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Habilidades sociales para afrontar las demandas laborales del futuro

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Los conocimientos teóricos y técnicos siguen siendo importantes para los expertos en recursos humanos, pero junto a ellos ganan peso habilidades sociales como el optimismo, la capacidad de trabajo en equipo, la empatía, la asertividad o la resolución de conflictos. Habilidades que hay que entrenar desde la infancia para poder afrontar las demandas laborales del presente y del futuro.

Por Diana Oliver

Hasta hace relativamente poco, en un proceso de selección laboral, lo que se valoraba del currículo de los aspirantes eran los conocimientos y las aptitudes técnicas. Títulos académicos, másters y cursos de lo más variopintos se amontonaban en la presentación profesional de los candidatos que pasaban por los departamentos de recursos humanos. Hoy los conocimientos y la técnica siguen siendo importantes, pero los profesionales encargados de la gestión de personal en las empresas valoran cada vez en mayor medida habilidades sociales como el optimismo, el trabajo en equipo, la empatía, la asertividad o la capacidad de resolución de conflictos. Habilidades que se pueden (y deben) entrenar desde la infancia para poder hacer frente a las exigencias laborales de quienes serán los profesionales del presente, pero también del futuro.

Aprender habilidades sociales desde la infancia

La conciencia real de que las habilidades sociales pueden trabajarse desde niños es reciente. Según Sonia Martínez Lomas, psicóloga y directora de los centros Crece Bien, si bien antes el pensamiento generalizado creía que «veníamos de fábrica» más o menos extrovertidos o con más facilidad para hacer amigos, lo cierto es que “ahora se está tomando conciencia de que estas actitudes son «entrenables» y de que este entrenamiento tiene un gran número de beneficios a nivel social, laboral y personal”.

Añade la psicóloga que los niños y adolescentes antes socializaban más “en el parque o en la calle, mientras que ahora están más aislados al no jugar tanto en la calle, a lo que se suma el a veces abusivo uso de móvil”. Por esto, recuerda que muy importante que la rueda gire en el sentido adecuado: “Si no tienen habilidades sociales, se frustran en situaciones sociales. Los padres y amigos pueden no tomárselo de la mejor manera y esto genera inseguridad y baja la probabilidad de éxito en futuras situaciones. Sin embargo, si disponen de habilidades sociales y además se les ayuda a entrenarlas, las situaciones sociales serán una fuente de seguridad”.

Juan J.F. Valera, psicólogo social experto en habilidades directivas, coaching y gamificación, y autor del blog MentePosible.com, considera que cuando se adquieren las competencias sociales en la infancia es más fácil que se integren en lo que se entiende como “forma de ser”, actitud o personalidad. “Si aprendemos a ser un buen técnico pero somos asociales, tendremos dificultades para trabajar en equipo o atender a clientes. Cuando alguien se muestra así se suele decir que “es así” y no es cierto, “se ha hecho así” y probablemente desde su más tierna infancia. O no ha descubierto otra forma de actuar porque no ha tenido oportunidad o ejemplo para mejorar sus habilidades sociales o su conducta asocial ha sido recompensada en algún modo”.

«Si los niños no tienen habilidades sociales, se frustran en situaciones sociales. Los padres y amigos pueden no tomárselo de la mejor manera y esto genera inseguridad y baja la probabilidad de éxito en futuras situaciones»

Dado que existen diferentes grados de complejidad de las habilidades sociales, Sonia Martínez Lomas considera que es bueno hacernos una pregunta: ¿Sería más fácil lidiar con un compañero en el trabajo cuando soy adulto si de pequeño me enseñaron en el colegio a decir con calma «eso no me gusta»? Para la psicóloga, la asertividad en este caso debe haber sido aprendida desde la infancia, y desde ahí hemos podido ir escalando hasta adquirir unos niveles de complejidad en los que puedo negociar porque sé escuchar, pedir ayuda, preguntar, expresar, colaborar, etc.

