fbpx

Las familias también repiten curso

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
0

La ‘no promoción’ del alumno supone un gran impacto para los padres, y muy especialmente en las familias de los niños con dificultades objetivas para el aprendizaje.

Por Javier Peris

Es sorprendente el número de personas que a nuestro alrededor demuestran cada día competencia e incluso éxito profesional y que, casi siempre de manera casual, nos cuentan que en su día tuvieron que repetir curso en la enseñanza obligatoria o en el bachillerato, o que fracasaron en su primer año de universidad y se vieron obligados a cambia de carrera. Ahora, al cabo de los años, no le dan ninguna importancia, pero seguro que en su momento la ‘no promoción’ -así se denomina técnicamente a repetir curso- constituyó un motivo de decepción y de profunda tristeza para el estudiante y para su familia.

Esta perspectiva de futuro ayuda mucho, claro está, a proporcionar y a no dramatizar en exceso el hecho de repetir. A poco que se aproveche ese curso, tanto académicamente como desarrollando – si se puede- otras actividades, nunca será un año perdido, como demuestra la experiencia de muchos chavales que se han enfrentado a este pequeño trauma en la infancia y la adolescencia. Pero repetir nunca, nunca se acepta de buen grado, por muy poderosas que sean las razones que lo aconsejen, y la familia lo percibe como un fracaso que afecta a todos sus miembros.

La noticia no sorprende

Virginia Mata ha sido durante once años directora de un colegio público valenciano en el que la situación socioeconómica de las familias tiene mucho que ver en el fracaso escolar de los alumnos. En este sentido, su experiencia es que las familias de un nivel sociocultural alto aceptan mejor las explicaciones que justifican la no promoción del menor. Mata destaca, en primer lugar, el hecho de que la noticia nunca pilla desprevenida a la familia: “Desde el primer momento se detecta qué alumnos van a tener problemas para completar el currículo exigido, y docentes y orientadores informan a las familias y se aplican programas de apoyo personalizado que incluyen pruebas de atención y de comprensión, test psicológicos, etc.”. Es por eso que si al final no se cumplen los objetivos mínimos y se decide que el menor debe repetir curso “casi todos se conforman”.

No todo son las notastema portada

Desde la Lomce los centros son los que deciden si un alumno de Primaria no ‘promociona’; antes la última palabra la tenían los padres. Con todo, los padres pueden recurrir contra la medida y se pone en marcha un protocolo de revisión de pruebas e informes. La decisión del centro no atiende solo a las calificaciones. Virgina Mata explica que “tenemos muy en cuenta otros factores, como la perspectiva de que el alumno tenga mayores dificultades a la hora de integrarse en otro grupo; la correcta socialización del menor a veces pesa más en la decisión que los suspensos”.

En otras ocasiones son motivos -por así decirlo- administrativos los que condicionan la repetición o la promoción. Por ejemplo, si el alumno repetidor se va a integrar en un aula cuya ratio ya se encuentra al límite, sus posibilidades de aprendizaje pueden verse mermadas tanto en la enseñanza en grupo como en el apoyo personalizado. En otras ocasiones un solo repetidor obligaría a desdoblar un curso porque la ratio no puede sobrepasarse.

Esfuerzo y frustración

¿Sirve para algo repetir curso? “Mi experiencia -responde la profesora Mata- es que para la mayoría de los niños es un hito positivo. Generalmente el alumno rinde más porque durante todo el proceso ha notado la preocupación de los docentes y de la familia. Los casos en los que no funciona suele haber otros problemas que van más allá del rendimiento académico. Me refiero a niños y niñas con necesidades especiales. Aquí lo más importante es proporcionar una ayuda especializada y con objetivos personalizados”. Pero incluso cuando se aplican bien estos planes repetir curso es inevitable, y estas familias, que tanto se aplican en la educación de sus hijos, son las que peor lo llevan: “Son los casos más tristes, porque los padres de los alumnos con dificultades objetivas trabajan muchísimo para conseguir que sus hijos completen la etapa educativa y sin perjuicio de los logros no académicos que son tan importantes para estos niños”.

Sergio Herrero es psicólogo orientador, y reconoce que “la primera emoción que aflora es de fracaso. Es la palabra que más se repite. Junto con la de “culpa”. Y debería ser más bien la de responsabilidad. Se concibe como un fracaso del niño, de los padres, del colegio, del sistema educativo… y al repartir tanto la responsabilidad no se diagnostican bien las causas”.

Se concibe como un fracaso del niño, de los padres, del colegio, del sistema educativo… y al repartir tanto la responsabilidad no se diagnostican bien las causas

El impacto más importante es sobre la relación del alumno con su familia: “Hay algo que no debemos perder de vista -advierte Herrero-: la mejor manera de desarrollar en alguien una virtud es atribuyéndosela. Si yo creo que mi hijo es un fracasado, será mucho más fácil que lo sea. Pero si crees que tu hijo puede triunfar en su vida, ser feliz y desarrollar una vida profesional exitosa, díselo. Y explícaselo con datos, aislando sus rasgos y hechos positivos, que sin duda los tiene”. ¿Y si no crees en tu hijo? “Es que ha llegado el momento de pedir ayuda profesional”.

El peligro de la soledad

Repetir curso supone alejarse en muchos casos de quienes han sido tu grupo social, de tu tribu, de los compañeros que durante muchos años han acompañado al niño en su escolarización. Para el psicólogo Sergio Herrero “en ocasiones es bueno porque seguramente no eran una buena referencia. También es probable que el repetidor pase por periodos de soledad, y es un mal momento para eso. Que no pierda de golpe las relaciones es importante hasta adaptarse a la nueva realidad. Que siga asistiendo a los cumpleaños de los que eran sus antiguos compañeros… poco a poco buscará su sitio entre el nuevo grupo”.

 

0
Comentarios