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La trampa de pasar tiempo de calidad con los hijos

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Parece que no importa cuánto tiempo pasemos con los hijos, siempre que este sea de calidad. El mensaje podría esconder una trampa para perpetuar la primacía de la vida profesional.

 

Por Rodrigo Santodomingo

Abundan en internet las listas de consejos para aprovechar el tiempo con los hijos. Todas asumen como inevitable la escasez de horas en familia. La mayoría se sirven, en su afán por ayudar a progenitores ultraocupados, de fórmulas empresariales. Hablan de maximizar, optimizar, mejorar el rendimiento, aumentar la eficiencia. Como si los hijos fueran otro cuadradito a “agendar” en la rutina productiva.

En ocasiones, las recomendaciones rozan el delirio: una asociación de EEUU para la Educación Infantil recomienda reservar un momento diario de “conexión” con los retoños. Lo suyo, aclara, es que se haga “en persona, cara a cara”. Pero si esto se antoja imposible, no hay motivo para preocuparse. Siempre se puede recurrir a notas motivacionales colocadas en la mochila.

Cada vez más expertos advierten que el tan manido tiempo de calidad esconde una trampa perversa. Se trata, denuncian, de una artimaña lingüística para que, en la batalla entre vida laboral y familiar, casi siempre gane la primera. Su truco infalible pasa por calmar conciencias parentales, incluso cuando los horarios apenas reservan migajas para los chavales.

“Cantidad y calidad tienen que ir juntas. Para que se dé un instante de intensa calidad, hacen falta muchos instantes previos, mucha cantidad que va tejiendo un vínculo afectivo sólido”, apunta Eva Bach, pedagoga y autora de obras como Madres y padres influencers (Grijalbo). La escritora catalana explica que esos momentos mágicos en familia son “a veces muy efímeros: una mirada, un gesto, una palabra que reconforta”. De ahí el absurdo en pretender planearlos al milímetro, con escuadra y cartabón, negando su naturaleza espontánea e imprevisible.

Para el pediatra y escritor Carlos González, esa obsesión por exprimir segundos provoca efectos antieducativos. “No hay que esforzarse por estar todo el rato haciendo cosas. Los niños necesitan su espacio para jugar, para aburrirse…, pero sabiendo que sus padres están ahí, disponibles, si los necesitan”, reflexiona.

Cuestión de prioridades

Yendo a la raíz del problema, emergen presiones que muchos padres estiman ineludibles. La rueda laboral -nos insisten- gira a tal velocidad, impulsada por una exigencia y una competitividad tan feroces, que quien se sale corre el riesgo de no poder reengancharse. Amén de satisfacer el ego profesional, situar al trabajo en el top de prioridades parece una necesidad si queremos cumplir con los requisitos de un estilo de paternidad consumista.

“En mis conferencias suelo hacer la misma pregunta: ¿a qué estamos dispuestos a renunciar? Hay cosas irrenunciables, pero también un montón de obligaciones que nos creamos nosotros mismos”, dice Bach. La catalana cuenta el caso de una madre que, cada cierto tiempo, pedía un permiso sin sueldo para hacer un viaje con sus hijos. Quería anteponer, en su crianza, las experiencias compartidas a los bienes materiales. “Muchos me preguntan que quién puede hacer eso; y yo respondo si los que sí pueden hacerlo, lo hacen”.

González, por su parte, apuesta por un modo de vida más austero y propone soluciones de shock que, a bote pronto, suenan no exentas de un humor provocativo. “En vez de decirle a tu hijo que vas a pasar dos horas máximo con él pero va a ser tiempo de calidad, dile a tu jefe que vas a ir a trabajar dos horas de inmensa calidad y que, por lo tanto, te pague lo mismo”.

La propia Bach prefirió hace años inclinar la balanza en favor de sí misma y los suyos. “Renuncié a un sueldo fijo y un contrato seguro. Hacerme autónoma tiene sus contrapartidas, pero me permite gestionar mucho mejor mi tiempo como realmente quiero”. “Qué inocencia pensar que lo normal es tener una carrera profesional en la que nos realizamos. Otra gran mentira: para casi todos, el trabajo es solo trabajo”.

Más allá de factores socioeconómicos, las leyes españolas cuentan aún con amplio margen para facilitar la conciliación. Los permisos de maternidad y paternidad han aumentado en los últimos años, acercándose a la media europea. Es pasada esa primera etapa de crianza cuando las diferencias se revelan más evidentes. “Lo que no nos cuentan en las comparativas sobre conciliación”, argumenta González, “son las facilidades que dan países como Suecia al solicitar una reducción de jornada sin que baje mucho el sueldo, o la posibilidad de pedir periodos de excedencia cobrando el salario mínimo”, concluye González.

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