Además de la asertividad, la directora de Crece Bien menciona como habilidades indispensables la empatía (“Sin empatía no podríamos relacionarnos de forma positiva, seriamos «psicópatas» que en lugar de tener amigos tendrían cómplices”), la ayuda y colaboración (“Para realizar proyectos grandes siempre vamos a necesitar ayuda y colaboración. Como dice el dicho, «si quieres ir rápido ve solo, si quieres llegar lejos, hazlo acompañado». En un mundo global como el que nos toca vivir, desarrollar actitudes de colaboración y ayuda será imprescindible”); la capacidad de escucha (“La comunicación es un proceso bidireccional, sin escucha no hay comunicación, y sin ésta, estamos aislados ya que, por ejemplo, no podríamos trabajar en equipo”); o el autoconocimiento y la resolución de conflictos: “Los conflictos son buenos. Ninguna relación es profunda, verdadera, si no ha pasado por conflictos. ¿Queremos relaciones duraderas, verdaderas y positivas para nuestros hijos? Pues no les sobreprotejamos de los conflictos, no los resolvamos por ellos y dotémosles de las herramientas adecuadas para que sean autónomos. Los conflictos son oportunidades de cambio y evolución, y serán aprovechados como tales si hemos aprendido antes otras habilidades sociales”.

“Si aprendemos a ser un buen técnico pero somos asociales, tendremos dificultades para trabajar en equipo o atender a clientes. Cuando alguien se muestra así se suele decir que “es así” y no es cierto, “se ha hecho así” y probablemente desde su más tierna infancia»

El aula como uno de los pilares en la adquisición de competencias

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Un clima laboral más adecuado, con personal con dominio de habilidades sociales, mejora la producción y el rendimiento empresarial. En definitiva, contribuye al éxito. Sin embargo, las empresas van por delante de un sector educativo que no siempre satisface esos requerimientos. “Los colegios van haciendo lo que pueden, con mayor o menor acierto, y poco a poco lo van integrando en sus programas. Lamentablemente el trabajo que se suele hacer es una vez se han producido conflictos, por lo que sería mejor si se hiciera como prevención”, lamenta Sonia Martínez Lomas, que pone como ejemplo la realización de talleres de adquisición y desarrollo de habilidades sociales como método para evitar el acoso escolar o como estímulo para la mejora del clima en la escuela. “No ayuda el pensamiento de que «eso tiene que venir de casa». La educación de las habilidades sociales es responsabilidad de todos, de los padres y madres, pero también de los colegios”, añade.

Norberto Cuartero, maestro y psicopedagogo innovador experto en trabajo cooperativo, es consciente de la importancia del aprendizaje de estas habilidades en la escuela y así lo evidencia su trabajo en el aula. Comparte la opinión de Sonia Martínez acerca de la enseñanza de las habilidades sociales en los programas educativos y admite que, aunque últimamente se está viendo movimiento, “suelen tratarse de intervenciones puntuales que no tienen continuidad, no hay objetivos claros, participan unos pocos profesores y están mal estructuradas”. Para Cuartero esto es un error porque considera que, dada la importancia de estas competencias, no se puede pretender enseñar a los niños habilidades sociales con sesiones aisladas o programas de un trimestre de duración. “Las escuelas deberían contar con un programa de desarrollo emocional integrado en su currículum. Además, estos planes necesitan continuidad por lo que deberían durar varios años y contar con el apoyo del equipo directivo y del claustro de profesores”, explica.

«La educación de las habilidades sociales es responsabilidad de todos, de los padres y madres, pero también de los colegios”

Según Norberto Cuartero hay tres aspectos fundamentales que todo centro debería tener en cuenta a la hora de desarrollar su programa de desarrollo emocional. Por un lado, se debe tener en cuenta que el desarrollo emocional es un proceso con un determinado orden, el cual se debe conocer y aplicar en consecuencia. “El proceso que toma de referencia a la inteligencia emocional sitúa a las habilidades sociales en el último paso (autoconciencia, autorregulación, automotivación, empatía y habilidades sociales), por lo cual, si en la escuela no se trabajan previamente las dimensiones anteriores no se lograrán los objetivos propuestos por más energía, recursos y tiempo que invirtamos”, explica antes de insistir de nuevo en que se trata de un proceso que dura años, no un trimestre o sesiones aisladas.

