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Orientar sobre el futuro sin imponer un destino

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La familia es una pieza clave en la orientación académico-profesional. Los padres deben ayudar al hijo, pero sin olvidar que al final la decisión ha de ser suya.

Por Rodrigo Santodomingo

Enfila el hijo su adolescencia y la toma de decisiones se precipita. Letras o ciencias, vía académica o profesional, sueños idealizados o crudo realismo. En el horizonte, nada menos que el camino laboral por el que, en principio, transitará el alumno durante su vida adulta. Acechan la duda y el temor a equivocarse. Se ponen en una balanza los pros y contras de las opciones que el chaval, poco a poco, va acotando. Durante el proceso, orientan la familia y la escuela, amigos y conocidos. Y por supuesto internet, con su mezcla enmarañada de información pura, cosmética publicitaria y opiniones personales.

No siempre ocurre, pero resulta habitual que los padres alberguen ideas preconcebidas sobre la senda que deberían seguir sus hijos. Algunos progenitores guardan silencio para no condicionar la libertad de elección. Otros tratan de encaminar sutilmente hacia el destino que tienen en mente. Los hay incluso que pretenden arrogarse el derecho a decidir, confundiendo, quizá, paternidad y paternalismo. “Hay padres que diseñan el futuro de sus hijos e incluso a los hijos que quieren tener”, asegura Eva Bach, coautora de Madres y padres influencers (Grijalbo).

Suave persuasión o dictado innegociable, la voz paterna va siempre acompañada de las mejores intenciones. “Uno siempre desea que sus hijos tengan una vida profesional y personal rica, que sean felices”, apunta Ana Cobos, presidenta de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España (Copoe). Pero al abordar un concepto tan escurridizo como la felicidad, surgen las discrepancias. “No para todos esta se alcanza con la secuencia estudio- trabajo-coche-casa-bodahijos. Hay que reflexionar sobre las motivaciones, el porqué de las cosas”, explica Bach.

Ese frágil vínculo que relaciona economía desahogada con buena vida puede enturbiar el rol orientador de los padres. “Hay tanta gente con mucho dinero y muy infeliz…”, recuerda Bach. En ocasiones, no es ya una cuestión monetaria, sino de “prestigio social”, añade Cobos, lo que legitima –desde la óptica paterna– el aceptar ciertas opciones y negarse en redondo a otras. Siempre sobrevolando, la también ambigua noción del éxito. Entre las posibles definiciones, Bach ofrece la suya: “Lo entiendo no tanto como reconocimiento externo, sino como una sintonía entre tu esencia y lo que uno hace”.

¿Y las salidas?

Sea cual sea el estilo de paternidad o nuestra idea de felicidad, casi todas las familias comparten una preocupación. “Es la pregunta que más escucho en mis reuniones con padres: ¿esto tiene salidas?”, cuenta la presidenta de Copoe, que ejerce como orientadora en un instituto de Málaga. Cobos suele responder con una máxima de tintes machadianos: “La salida se encuentra siguiendo tu propio camino. Uno tiene que perseguir sus sueños, aunque suene a cuento de hadas”. En la misma línea, Bach sostiene que “las salidas no vienen dadas, más bien las encuentra cada persona con su disposición y actitud”. Además, coinciden ambas, en un mercado laboral de mutaciones aceleradas, las certezas en el medio-largo plazo escasean.

Si las teóricas salidas se argumentan como baño de realidad, las expectativas de los padres respecto a sus hijos pueden pecar, paradójicamente, de idealismo. “El tiempo te va enseñando que tus hijos no son como a ti te gustaría, sino que son como son, y así hay que aceptarlo. Las expectativas van cambiando a medida que vas conociendo las cualidades de tu hijo”, señala Cobos. Tan pernicioso puede resultar empeñarse en que el chico o chica se caiga del guindo de su vocación, como subirle a unos altares que no le corresponden. “Al orientar, hay que tener cuidado de no estar condicionados por nuestras frustraciones y deseos, nuestros miedos y sueños no realizados, por nuestras creencias, a veces muy sesgadas, de lo que es bueno o malo”, apunta Bach.

Director del Máster en Orientación Educativa Familiar de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), Josu Ahedo menciona un patrón habitual de determinismo orientador en la familia: “Algunos padres dan por hecho que, como ellos son médicos o ingenieros, sus hijos también deberían serlo”. Los progenitores que se entrometen en exceso pueden encontrar un filón cuando la luz del destino no acaba de encenderse. “Hay chavales que realmente no tienen ninguna vocación, incluso cuando sus notas son excelentes y podrían estudiar lo que quisieran”, admite Ahedo. En estos casos, las decisiones pueden tomarse por motivos tan triviales como “qué han elegido los amigos”, explica el profesor de la UNIR.

La ausencia de vocación podría asociarse a una personalidad indefinida. O a un paso por la vida tibio, sin timón, arrastrado por la marea. Pero muchas veces es la consecuencia lógica de un enfoque educativo que concede escasa autonomía al hijo. “Les privamos de la posibilidad de ir tomando decisiones porque no queremos que se equivoquen. Llegan a los 15 años sin saber qué decidir porque no lo han hecho nunca. Y al final, deciden los padres”, explica Ahedo. En su opinión, orientar es un proceso largo y continuo en el que, desde edades tempranas, “preguntamos a los hijos qué les gusta o interesa, cuáles son sus preferencias e inquietudes, al tiempo que exploramos sus capacidades naturales, qué se les da bien”.

Nada de imposiciones

Pocos padres se abstendrán por completo de influir –conscientemente o no–sobre el futuro académico- laboral de sus hijos. Quizá la alerta deba sonar solo cuando uno se aproxima al terreno de la imposición, expresa o tácita. “Normalmente sale mal, muy mal. Es caro, en tiempo y en coste emocional, y resulta frustrante”, advierte Cobos. Y es que los escollos se multiplican cuando uno nada contracorriente. “Cualquier elección va a suponer un esfuerzo que solo se puede sostener si es tu decisión; si no es lo que uno quería, tu perseverancia se va a tambalear en cuanto aparezcan dificultades”, considera Bach.

Orientar sin indicar un camino ya trillado. Opinar sin imponer. Querer lo mejor sin dogmatismo moral o existencial. Aunque se antoje difícil marcar delgadas líneas rojas, resulta positivo saber al menos que estas existen. Y que traspasarlas conlleva riesgos.

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