Con lo que hay en el monedero hoy,
a esta hora el consejo es que a nadie
se le ocurra ni siquiera esperar
a las rebajas porque todo va a subir;
si no lo está haciendo ya.
Autor: Rafael Guijarro
Lo que se decía de que las Navidades se adelantan siempre mucho por culpa de los
grandes almacenes, este año va a haber que hacerlo porque quién sabe cuanto
dinero quedará en la tarjeta el día de Nochebuena. Con lo que hay en el monedero
hoy a esta hora en la que toca darle algunas vueltas al futuro inmediato de los
padres de familia, el consejo es: que a nadie se le ocurra ni siquiera esperar a
las rebajas porque todo va a subir, si no lo está haciendo ya. Todo, menos los
sueldos, y las pensiones. Un pensionista en la familia va a ser como agua de
mayo para la cuesta de enero, porque la Ley obliga a pagarle la diferencia entre
el 2% de subida prevista en los presupuestos y lo que dé la inflación media de
noviembre. Y como en noviembre la inflación da por lo menos 3,4%, al abuelito le
van a dar en enero una paga extra por ese 1,4 de más que ha subido la vida.
A
los demás, ni el Gobierno, ni el Jefe, ni nada de nadie le va a subir ni un duro
y si pueden, se lo bajarán. Con la cosa de la deslocalización, a lo mejor se
llevan la empresa a Osetia del Norte o a Kazajstán, o a un barrio cerca de Pekín
o Calcuta, en la que hay gente a porrillo que haría lo mismo o quién sabe, pero
por la mitad de la mitad. Total, qué más dá que allí se haga la mitad que aquí,
si ya no vamos a tener dinero para comprar las cosas que fabrican esas empresas.
Mientras los emigrantes vienen, las empresas se van y hasta podría pasar que
acabáramos emigrando nosotros mismos a Alemania, como la película de Landa y
Sacristán, "Vente a Alemania Pepe", pero ahora con la Merkel de Jefa del
Gobierno, la chica a la que nuestro Presidente no tuvo mejor ocurrencia que
felicitarse porque había perdido las elecciones, cuando resultaba que las había
ganado y que se ha convertido en la esperanza de media Europa para que la
locomotora alemana vuelva a tirar para adelante de todos nosotros y remiende
nuestras flaquezas.
Todo eso llegará, porque no hay mal que cien años dure,
pero de aquí a entonces, de estas Navidades en adelante e incluso desde hoy
mismo hasta la Navidad, los precios van a subir y a subir y a subir, nada de
como la espuma, sino consistentemente como un tsunami de olas de diez metros que
nos va a llevar a subirnos a los tejados de las casas y comer las uvas cada dos
o tres campanadas para que haya para todos y para que dure el saborcillo, como
hacen los niños cuando paladean los pasteles antes de comérselos para que dure
más el sabor en la boca. Y en enero, Dios dirá.
Amárrense los cinturones, que
van a fallar la electricidad, el gasóleo y el gas o se van a poner por las nubes
y nosotros estamos con los pies en el suelo.