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Prevenir los trastornos de la conducta alimentaria

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son trastornos psiquiátricos en los que el miedo a engordar, la alteración de la percepción del peso y la silueta y la dependencia de la opinión de los otros provocan alteraciones graves de la conducta alimentaria y de la vida afectiva.

 

Por Adrián Cordellat

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son trastornos psiquiátricos en los que el miedo a engordar, la alteración de la percepción del peso y la silueta y la dependencia de la opinión de los otros provocan alteraciones graves de la conducta alimentaria y de la vida afectiva. Su prevalencia ha ido en aumento en las últimas décadas entre los adolescentes. No en vano, se estima que hoy en día alrededor del 5% de los adolescentes españoles sufre algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria, lo que los pone en riesgo de graves consecuencias físicas que hasta en un 10% de los casos acaban en la muerte.

“La adolescencia es una etapa de crisis vital en la que se forja nuestra personalidad. El adolescente se encuentra algo perdido, no sabe quién es y necesita pertenecer y ser aceptado por su grupo de iguales. Esa aceptación, en la sociedad actual, se obtiene a través de la imagen, del físico, lo que convierten a la adolescencia en una etapa propicia para el desarrollo de estos trastornos”, reflexiona Eva de los Reyes, Psicóloga de la Unidad de TCA del Hospital HLA Puerta del Sur de Jerez.

La anorexia nerviosa, la bulimia y el trastorno por atracón son las tres formas más socialmente conocidas de trastorno de la conducta alimentaria. La primera se caracteriza por una restricción alimentaria y una distorsión del esquema corporal que hace que los afectados se vean gordos o tengan miedo a engordar. La segunda por los atracones compulsivos de comida y por las conductas compensatorias para no engordar (vómitos, ejercicio físico, etc.). El tercero, por último, por la ingesta compulsiva sin conductas compensatorias, lo que explica que el trastorno por atracón sea el responsable del 40% de las obesidades en España.

Prevenir mejor que curar

La prevención, aunque no descarta al 100% el desarrollo de trastornos de conducta alimentaria, sí que es una herramienta que se puede trabajar en casa desde la infancia de nuestros hijos e hijas. En ese sentido, De los Reyes destaca la importancia de hacer al menos una comida al día en familia “para fomentar la comunicación”. También de que en esas comidas, y en la vida en general, los padres y madres “transmitan y favorezcan unos hábitos saludables de alimentación (que huyan de la comida basura, pero que tampoco sean muy restrictivos); y de estilo de vida, promoviendo la actividad física”.

Además, la psicóloga destaca la necesidad de “romper” desde casa con los prejuicios y los estereotipos sociales, fomentando el espíritu crítico para que los niños y niñas no caigan en la trampa del físico idílico de la publicidad. “Muchas veces se idolatran los cuerpos delgados, todo lo que es estética, y hay otros valores muy importantes en la vida. En ese sentido, también hay que intentar evitar los comentarios despectivos que sin darnos cuenta hacemos a los niños referentes a su cuerpo como “el gordito” o “el barrigón”, ya que esto va haciendo mella en los niños”, reflexiona.

Síntomas para la sospecha

Si la prevención no ha funcionado, los expertos señalan una serie de síntomas y comportamientos que nos podrían hacer sospechar pronto (los TCA son enfermedades de desarrollo lento y que cuesta diagnosticar en un principio) de que nuestro hijo o hija está empezando a desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria:

  • Come solo o a escondidas y evita los horarios habituales de comidas de la familia ocupándolos con actividades para evitar sentarse a la mesa.
  • Presenta un aumento o una pérdida excesiva de peso
  • Se siente avergonzado por lo que se ha comido y si come lo que considera “mucho”, lo compensa con actividad física o algún método de purga.
  • Después de comer se encierra en el baño sin motivo aparente.
  • Realiza regímenes alimentarios extraños y muy estrictos, continuamente se encuentra “a dieta” autoimpuesta.
  • Presenta malestar general y tiene cólicos y diarreas frecuentes.
  • Muestra obsesión con la comida hasta el punto de que su vida gira alrededor de ésta.

A estos síntomas Eva de los Reyes añade otros de carácter anímico, como los síntomas depresivos, la baja autoestima, el aislamiento, los cambios de ánimo y la irascibilidad. “Esto es muy importante, porque cuando los niños pasan el tratamiento y se recuperan los padres suelen decir que han recuperado a sus hijos. Es como si estos trastornos se los comieran, les quitasen la alegría”, concluye la psicóloga.

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Cómo actuar como padres

Una vez que se ha diagnosticado un trastorno de la conducta alimentaria, los expertos aconsejan huir de la culpa. Tanto de la que podemos atribuir a nuestro hijo o hija como de la que podemos experimentar los padres y madres por sentir que lo que les pasa es culpa nuestra.

Eva de los Reyes, además, destaca la importancia de que los padres dejen de lado la que suele ser su preocupación fundamental: que los hijos coman. “Es importante, por supuesto, pero no hablamos de trastornos con la comida, sino de enfermedades mentales. Eso es muy importante tenerlo claro. Los padres tienen que entender que tras la excusa de la comida hay un hijo que está sufriendo, que la comida no es más que la expresión de un malestar interno, así que no se trata de que el niño o niña aprenda a comer, eso solo es la punta del iceberg. Hay que indagar para saber qué le ha pasado a su hijo para que necesite la comida para sentirse bien o para evadirse”, asegura.

Por último, recomienda a los padres y madres aceptar que la adolescencia es una etapa de reaprendizaje de la relación con nuestros hijos e hijas “en la que tenemos que aprender a soltar y a estar, porque los hijos piden independencia, pero a la vez nos necesitan a su lado para darles seguridad”.

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