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“La anorexia se oculta bien, se confunde con cosas buenas”

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Bullying, depresión, anorexia nerviosa… Belén Olías, con 20 años, ya es una auténtica luchadora y ganadora que sabe lo que es vencer estas enfermedades que comenzó a encadenar desde los 13 años. Ahora lo cuenta en su libro, Clara frente al espejo (Arcopress), para que sirva de ayuda tanto a jóvenes como padres y educadores. “Si este libro puede servir, al menos, a una persona me daré por satisfecha”, asegura. En España unas 400.000 mujeres padecen anorexia nerviosa, una cifra estable desde los años 90, pero que se adelanta en edad; desde los 13 años o antes. 

Antes de anorexia nerviosa sufrió bullying. ¿Sus padres no detectaron nada?

Belén Olías Ericsson: Mis padres sabían que algo me pasaba, porque cambié de forma de ser. Me llevaron al médico, y me dijeron que los dolores de estómago eran psicosomáticos, también fueron a preguntar, varias veces, al colegio. Los profesores les decían que tenía muy buenas notas y que estaba muy integrada en la clase. Pero eso no era cierto, me quedaba los recreos en clase, leyendo, porque me daba miedo salir al patio.

Gema Eizaguirre: ¿La anorexia fue consecuencia del bullying?

Belén Olías Ericsson: Fue consecuencia de bullying y de más cosas. El quedar apartada me hizo creer que quien tenía algo malo y a quién se podía odiar, era yo. Entonces, verme tan repulsiva me hizo querer controla esa parte de mi vida que era mi físico. Era capaz de tener las riendas de ello, de lo que comer y dejar de comer.

GE: En el colegio pasó desapercibido su enfermedad.

Belén Olías Ericsson: En muchos casos la anorexia se disimula muy bien, porque se confunden con cosas buenas. Un alumno con trastorno de alimentación suele ser perfeccionista, se toma en serio los estudios… Y cuando las notas van bien y en clase no hay problemas importantes, nadie se plantea que haya algo detrás. Pero si el alumno cambia, se vuelve retraído… Tendrían que mirar más allá, y preguntarse ¿por qué tanta exigencia?

GE: ¿Qué pueden hacer los profesores?

Belén Olías Ericsson: Es difícil que los profesores se den cuenta, porque nos volvemos muy manipuladoras y astutas a la hora de enmascarar todo lo que nos pasa. Creo que hay que enseñar a los alumnos a abrirse, para que cuenten lo que les pasa. Esa confianza que se puede crear entre profesor y alumno, es clave para detectar este problema.

GE: Y sus padres ¿les reprocha que no lo detectaran antes?

Belén Olías Ericsson: No, mis padres hicieron todo lo que pudieron. Aunque cuando estuve muy enferma eché de menos que me cogieran y me dijeran claramente: “Estás enferma y tenemos que pedir ayuda”. Aunque, es cierto, que cada uno es diferente, y para algunos puede ser mejor dejar que se estrelle, para poder reaccionar.

GE: ¿Cómo pueden detectar los padres esa situación?

Belén Olías Ericsson: Dos cosas son fundamentales, primero observar muchísimo. Ellos conocen mucho a su hijo, y saben cómo reacciona ante las situaciones. Si ven que hace cosas que no les encajan: se cierra en banda, no quiere hablar… Eso tiene que alertarles. Y segundo, la comunicación. Este problema es hablar y hablar, aunque sea todo el rato repetir las mismas cosas. Tienes que hablar de eso porque hay algo que te duele, y cuando lo saques dejará de dolerte.

GE: ¿Qué tal es su relación con ellos?

Belén Olías Ericsson: Muy buena, y ha mejorado con el tratamiento. Ahora soy más abierta, cuento lo que me pasa…. Es todo más cercano. También he ganado en madurez, seguridad y confianza en lo que hago. Antes me juzgaba por lo que veía en los demás; ahora el juicio que me vale es el mío. Respeto el de los demás, pero ya no me echa por tierra cualquier crítica que recibo.

GE: ¿Hubo algún punto de inflexión que le hiciera ponerse a luchar?

Belén Olías Ericsson: Fueron varias pequeñas cosas que se juntaron en mi cabeza, y por las que vi que de ahí no podía pasar. Una de ellas fue cuando me ingresaron en Málaga, durante 10 días. Había una mujer, de unos 40-50 años, con una depresión muy grave que se había intentado suicidar cinco veces. Entonces vi que mi depresión no podía ir a más, porque no quería encontrarme con esa edad en una clínica buscando maneras de suicidarme. En ese momento decidí que iba a luchar por salir.

GE: ¿Qué papel jugaron sus amigos?

Belén Olías Ericsson: Ayudaron por el mero hecho de estar cerca, más que por decirme que comiese. Sabía que los tenía ahí, que podía llamarles y ponerme a llorar, sabiendo que no me iban a juzgar.

GE: ¿Hizo amigas con el mismo problema?

Belén Olías Ericsson: No, pero echaba de menos a alguien que tuviera mi problema. Primero, por el lado negativo, para hacer carreras de perder peso; por motivarte a seguir enferma. Luego, también necesitaba a alguien con quien desahogarme. Con una chica, que conocí en Málaga, hice carreras. Decíamos: “Hoy no vamos tomar nada, sólo Coca Light y chicles sin azúcar”, y nos íbamos contando cómo lo hacíamos.

GE: ¿En qué fase está de recuperación?

Belén Olías Ericsson: Ya duermo en casa y hago mi vida normal. Recibo el tratamiento en hospital y voy a unas terapias tres días a la semana. Estoy bien, feliz, estoy recuperando mi vida y eligiendo lo que ahora quiero hacer de verdad, que es cambiar de carrera, dejar AD y Matemáticas, y comenzar Psicología.

GE: Precisamente en su libro es muy crítica con estos especialistas de los que pasó por 15 psicólogos y psiquiatras.

Belén Olías Ericsson: En este tema no hay muchos psicólogos que sepan de verdad lo que es esta enfermedad. A mí me fue muy difícil encontrarlo. También he conocido a muchas chicas con el mismo problema. Muchos psicólogos se quedan en la superficie porque quieren abarcar todos los temas. No profundizan en lo que es de verdad esta enfermedad.

GE: Esta sociedad tampoco ayuda mucho: culto al cuerpo, la imagen, estar a régimen…

Belén Olías Ericsson: Hay que ir a la raíz del problema. Hay que intentar que la gente aprenda a quererse y a aceptarse cómo es, sin buscar imitar modelos a los que sólo es posible llegar por medio de una enfermedad. En estos momentos, estoy contactando con firmas de moda para regular las tallas, y que una 40 sea la misma en todas la firmas. Está muy bien que en los desfiles se exija un peso a las modelos, pero hay que ir más allá.

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