escolar de sus hijos.

Por Javier Peris

Es época de exámenes y a los padres no les sorprende la tensión en el hogar, en algunos casos la ansiedad y siempre la preocupación por las notas de los hijos. Nada parece haber cambiado desde que los mayores de la casa hicieron sus estudios de Primaria, Secundaria y Bachillerato y, sin embargo, en el ámbito pedagógico llevamos décadas cuestionando esta forma tan primitiva de evaluar el rendimiento escolar.

El único ejemplo de verdadero interés de las autoridades por romper esta dependencia de los exámenes fue también el más polémico. Los famosos ‘necesita mejorar’ y ‘progresa adecuadamente’ estuvieron vigentes en Primaria y Secundaria hasta 2006, cuando se volvió a la calificación numérica. Pero este debate no termina ni empieza aquí. Cruz Pérez, profesor de la Universitat de València y formador de docentes, advierte que “una evaluación diferente supone enseñar de manera diferente. Ahora se pide a los profesores educar en competencias, enseñar a aprender, usar métodos de coeducación…”. Se trata de un cambio de mentalidad muy compartido por los docentes pero que cuando se consigue trasladar a las aulas, algo que no siempre ocurre, no se refleja después en las calificaciones que llegan a los padres: “Al final- reconoce Cruz Pérez- el trabajo en grupo, por ejemplo, puede ser muy didáctico, pero hay que calificar personalmente y las notas sólo se refieren a medias”.

Otro aspecto que destaca este profesor es el reconocimiento de la diversidad por parte de los educadores y que, sin embargo, tampoco puede trasladarse a las calificaciones: “Enseñamos a niños con niveles de comprensión muy desiguales, algunos con síndrome de Down y otras limitaciones objetivas. Para un alumno de estas características obtener un 4 no significa nada, porque la media aritmética no nos sirve. Lo importante es que progrese, que alcance objetivos proporcionados a sus capacidades”. En el fondo, este argumento podría ampliarse a todos y cada uno de los miembros de un aula, y por eso las notas que califican sólo los conocimientos adquiridos se quedan tan cortas. Para ser más objetivos y justos en la evaluación del rendimiento académico Cruz Pérez propone la evaluación continua, calificar -de verdad- las competencias y, en definitiva, juzgar si el alumno “aprende a aprender”.

 

Padres sin información

Salvador Martínez Ruiz es profesor de ESO y Bachillerato de Griego y Cultura Clásica. Lleva 25 años dedicado a la docencia y… “en todo este tiempo no he notado ningún cambio en los criterios de evaluación”. Y no es por falta de voluntad política ni de los propios docentes: “Constantemente se nos dice que debemos evaluar no sólo los conocimientos sino también los procedimientos, las competencias…, pero nadie se ha parado a concretar estos objetivos ni, mucho menos, a trasladarlos al profesorado. No hay protocolos claros que podamos compartir y cumplir. Nadie se encarga de trabajar una didáctica de todo esto para el docente”.

Salvador Martínez reconoce que los padres son los que menos información tienen: “Incluso los alumnos son conscientes de que su actitud y su comportamiento influyen de una manera u otra en las calificaciones; los menores perciben que es justo que se premie el interés o la puntualidad, y que es injusto que lo contrario no tenga consecuencias”. A los padres, en cambio, sólo les llegan unas calificaciones numéricas y, con suerte, unos pocos comentarios.

 

Propuestas sin futuro

Si se quiere, se puede. No faltan propuestas de pedagogos para enriquecer la evaluación académica. Se propone, por ejemplo, castigar las faltas de comportamiento hasta con decimales: -0,2 las leves y -0,4 las graves; que las tareas de casa constituyan un porcentaje exacto sobre la calificación final (un 15%, por ejemplo); hacer lo propio con las actividades en el aula; reservar otro porcentaje para la actitud… Y por supuesto, mantener las pruebas de conocimientos adquiridos cuya valoración rondaría sólo 50% de la calificación final.

Otros expertos educativos añaden ‘escalas de metacognición’ (se gradúa el progreso en ‘aprender a aprender’) o los ‘diarios de aprendizaje’. Propuestas e ideas, buenas ideas no faltan, pero aún estamos lejos de lograr un consenso en el sector y, además se trata de un proceso complejo: ¿Deben ser los mismos métodos de evaluación para Primaria, Secundaria y Bachillerato? ¿Debe reservarse cada centro unos criterios propios que se ajusten a su proyecto educativo? ¿Pueden los docentes adaptarse a estos nuevos sistemas sin sufrir más carga de trabajo?

 

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Aprovechar las tutorías

  • Sí, se pueden enriquecer las evaluaciones académicas, pero siempre que sean comprensibles y útiles para los padres. Si en el boletín de calificaciones se puntúan competencias como la lingüística o la inteligencia emocional, los padres seguramente le van a sacar muy poco partido a esta información. Por eso son tan necesarias las tutorías.
  • En primer lugar, porque es la única manera de dotar de significado, por ejemplo, a la nota de Matemáticas: “Para un alumno con grandes capacidades -explica Salvador Martínez- un 8 puede ser una nota muy baja, mientras para un compañero suyo lograr un 4,5 puede suponer un gran avance que revela esfuerzo y capacidad de aprender”.
  • Y en segundo lugar, porque sólo en la tutoría se pueden entender esas competencias y conocimientos globales que influyen o deberían influir en las calificaciones de nuestros hijos. Amén de que un boletín que se consulta por Internet no puede extenderse mucho sobre cuestiones de comportamiento o de actitud, que también condicionan, aunque sea de manera subjetiva, las notas finales.

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