Por otro lado, Cuartero señala la necesidad de que este proceso implique a toda la comunidad educativa: “No debe ser un trabajo de unos pocos profesores implicados que trabajan como “francotiradores” haciendo con toda su buena fe intervenciones puntuales. De nada sirve que unos alumnos comiencen un programa de desarrollo emocional si al año siguiente va a ser interrumpido o simplemente el profesor o profesora que van a tener en la hora siguiente no va a tener en cuenta el trabajo realizado. Es necesaria una continuidad. El proyecto de centro se tiene que llevar a cabo desde todas las asignaturas y en todas las situaciones haciendo que el profesorado trabaje como un engranaje de forma coordinada. Es importante que el equipo directivo esté plenamente involucrado y facilite al máximo la labor del docente. Asimismo, las familias son una pieza fundamental y hay que hacerlas participes durante todo el proceso”.

“Las escuelas deberían contar con un programa de desarrollo emocional integrado en su currículum. Además, estos planes necesitan continuidad por lo que deberían durar varios años y contar con el apoyo del equipo directivo y del claustro de profesores”

¿Y cómo entrenar las habilidades sociales? Para Sonia Martínez Lomas, igual que enseñamos a usar cubiertos podemos enseñar a decir “hola” al llegar, a mirar a la cara cuando hablamos con alguien, a escuchar lo que nos dice o a decir «no me gusta». “Los cubiertos, al igual que las habilidades sociales, son elementos sociales que hay que aprender a usar”, dice. En este entrenamiento de competencias para la vida y el empleo, el juego sigue siendo una de las herramientas más poderosas de la educación. “El juego crea un ambiente seguro para el estudiante y le hace protagonista, le permite practicar habilidades y destrezas y deja un gran margen para el error”, cuenta Norberto Cuartero. Además, incide el maestro y psicopedagogo que “el juego en sí mismo también facilita la interacción social, identificar y gestionar emociones, compartir objetivos, la motivación, ponerse en el lugar del otro, la buena comunicación, el trabajo conjunto y la gestión de los conflictos”.

Las habilidades sociales más demandadas en el mercado laboral

Los cambios tecnológicos han marcado un antes y un después en el mercado laboral. También han propiciado un mayor conocimiento y análisis de la gestión empresarial y de personal. En este contexto, hoy podemos saber cuáles son los perfiles profesionales más demandados, pero también cuáles son las habilidades sociales que se esperan de un profesional. Para el psicólogo social experto en habilidades directivas Juan J.F. Valera, se ha pasado de un tiempo en el que los trabajos requerían un entrenamiento básico que se conseguía en unos días, semanas o pocos meses, a la búsqueda de profesionales con una preparación que lleva más tiempo. “Además de las habilidades técnicas, que sirven a corto plazo para adaptarse a los cambios tecnológicos que se producen, deben estar preparados para entrenar habilidades básicas con mayor intensidad, como aprender a aprender, aprender a pensar, gestionar el cambio o ser creativos”, explica.

 

«El juego en sí mismo también facilita la interacción social, identificar y gestionar emociones, compartir objetivos, la motivación, ponerse en el lugar del otro, la buena comunicación, el trabajo conjunto y la gestión de los conflictos”

Según el último Índice de Competitividad por el Talento Global de Adecco, las empresas solicitan incorporar aptitudes como la capacidad para adaptarse a los cambios o la aptitud para trabajar en equipo. Otro informe anterior de la misma empresa, presentado en 2016, recogía que entre las empresas encuestadas acerca de las habilidades interpersonales que debe reunir el candidato ideal, el 72,30% valoraba el trabajo en equipo, el 61,49% la resolución de problemas y el 52,70% la capacidad de organización y planificación.

Entre las competencias profesionales más demandadas, Valera considera que las principales son el liderazgo, el trabajo en equipo, la orientación al cliente, la capacidad de adaptación, y la comunicación interpersonal. Tras estas competencias menciona otras como la mediación, la responsabilidad, el autoconocimiento, la empatía, la ayuda y colaboración, la capacidad de escucha, la capacidad de hablar en público, la asertividad, la creatividad, el autocontrol emocional, la automotivación y la planificación. Habilidades imprescindibles si, como sentencia, tenemos en cuenta que “la antipatía y la apatía cuestan mucho dinero a las empresas”.

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