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Slow Parenting. Educar a fuego lento

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Del colegio a la academia de alemán. Y de allí, a la pista de tenis. Cuando llegan a casa, el descanso se llama televisión o consola. Todos los días. Todos los años de una infancia desvirtuada. ¿De verdad es esto lo que queremos para nuestros hijos? El movimiento slow parenting plantea una alternativa.

RODRIGO SANTODOMINGO

 

 

Un segundo de lucidez en su borrachera de paternidad cronometrada. Algo así tuvo hace unos años Carl Honoré mientras hojeaba un libro de microcuentos para dormir a los niños en sólo un minuto. “Gran idea, me lo compro”, fue su primera reacción. Y entonces vio la luz. ¿Arañar tiempo a uno de esos instantes mágicos en las relaciones con nuestros hijos? ¿Gran idea? Vaya locura…

Autor de Elogio de la lentitud y Bajo Presión, Honoré se ha convertido en la cabeza visible del slow parenting, un movimiento que aboga por que la aventura de educar evoque un plácido paseo en bicicleta y no una frenética carrera de bólidos en circuito urbano. Padres pausados, calma parental, paternidad a fuego lento. La traducción es lo de menos; lo importante pasa por saber formularse un par de preguntas esenciales. ¿Cuánto tiempo (de calidad, sin el yugo del estrés o la irritación) dedico a mis hijos? ¿Les trato como a verdaderos niños o como al proyecto de adulto que a mí me gustaría que un día fuesen?

Ingrediente básico de la receta slow: menos actividades extraescolares y más corretear por el parque. “Los niños necesitan jugar mucho, preferentemente en espacios abiertos en los que puedan moverse a sus anchas, imaginar, dar rienda suelta a su energía”, afirma María Novo, presidenta en España de la Asociación Slow People. A la hora de planificar el horario no lectivo del chaval, “la vía media es la adecuada”, añade Novo. Moderación cuantitativa y “aconsejar” en vez de imponer en la elección de la actividad concreta.

Suena paradójico. María Celeste Meana ha abierto en Buenos Aires (Argentina) D-Spacito, un centro “de recreación slow” que ofrece teatro, música o dibujo para niños. Amplia oferta de extraescolares bajo el amparo de una corriente que nos insta a reducir su dosis. ¿Cómo se resuelve esta contradicción de términos? En que su propuesta “está dirigida  desde lo lúdico, sin las obligaciones y presiones” inherentes a otros enfoques “que siempre tienen un objetivo académico”.

 

¿ABURRIDOS?

Otra máxima: dieta estricta de cachivaches electrónicos. Imaginación al poder. La alternativa al violín o al kárate no son la tele-niñera o el ordenador, “herramientas rápidas y fáciles de entretener” en palabras de Meana. También resulta conveniente racionar el arsenal de juguetes ultra-sofisticados que adormecen el ingenio o aquellos en los que la competición marca la pauta.

Llegado el caso, no hay que “tener miedo de que los niños se aburran”, asegura la responsable de D-Spacito. Ya se las apañarán ellos para convertir el sofá del salón en barco pirata o un puñado de piedras en familia numerosa. Según Novo, no debemos “olvidar dos cosas: a los niños les gusta estar con otros niños e inventarse ellos sus juegos”.

Inevitablemente, adoptar un nuevo modelo de paternidad implica renuncias, sobre todo en el campo profesional. Como dice la presidenta de Slow People España, “no podemos enseñar a nuestros hijos algo que nosotros no practiquemos. En la medida de lo posible, es conveniente trabajar menos horas y poder atenderles mejor, aunque disminuya algo nuestra disponibilidad económica. Recuerdo una postal que encontré en una pequeña tienda inglesa. Decía así: ‘a los ojos de un niño, el amor se llama tiempo’”.

 

-La tele mató a la infancia

El secreto, el misterio, la inocencia. En 1979, el sociólogo estadounidense Neil Postman escribió «La desaparición de la infancia» para denunciar que dichos conceptos, estrechamente unidos a la idea de niñez, estaban siendo erosionados por la omnipresencia de la televisión. Un medio que, con su constante bombardeo de noticias y mensajes comerciales, había difuminado los contornos que separan al mundo adulto del infantil. Un pasaje resume su tesis: “(con la televisión) a los niños se les ofrecen respuestas a preguntas que nunca hicieron”.

Ya en la década de los 90, Postman (que falleció en 2003) pudo comprobar cómo otros fenómenos contemporáneos no hacían sino confirmar lo profético del título de su obra. El sociólogo criticó con dureza la figura del padre sobreprotector que aspira a controlar con exceso de celo la vida de sus hijos. «¿Por qué los niños ya no se divierten solos, sin supervisión paterna?», se preguntaba en una entrevista concedida en 1994. Postman también tuvo tiempo para lanzar dardos contra el nuevo sustrato competitivo del juego deportivo (organizado, claro está, por los padres) o la manía de vestir a los hijos como reproducciones en miniatura de un adulto casual.

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