fbpx

Jaume Funes: “Hay que reconstruir otra escuela diferente”

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
0

¿Qué necesita de sus padres un adolescente? ¿Y de su centro escolar? Jaume Funes lo repasa en su nuevo libro, lleno de respuestas.

Por Terry Gragera

Su último libro es Quiéreme, pero necesito que me cuentes más, ¿qué necesitan los adolescentes de nosotros?

El adolescente nos dice con la boca pequeña que no quiere saber nada de nuestros consejos, pero en el fondo saben que los necesitan. No les podemos hablar de nuestra experiencia, eso se adquiere con los años, y a ellos no les vale. Pero los adolescentes no se educan solos y no he visto a ningún adolescente que quiera vivir su adolescencia en soledad. Todo depende de cómo se haga. Los padres pueden preocuparse de muchas cosas, pero lo que de verdad necesita descubrir su hijo es cómo se consigue ser feliz, cómo entender el mundo y la vida y una serie de valores, una ética. Más que consejos que digan: “yo haría”, el adolescente acepta mejor a aquellos adultos que le demuestran que les interesa su vida y no solo sus problemas y tenerlo controlado.

Su primer libro Quiéreme cuando menos me lo merezca… porque es cuando más lo necesito, exponía una forma peculiar de entender la relación padre-hijo y vendió 25.000 ejemplares…

Fue un éxito inesperado, pero me encontré una gran necesidad en una generación de padres preocupados por la educación de sus hijos pequeños que se habían hecho mayores y ante lo que decían: “ahora qué”. Además, nuestros adolescentes viven una realidad diferente a la que vivimos nosotros, que no es fácil. Este mundo es tan desconocido para los padres como para los adolescentes, y eso ha producido una incertidumbre. Ante ello, hay padres que han optado por la mano dura y otros que han pensado: “a ver cómo lo hacemos”. El mundo cambia y hay que educar como siempre, pero de otra manera, de ahí el segundo libro.

¿Cómo ha de ser la educación en un mundo que, especialmente en los últimos meses, ha cambiado tanto?

Los adultos debemos asumir que no hay respuestas únicas ni recetas y, por lo tanto, el primer gran criterio en la educación debería ser educar en la diversidad y en la complejidad de algo que va cambiando. Los padres deben lidiar con su propia inseguridad e incertidumbre. Los adolescentes se nos hacen difíciles porque “nos mueven la silla constantemente”, porque nos hacen preguntas impertinentes. Pues en esta nueva crisis estará más claro que otras veces que habrá que negociar, hablar y pactar, y eso a veces agota. Pero eso no significa que haya que volver al recurso fácil de la autoridad y las normas. Educar seguirá siendo acompañar a vidas que van creciendo, pero muchas de las formas antiguas ya no sirven.

¿Qué papel juega en todo esto la escuela?

Existe la tentación de, ante el cambio y el desconcierto, exigir a la escuela control y buenas notas. Pero lo que deberíamos pedir a la escuela es que nuestros hijos mantuvieran el deseo de saber y aprender. Después de seis meses sin asistir al colegio, ¿seguirán teniendo interés en las ecuaciones? Hay que hacer un esfuerzo para hacer las cosas de otra manera, no podemos dejar a los adolescentes en el vacío.

¿Ha llegado el momento de renovar el modelo educativo?

Hablamos de desdoblamientos, espacios… pero no se trata de eso, sino de hacer otra escuela. Antes de la pandemia se demonizaban las pantallas y, de golpe, pasaron a ser imprescindibles. No es un problema de tecnología, ni de escuela presencial o a distancia. Se necesita de una nueva forma de aprender y enseñar. Habrá que construir la presencialidad virtual. Durante el confinamiento, los buenos tutores se dedicaron a conectarse con cada uno de sus alumnos para saber cómo estaban, demostrando que la tutoría online puede ser tan eficaz como la que se hace en la escuela. Hablamos de una preocupación por su vida, aunque sea desde lugares diferentes. La comunicación entre los adolescentes y sus tutores deberían ser directa. Los alumnos necesitan acompañamiento y seguimiento, y eso se consigue con profesores preocupados por ello. Hay que reconstruir otra escuela y no adaptarla a una realidad predeterminada por el sanitarismo adulto.

Según algunos estudios, los adolescentes han sufrido emocionalmente el aislamiento con mucha dureza.

Los adolescentes han estado conectados con su mundo virtualmente, lo que les ha servido a muchos. Pero también han sentido soledad, abatimiento, ambivalencias continuas… viven en general en un caos emocional. Los adultos deberíamos ayudarlos a aprender a descubrir nuevos sentimientos y a gestionarlos. Lo que tienen dentro va desde lo más positivo a lo más negativo, hay que ayudarlos a vaciar sus mochilas. Y desde el colegio, en tutoría, reflexionar sobre lo sucedido, no hacer como si no hubiera pasado nada. Y habrá que prever cómo les facilitamos que descarguen su rabia. La infancia y la adolescencia han sido la grandes olvidadas, como suele pasar en muchas crisis.

0
Comentarios