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Thinks for kids: ¿Qué es el pensamiento creativo?

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La creatividad no es sinónimo de manualidades. El libro ‘Thinks for kids’ potencia el juego no dirigido en nuestros hijos y les ayuda a potenciar su ingenio.

Por Ana Veiga

El confinamiento por la pandemia nos ha afectado a todos y, en especial, a los niños. En este tiempo, los menores han demostrado su resiliencia pero también han puesto sobre la mesa el gran papel de la creatividad en sus vidas y en las nuestras.

“En el confinamiento, se ha dado más valor a asignaturas que en los sistemas educativos siempre hemos denominado ‘marías’ y se ha demostrado que el arte en general (pintura, música, plástica, cine, etc) junto con el ejercicio físico es lo que mejor funciona para nuestro equilibrio emocional en momentos delicados”. Quien habla es Raúl Bermejo, psicólogo y coautor de Thinks for kidsjunto al diseñador e ilustrador Nacho Uve.

Al contrario que las manualidades –que son actividades más cerradas y con órdenes dirigidas–, Thinks for kids consiste en propuestas para imaginar, actividades abiertas que sirvan de inspiración para crear otras nuevas, incluyendo a la vez a contenidos curriculares como la lectoescritura o las matemáticas. ¿La clave de su propuesta? “Queremos que los niños disfruten del proceso sin importar tanto el resultado final y que entiendan el error como herramienta de aprendizaje”, explica el psicólogo, conocido en la pequeña pantalla por su participación en el programa La Vida Secreta de los Niños. “El objetivo final de Thinks for kidses que aprendan de una forma más lúdica y multisensorial para ayudarles a desarrollar y entrenar el pensamiento creativo”.

Y ¿qué es el pensamiento creativo? Raúl desliga el término del arte y se refiera a él como aquel que “nos permite buscar soluciones a las adversidades que nos encontramos”. Por ello, sus ejercicios suelen girar en torno a desafíos combinados con sorpresas para aumentar el rendimiento académico en los niños y niñas mientras les ayudan a desarrollar su autoestima.

El niño en el centro

Con el fin de ceder el máximo espacio a la imaginación y control del propio niño, el diseñador gráfico Nacho Uve ha puesto a los niños en el centro, creando un libro infantil que no requiera apenas de intervención adulta que pueda condicionarlos. Y eso ha influido en todo lo referente al diseño, dotando de un papel principal a los pequeños lectores y manteniendo su propio lenguaje gracias al uso de ilustraciones hechas por los niños, posteriormente editadas. “Para mi, el pensamiento creativo es una de las cualidades más importantes en el desarrollo. Creatividad no es solo pintar o dibujar; es toda esa magia que cada uno de nosotros tenemos y que nos tienen que potenciar, ya sea cantando como cocinando tarta”, dice Uve.

Habla en primera persona porque vive de su creatividad, a pesar de su contexto vital. Como la mayoría de españoles, viene de una educación “donde el arte y la creatividad eran las últimas de la fila a nivel académico”, confiesa el diseñador. “El mensaje que recibía es que yo no podía ser nadie si no era bueno en químicas o matemáticas, si no era capaz de estar 8 horas sentado en un aula. Siempre pensé que era un mal estudiante y que nunca llegaría a ser nadie pero ahora soy muy feliz dedicándome a algo que me apasiona, en un mundo donde las matemáticas y la física no son tan importantes”.

Por eso, este libro es significativo para él de muchas formas. “Creo que lo más importante es que el niño se sienta libre de poder hacer lo que quiera, sin pautas o normas muy marcadas. Nos sorprendería la capacidad que tienen los niños para crear un imaginario único que a los adultos se nos escapa”, defiende.

Precisamente, la libertad es una de las claves necesarias para fomentar un pensamiento creativo: alejar las instrucciones y los mandatos adultos y dejar que la creación fluya.

Y no lo dicen solo Bermejo y Uve sino que también lo secunda Nuria Pérez. Ella ha sido directora creativa en publicidad para clientes como Coca-Cola, Kellogg’s o Nestlé y, tras su reciclaje profesional, se dedica al asesoramiento familiar, usando la creatividad como engranaje de unión. Entre muchas actividades, en los últimos años ha impartido talleres de pensamiento creativo para padres. “En los talleres de pensamiento creativo se trabaja con el niño y su desarrollo de una manera muy similar a la usada en las agencias creativas para afrontar cualquier problema con un producto. Tratamos de individuar sus talentos y sacar el mayor potencial de cada niño para que sepa qué puede aportar al mundo de mayor”. Con este fin, se usan ejercicios de pensamiento lateral, que aumentan la creatividad y les enseñan a sopesar varias opciones para un problema, a mirar las cosas desde diferentes puntos de vista. “Si tienes un hijo creativo, tienes que tener mucha responsabilidad en lo que yo llamo el 5 a 8, es decir, las horas después del cole, porque el sistema educativo no va a ser su aliado para potenciar sus cualidades”, sentencia.

Aunque lanza un aviso a navegantes: “Hay una frase muy habitual en el 99,9% de los padres: ‘Mi hijo es muy creativo porque pinta muy bien’. La gente todavía confunde pensamiento creativo con creatividad plástica aunque, en realidad, la creatividad no es sinónimo de pintar. La creatividad puede ser clave para, por ejemplo, un científico que debe enfocar un problema de formas diferentes para encontrar una solución”, defiende.

Pérez considera que “somos una sociedad muy de manual, de una herramienta o una misma técnica para todos… pero los que hemos tenido varios hijos sabemos que cada niño es un mundo y que no puede haber un método único que funcione para todos”. Frente a esa idea, el pensamiento creativo potencia el aprendizaje sin estructuras cerradas para adaptarse a las necesidades y potencial de cada persona. “Se trata de ver con cada niño cómo usa el lenguaje, qué canal de comunicación utiliza, qué talentos hay que potenciar y cómo podemos hacerlo”, razona.

Así, anima a poner al alcance de los niños y niñas diferentes mundos y disciplinas, para que pueda detectar cuáles le causan más interés y hacer conexiones entre lo aprendido en ellas. “Podemos tirar de los mundos adultos que conocemos y enseñar a nuestros hijos qué se hace en ellos, en vez de apuntarlo solo a actividades dirigidas o darle juguetes direccionales. Puedes llevarlo a ver a tu amiga arquitecta, a ver cómo cocinan los abuelos o en qué trabaja el tío… La cuestión es tener elasticidad y ofrecer al menor diferentes experiencias que amplíen su visión de la realidad”.

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