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Mejor descalzos

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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El calzado puede dificultar el desarrollo de tu hijo en la primera infancia y, además, determinar los problemas de salud que sufrirá en su edad adulta.

Por Ana Veiga

 

Entras a una zapatería y ves unas mini Converse talla 16 (0-3 meses) que te enamoran. ¡Pero qué cosa más mona! Vas corriendo a caja con el fin de comprar un par para mi bebé y te asalta una duda:¿es necesario? Y lo más importante, ¿es recomendable? Pues parece que no. Al menos esto afirma el estudio «Podología preventiva: niños descalzos igual a niños más inteligentes», elaborado en 2007 por Isabel Gentil García, profesora de la Escuela Universitaria de Enfermería, Fisioterapia y Podología de la Universidad Complutense de Madrid. En ese estudio, Gentil explica que “no debemos reprimir la sensibilidad táctil de los pies calzándoles, pues informan del mundo exterior, transmitiendo sensaciones de temperatura, texturas… que favorecen el desarrollo psicomotor del niño”. En cambio, anima a cuidar y potenciar la libertad de los movimientos de los dedos y de los pies. “A los 7-8 meses, los niños manipulan sus pies con las manos o con la boca, lo que les aporta un importante estímulo para el desarrollo sensorial”. Y es que en el niño preandante, la característica principal de esta etapa de desarrollo cognitivo es la superioridad de lo sensorial sobre cualquier otro aspecto.

En la primera infancia predomina el juego motor, es decir, el niño juega con su cuerpo y esto estimula el desarrollo porque permite la maduración del sistema nervioso “estimulando la mielinización de las dendritas y favoreciendo el control neuromuscular, el desarrollo intelectual y las habilidades sociales”, explica. El movimiento físico del bebé es un factor de aceleración de ciertas formas de maduración por el estímulo de mielinización. “Es necesario que la planta del pie en el niño se ponga en contacto con superficies irregulares a fin de estimular las sensaciones cinestésicas y los reflejos posturales. El niño necesita el estímulo táctil, de presiones, de irregularidades del terreno para desarrollar la propiocepción, mejorar la posición de articulaciones, reforzar la musculatura”, aclara la docente en su estudio. Es por ello que, para la investigadora, el uso del calzado preandante o el calzado para el gateo no tiene justificación porque impide al niño recibir sensaciones y añade un peso excesivo a los pies impidiendo hacer lo que necesitan. “El movimiento de autodefensa que utilizan los niños de descalzarse en cuanto pueden tiene mayor significado que el que aparentemente interpretábamos. No debemos poner impedimentos al desarrollo propioceptivo, neuromuscular e intelectual del niño encerrando sus pies en un calzado que no necesita, al contrario se deberá estimular a los niños a disfrutar de su cuerpo y de su motricidad con los pies descalzos”, sentencia.

 

Calzado para el cole

Los problemas con el calzado empiezan en la primera infancia pero continúan durante la etapa escolar. Acorde a las recomendaciones del Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos de España y del Instituto Valenciano del Pie, la edad recomendable para visitar al podólogo por primera vez es entre los 4 y los 5 años. En esta franja de edad, ya se puede observar cómo se está desarrollando el pie.

Uno de los problemas habituales es la utilización incorrecta del calzado deportivo en el centro escolar y cómo esto puede provocar la aparición de problemas en la edad adulta. De hecho, el Consejo emitió un comunicado en 2016 para advertir de esta situación, haciendo mención especial al calzado utilizado para jugar al fútbol, ya que habitualmente es demasiado ajustado y se lleva durante todo el día. En el caso de las niñas, se ha popularizado el calzado con ruedines, totalmente desaconsejado por los profesionales.

