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La vuelta de la infancia a las calles: un beneficio para todos

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Sólo tenemos que echar la vista atrás tres o cuatro décadas para comprobar que los niños han desaparecido de las ciudades. ¿Qué efectos tiene en la infancia? ¿Es importante que esto cambie?

Por Diana Oliver

Los coches y transportes han conquistado las calles. También la falta de confianza y temor de quienes somos padres hoy. Ya no hay niños jugando al balón frente a sus casas y mucho menos les vemos dirigiéndose solos hasta el colegio. La infancia ha desaparecido de las calles. Así lo afirma Marta Román, geógrafa y consultora en Gea21, que lleva años trabajando en torno al análisis de la situación de la infancia y de los jóvenes en el medio urbano. “No hay más que rememorar lo que las personas adultas hacíamos cuando éramos pequeñas y ver lo que hacen ahora nuestros hijos. Se ve claro al comparar una imagen de una calle a mediados del siglo XX con la actualidad y detectar la desaparición de niñas y niños ocupando el espacio público a sus anchas”, explica. También dan muestra de este hecho encuestas como Los niños, las ciudades y la seguridad vial: una visión a partir de la investigación, publicada en 2009, que señala que en España el 70% de los niños de primaria van a diario con algún adulto al colegio.

En la actualidad no existe un marco legal al respecto, pero sí sabemos que está socialmente establecido que los niños no vayan ni vuelvan solos del colegio hasta al menos los doce años. De hecho, aunque la mayoría de colegios tienen sus propias normas de funcionamiento, suelen solicitar una autorización de los padres, tanto si el niño va a ser recogido por otra persona como si va volver solo a casa. Marta Román destaca el proyecto europeo STARS, promovido por los ayuntamientos para fomentar la movilidad activa de los estudiantes de primaria y secundaria a través de actividades y recompensas, por ser un buen ejemplo de una iniciativa municipal que pone en la agenda pública la necesidad de recuperar la autonomía infantil y de cambiar esa percepción social.

Más autonomía y hábitos más saludables

Junto a la percepción de inseguridad reinante ocurre que se confunden los conceptos de peligro y riesgo. Tras años de esfuerzos colectivos para la minimización de riesgos, son muchos los expertos en educación que insisten en que los niños necesitan poder experimentar situaciones de riesgo saludable para su desarrollo. Según explica la maestra y pedagoga estadounidense Penny Ritscher en El jardín de los secretos, es precisamente la desaparición de los riesgos “la causa de que los niños acaben haciéndose más daño, ya que no perfeccionan suficientemente sus habilidades corporales y también se aburren y se ponen más nerviosos”. Tampoco confiamos en ellos ni les permitimos cometer errores, una mezcla explosiva que limita su autogestión y la confianza en sí mismos.

A finales de 2017, investigadores de la Universidad de Granada publicaban un artículo en la revista Acta Pediátrica en el que explicaban las conclusiones de un estudio que analizaba cómo iban los escolares al colegio. Entre otras, tras analizar las costumbres de 745 niños de 6 a 12 años, señalaban que la movilidad activa al colegio, y sin la compañía de adultos, aumenta la percepción de seguridad que tienen del trayecto pero también de su propia autonomía. Palma Chillón, doctora en Actividad Física y Salud y una de sus autoras, explica a Padres y Colegios que el hecho de que los niños y jóvenes vayan solos al colegio suele ser indicativo de que van andando o en bicicleta, por lo que se favorece su autonomía de ser responsables de realizar el camino y de transportar la mochila, y si van con amigos se favorece la relación interpresonal entre iguales. Pero añade un dato importante: “Si van andando o en bici se suman los beneficios físicos contribuyendo a ser más activos, beneficios psicológicos disminuyendo el nivel de estrés y beneficios ambientales contribuyendo a reducir la emisión de gases en el entorno”.

«El hecho de que los niños y jóvenes vayan solos al colegio suele ser indicativo de que van andando o en bicicleta, por lo que se favorece su autonomía de ser responsables de realizar el camino y de transportar la mochila, y si van con amigos se favorece la relación interpresonal entre iguales»

La recuperación de los espacios para la infancia contribuye a una vida más activa. Palma Chillón plantea que “disponer de espacios abiertos para jugar mejoraría las opciones de ser activos y por tanto, los estilos de vida saludables reduciendo actividades de sedentarismo como jugar al ordenador o ver la televisión”. Para que esto ocurra cree que es fundamental que la percepción de seguridad que tienen los padres actualmente mejore, por lo que plantea que, además de hacer ver a los padres las inseguridades que son “solventables”, deben realizarse medidas a nivel político como reducir los coches de las ciudades y aumentar las zonas de espacios libres de vehículos y zonas de juego amplias.

Una ciudad amable para todos

Decía el pedagogo de referencia internacional Tonucci en La città dei bambini que “una ciudad adecuada para niños y niñas es una ciudad que es buena para todos”. En esa misma línea, Marta Román opina que una ciudad amable con la infancia es aquella que tiene espacios no autoritarios, lo que significa que sus calles, plazas o parques permiten que “personas de cualquier edad o condición puede utilizarlos y hacerlos suyos”. Afirma también que este tipo de ciudades “no sólo reducen las necesidades de cuidado «privado», porque permite la autonomía de los colectivos vulnerables como infancia o personas mayores, sino que favorecen las redes de confianza que promueven la corresponsabilidad sobre el bienestar colectivo”.

Volver a “habitar” las ciudades, disfrutar de esa vida de barrio en la que no somos desconocidos y devolver la confianza en su capacidad de hacer a los niños, son parte de la solución, pero también el espacio urbano puede facilitar o entorpecer la vida urbana. Para Marta Román son interesantes los proyectos de «microurbanismo» que buscan retejer la ciudad a escala humana. “Todo lo que tiene que ver con ampliación de aceras, crear plazas donde antes había calzada o un aparcamiento, o recuperar con huertos urbanas solares abandonados, son pequeños proyectos que crean espacios donde es posible la relación y el encuentro intergeneracional. Pero para que estas pequeñas iniciativas cobren toda su fuerza tienen que estar insertas en un modelo de ciudad que no contradiga esta apuesta por la escala humana”, declara. ¿Hay esperanza de lograr ciudades amables? “Es cierto que no es fácil, pero somos muchas las personas que sabemos que una sociedad sana y justa necesita que niñas y niños recuperen la calle. Merece la pena luchar por esta causa”, concluye Marta Román.

Como dice el pedagogo de referencia internacional Tonucci en La città dei bambini “una ciudad adecuada para niños y niñas es una ciudad que es buena para todos”

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