Mi juicio provisional al respecto es que, de todos modos, es improbable que disminuya la tasa general de fallecidas, no ya por la creciente presencia de extranjeras (o de mujeres que viven en pareja de hecho, cuyo riesgo es también varias veces superior al de las casadas), sino porque la tasa española es de las más bajas en un grupo amplio de países desarrollados para los que contamos con datos
Autor: JUAN CARLOS RODRÍGUEZ. Sociólogo
En otras ocasiones he recordado la necesidad de conocer suficientemente la dimensión de los problemas sociales y, por tanto, la de contar con buenas series de datos, prolongadas en el tiempo si es que queremos conocer la evolución de esos problemas o los resultados de las medidas que intentan resolverlos. En ausencia de buenos datos, habrá que reconocer la provisionalidad de nuestros juicios, o incluso, tendremos que suspenderlos hasta contar con la evidencia empírica suficiente. Por supuesto, siempre teniendo en cuenta que los datos no hablan por sí solos y que, aun contando con buenas series, no hay que olvidar, entre otras limitaciones, la existencia de factores de confusión, que pueden ofuscar la relación entre dos variables o la evolución de un fenómeno aparentemente sencillo.
Viene lo anterior a cuento de la alarma reciente porque este año vuelve a aumentar el número de mujeres fallecidas por violencia de pareja, probablemente alcanzando el nivel máximo conocido. Sobra decir que un dato aislado no nos dice casi nada de la dimensión de un fenómeno, ni su aumento de un año para otro, aunque muchos periodistas y políticos así lo crean. El problema en el caso de la violencia de pareja es que las cifras con las que contamos sólo nos permiten un juicio, si acaso, provisional. La serie de denuncias por delitos o faltas en este campo no nos vale para estimar si aumenta o disminuye esta violencia porque los criterios de qué es pareja o qué es delito han cambiado varias veces en los últimos diez años. Además, es difícil discernir si, como ocurre, grosso modo, en el último trienio, que haya más denuncias se debe a un aumento de la violencia o a una mayor proclividad a denunciar.
La estadística más trágica, la de las fallecidas a manos de su pareja o expareja, tampoco nos ayuda mucho. Por lo pronto, oscila bastante de un año a otro. Además, no contamos con una serie suficientemente prolongada de datos. Sólo podemos remontarnos a 1999. ¿Aumentan estas muertes desde entonces? Las cifras absolutas sí tienden a aumentar, aunque muy ligeramente. De todos modos, lo lógico es tener en cuenta las cifras relativas, esto es, calculadas como una tasa de la población de referencia, digamos, la de mujeres de quince años o más. En este caso, también se observa una tendencia al alza, pero todavía más débil. Sin embargo, ello no implica, siquiera provisionalmente, que esta violencia esté creciendo, pues esas tasa están calculadas sobre una población con muy cambiantes características, las cuales precisamente influyen en el fenómeno que queremos medir. Así, si consideramos, la tasa de las mujeres españolas, vemos que permanece estable desde 1999, y si nos fijamos en la de las extranjeras, incluso parece descender desde ese año. Lo que ocurre es que el riesgo de violencia mortal de pareja de las extranjeras es varias veces superior al de las españolas. Como está aumentando el número de extranjeras, eso provoca una mínima tendencia al alza de la tasa general.
Mi juicio provisional al respecto es que, de todos modos, es improbable que disminuya la tasa general de fallecidas, no ya por la creciente presencia de extranjeras (o de mujeres que viven en pareja de hecho, cuyo riesgo es también varias veces superior al de las casadas), sino porque la tasa española es de las más bajas en un grupo amplio de países desarrollados para los que contamos con datos. No me tomen, de todos modos, por un derrotista. Tan sólo me gusta tener en cuenta los límites de la realidad, y de nuestros intentos de intervención en ella, al analizar la sociedad en la que vivimos.