Roberto Pascual, podólogo de la Universidad Miguel Hernández de Elche, ha realizado diferentes estudios que demuestran que existe una alta incidencia de niños que acuden al colegio con un calzado incorrecto, específico para una actividad deportiva. Concretamente, de 600 niños analizados entre 3 a 12 años, el 62% acudía al colegio con un calzado inadecuado y a más de un tercio de los escolares (38,35%) se les recomendó una revisión podológica, la mayoría por prevalencia del pie plano infantil. Debemos extremar las precauciones y realizar un seguimiento periódico si el niño practica algún tipo de deporte que pueda afectar al desarrollo del pie.

 

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Cuál es el mejor calzado para mi hijo

  • “Vemos publicidad de muchos zapatos para la fase de preandantes y de primeros pasos que, en mi opinión, no favorecen el desarrollo del pie del niño. El pie es una pieza muy compleja formada por 28 huesos, 33 articulaciones y más de 100 tendones y ligamentos; es una pieza creada para el movimiento y es imprescindible respertar ese movimiento libre del pie para el correcto desarrollo de sus distintas articulaciones”, espeta Alfaro. n Si hablamos de calzados poco recomendables, le vienen a la cabeza las botas porque pueden limitar el movimiento natural del tobillo. Cuando los niños gatean, o bien cuando comienzan a ponerse de pie en sus primeros años, es muy importante que el tobillo pueda tener movilidad.
  • Otras cuestiones a evitar son los zapatos con contrafuertes bastante rígidos (la zona que sujeta el talón), algo que suele hacerse para dar mayor estabilidad a esos primeros pasos pero que, en realidad, dificulta que la musculatura del niño se desarrollen También es fundamental entender que cuando caminamos, los dedos del pie no se quedan pegados al suelo sino que se dorsiflexionan (se doblan hacia arriba). Por eso es muy importante que en los niños las puntas sean redondeadas y con una altura de pala suficiente para no dañar los dedos.

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¿Sabías que es habitual que el pie de un niño sea plano en edades menores de 3 años? En función del tipo de pie plano, tendrá que corregirse siempre antes de los 7 años, pero en sus primeros años de vida es lo normal. “Los pies de los niños son pies en desarrollo, tanto a nivel óseo como muscular y ligamentoso. Es muy importante no pensar en el pie de un niño como el de un adulto en miniatura, hemos de conocer los valores de normalidad de evolución de un niño en función de su edad”, manifiesta Javier Alfaro es Profesor Universitario Podología Pediátrica, Director técnico de Podoactiva y Podólogo de la Selección Española de Fútbol. Cuanto más pequeños, más delicados porque sus pies pasan de una estructura que no está preparada para caminar a una estructura que pasará a soportar todo el peso del cuerpo. “Eso exige una gran evolución a nivel óseo, muscular y ligamentoso. Normalmente un niño empieza a caminar entre los 13 y 16 meses y el pie sufre los mayores cambios hasta los 6 años de edad”, admite, aunque añade que “los problemas relacionados con el calzado – si es inadecuado- pueden sufrirse en cualquier momento del desarrollo del niño”. Por consiguiente, es fundamental elegir bien cuándo calzamos a nuestros hijos. En esto, concuerda con el estudio de Gentil sobre la relevancia de no usar zapatos en niños preandantes; es suficiente con unos calcetines para abrigar el pie. “En los pies tenemos un gran número de receptores nervioso, por lo que poner calzado a un niño muy pequeño es un error porque le privará de estímulos. Tampoco defiendo que un niño deba de caminar durante mucho tiempo descalzo, pero debemos de encontrar el término medio. Desde luego, en un bebé que no camina, no tiene ningún sentido tenerlo con zapatos”.

