Autor: padresycolegios.com
Tengo dos hijos, de 12 y 9 años. El de 9 es muy sociable, tiene muchas aficiones, destaca en los deportes y en las notas. El de 12 años tiene implante coclear como consecuencia de una sordera. Tiene muy buen carácter y eso le ha ayudado a aprender a hablar bastante bien. En el colegio va bien, con apoyo por las tardes y con mucho esfuerzo por su parte, que no le da tanto fruto como el quisiera, ya que no pasa del suficiente.
Entre los dos tienen una relación buena, con las peleas normales, pero con muchos celos por parte del de 9 años, que tiene muchos amigos que lo invitan de vez en cuando.
Yo intento ocuparme de que el de 12 años tenga amigos ya que le cuesta integrarse en un colegio que él es el único con implante. Traigo amigos a casa de su edad desde siempre para que sea una amistad que se base en el trato y en el cariño. Me encuentro con el problema que mi hijo de 9 años se empeña en hacerse íntimo amigo y aislar a su hermano mayor a base de acaparar la atención del invitado.
Se lo hemos intentado razonar de todas las maneras y no sólo no lo comprende, sino que lo ha tomado como norma. Ya no sólo lo hace en casa con los amigos de su hermano, sino que lo hace siempre que puede, en las reuniones familiares, en las vacaciones. A mi me afecta, porque me he volcado para quitarle los celos y no lo consigo y me afecta, porque el de 12 años sufre y no tiene habilidades sociales como para superarlo solo.
ANA.SEVILLA
El tema de los celos es un aspecto que siempre preocupa a los padres, sobre todo cuando el desarrollo de alguno de los hijos se ve afectado por esa reacción, a la vez natural en la infancia. Es importante no exagerar las situaciones y tratar de dar una respuesta concreta a las necesidades de los hijos. Lógicamente, como padres, este aprendizaje conlleva el sufrimiento de no acertar en las primeras tentativas. Lo importante es ir poco a poco educando a los niños de acuerdo con su situación, sus necesidades y sus características.
Lógicamente la situación que planteáis es algo general y, como tal, las orientaciones que aparecen aquí también serán de carácter general. Creo que dentro de una visión general es necesario trabajar aspectos concretos:
1 Dar refuerzos sociales, verbales a cada uno de los hijos cuando progresen en sus conductas, de manera que el refuerzo les sirva de aliciente para repetir esos comportamientos.
2 No conviene sobreproteger a los niños en exceso, porque al final eso repercute en una falta de autonomía a nivel personal, que les hace infravalorarse y tener menos habilidades sociales.
3 Creo que no es del todo acertado intentar limitar el comportamiento del de 9 años y no intentar ningún cambio con el de 12 años. Tal vez lo más acertado sería trabajar, por medio de algún programa específico de habilidades sociales, las dificultades de relación del mayor. En la medida en que tenga estrategias de funcionamiento el más pequeño también le respetará más su espacio.
4 Por otro lado, a nivel familiar, siempre ayuda conseguir un vínculo afectivo estable con cada uno de los hijos. A veces, actividades extraescolares lo que hacen es alejar emocionalmente al niño de la familia, aunque aparentemente consiga una autonomía personal y una satisfacción por la diversión de la actividad. Lo que ha de importar no es tanto tener entretenido al niño sino que en éste exista un ajuste emocional adecuado.
5 Es una ventaja que la interacción entre los hermanos sea buena. Conviene intentar introducir los cambios aprovechando esa buena relación entre ellos.
6 El sentimiento del menor de «celos», tal vez aparezca porque él percibe que la manera de establecer el afecto con el mayor es mejor que la que se utiliza con él. Por ello, es importante revisar qué conductas afectivas se tienen también con él: contactos físicos (abrazos, besos), juego, diálogo. Lo que el pequeño tiene que percibir es que los mayores se implican con él. La implicación se entiende como la «atención psicológica que el adulto presta al menor por medio de acciones concretas: miradas, juego, diálogo, aproximaciones, contactos afectivos, etc.
7 En cuanto al tema de los límites, hay pautas concretas que siempre ayudan, a modo de ejemplo planteo algunas de ellas: dar instrucciones breves y que vayan al grano, dar una sola orden de manera que el niño sepa qué es lo que tiene que hacer, utilizar frases que especifiquen claramente la conducta deseada, ser realista en las expectativas y usar frases que correspondan a la edad del niño, utilizar instrucciones de «hacer» en lugar de prohibiciones, no dar órdenes innecesarias, no amenazar al niño, usar frases del tipo «si -entonces», siempre que sea posible dar opciones al niño, alabe su obediencia y establezca consecuencias para la desobediencia, dar avisos y recordatorios útiles, fomentar la resolución de problemas en los niños.
8 Por otro lado, el niño tiene que tener puntos de referencia estables que se concretan a veces en normas simples, justas, que el niño entienda en el contenido y en las consecuencias de la misma, y que dichas normas respondan a criterios justos y consistentes. La norma por la norma no es algo pedagógico, la norma tiene que tener un sentido.
Con estas ideas no pretendo dar solución a una situación problemática conocida, con pocos datos, y desde la distancia, sino aportar algunas pautas educativas que en todo caso, siempre vendrán bien. Ánimo.
ROCÍO MECA
PEDAGOGA Y TERAPEUTA DE FAMILIA