Cuando el niño ya comienza a caminar, el zapato debe de cumplir la misión de proteger y estabilizar ligeramente, pero “en ningún caso limitar en exceso o bloquear la movilidad del pie”. Así, en niños andantes, Alfaro avala la práctica de que los niños caminen descalzos en superficie no dura como el complemento para el uso del zapato. “Realizar actividades sin calzado – en superficies no excesivamente rígidasfavorecerá la propiocepción y el desarrollo muscular del niño”. En contraposición a la rigidez extrema, también anima a huir de la tendencia de suelos blandos. “Hemos generado la conciencia colectiva de que para los niños todo tiene que ser «blandito» y ya hay estudios que afirman que la calidad de hueso es peor que en niños que practicaban deporte en superficies más duras o que estaban mayor tiempo descalzos”, advierte.

En función de la edad del niño y de su tipo de calzado y actividad, podrán diferentes enfermedades a las que deberemos hacer frente. Como comentábamos antes, la patología que más común en niños son los pies planos, aunque Alfaro diferencia entre el tipo de pie plano (flexible, semiflexible o rígido). “A veces es suficiente con una correcta pauta de ejercicios, pero en otras ocasiones será necesaria una plantilla personalizada, y en algunos casos (plano rígido) será necesario el tratamiento mediante cirugía”. En los no andantes es relativamente frecuente ver pequeñas deformaciones de los dedos que son muy fáciles de tratar si se actúa de forma precoz. No es necesario alarmarse ya que acudiendo al podólogo “se tratarán esas deformaciones mediante pequeñas ortesis de silicona o vendajes muy sencillos”, comenta Alfaro. Una de las patología que más ven en consulta es la Enfermedad de Sever -inflamación dolorosa de la placa de crecimiento del talón que generalmente afecta a los niños entre 8 y 12-14 años de edad-, que aparece debido a una serie de alteraciones biomecánicas que alteran la osificación del hueso. Esto se produce cuando hacemos demasiada fuerza repetitiva sobre la placa de crecimiento, por ejemplo, es habitual en menores deportistas. Está vinculada a niños con pies excesivamente cavos (con mucho arco) o pies que tienden a aplanarse más de la normalidad. “En mi opinión la peor receta es aconsejar al niño que deje la práctica deportiva ya que es muy sencillo solucionarlo sin necesidad de que el niño deje de hacer deporte. El tratamiento mediante una plantilla específicamente diseñada para este problema es efectivo en más del 90% de los casos”.

Otro problema habitual en niños es que caminen «de puntillas», generalmente motivado por un acortamiento de la polea muscular posterior de la pierna (tendón de aquiles, gemelos, sóleo, etc). En este caso, el tratamiento consiste en disminuir la tensión generada en la planta del pie y mejorar la elasticidad de dichos músculos, combinando podología y fisioterapia. Alfaro lanza un mensaje: “En muchos casos, atribuimos al crecimiento muchos de los dolores de los niños pero es importante entender que crecer no duele”.

 

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Consejos para elegir el mejor calzado, según Javier Alfaro

JAVEIR ALFAROCuando estamos en la etapa andante del niño, deberemos buscar zapatos que cumplan lo siguiente.

  • Suela flexible, sobre todo en la zona de los dedos. Si cogiendo el zapato por la zona del talón con una mano y por la zona delantera por otro somos incapaces que flexionar la suela, con toda posibilidad va a ser demasiado rígida para el correcto movimiento del pie.
  • El zapato debe dejar el tobillo libre para favorecer el movimiento.Es decir, mejor zapato que bota.
  • Medios de sujeción correctos: cordones o velcros. Para niños pequeños la sujeción con velcro es más indicada porque les resulta más fácil.
  • La altura de la suela no debe superar los 1.5 o 2 cm.
  • El ancho, el alto y el largo del zapato debe ser suficiente para que no oprima el pie.
  • Si el zapato lleva plantilla extraíble puede resultar de utilidad poner el pie del niño encima de la plantilla y comprobar que la plantilla sobresale un poco del tamaño del pie para asegurar que le ajusta adecuadamente.
  • El corte del zapato (la zona que cubre el pie) debe ser de material transpirable. Mantener el pie seco es fundamental para evitar por ejemplo los hongos en los pies.

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