Creo que una de las razones de
fondo que explican el progresivo
deterioro que sufre la enseñanza
en nuestro país (no
basta con achacar todas las responsabilidades
a la autoridad incompetente) la
constituye la escasa, casi nula, implicación
de los padres en el proceso educativo.
Autor: Juan Manuel de Prada
No me refiero tan sólo a esa obligación
intransferible de "centinelas" que nos incumbe a los padres, convirtiéndonos en
algo así como maestros de guardia dispuestos siempre a ampliar y consolidar los
valores y conocimientos que nuestros hijos reciben en la escuela; obligación de
la que, por desgracia, muchos padres están dimitiendo, inmersos en una vorágine
cotidiana que descuida lo esencial.
Me refiero también a ese deseable grado
de comunión que debe existir entre los padres y el proyecto educativo del centro
en el que sus hijos cursan estudios. „Comunión‰ no significa aceptación más o
menos remolona de un ideario, sino participación activa y fecunda en las
actividades promovidas por los colegios, que los padres deben hacer suyas,
impulsar con su iniciativa e iluminar con su presencia.
Los efectos de esta
participación no se harán esperar: además de acicatear la estima de nuestros
hijos (quienes, al comprobar que sus padres sienten como propias las actividades
que se desarrollan en el centro, cobrarán conciencia de su relevancia), servirán
para infundir ánimos a la comunidad docente, tan necesitada de estímulos, y, en
definitiva, para que se robustezca la identidad de cada centro.
No nos
engañemos. A la larga, lo que justifica la existencia de la escuela concertada
es ese grado de comunión de los padres con el proyecto educativo que han elegido
para sus hijos. Si esa comunión se queda en un aderezo puramente nominal,
remolón y pasivo, la identidad de la escuela concertada se irá erosionando poco
a poco, hasta quedar diluida en ese aguachirle de "igualitarismo" que nuestra
época quiere imponer, para reducirnos a masa amorfa y manipulable.
Sin ese
aliento que infunde nuestra presencia, la escuela concertada acabará padeciendo
los mismos achaques que hoy arrastra la pública: despersonalización en las
relaciones, desaliento en el profesorado, sentimientos de inercia y fatalismo
que se irán extendiendo como una gangrena. Por lo demás, si elegimos para
nuestros hijos la escuela concertada es, precisamente, porque consideramos que
hay en ella un rasgo distintivo que consideramos precioso; pero la mejor manera
de demostrar nuestra conformidad con ese rasgo distintivo es haciendo del
colegio una prolongación del ámbito familiar y, por tanto, un campo de
intervención asidua y gozosa.
Tengo una hija de tres años matriculada en un
colegio concertado de hermanas concepcionistas. A ellas, en los avisos y
circulares que dirigen a los padres, convocándolos a diversas actividades
complementarias, les gusta hablar de "familia" para designar a la comunidad
educativa, en la que desde luego incluyen -en lugar eminente- a los padres de
los alumnos. En estos pocos meses que mi hija lleva asistiendo a clase he tenido
ocasión de participar en algunas de estas actividades complementarias
ˆeucaristías, modestos ágapes prenavideños, etc.-, con motivo de alguna
festividad señalada.
Son, por lo común, actividades que no nos imponen a los
padres renuncias costosas, ni graves descalabros en nuestra agenda; tan sólo
exigen por nuestra parte una prueba de compenetración en el esfuerzo conjunto
que nuestros hijos y sus educadores llevan a cabo cada día. Participar en estas
actividades requiere una pequeña dosis de entusiasmo (y ya se sabe que la
pérdida de entusiasmo es el síntoma más irremediable de la vejez); pero a
cambio, ¡qué grande es el beneficio moral que proporciona a quienes
abnegadamente se entregan a la educación de nuestros hijos! ¡Y qué caudal de
alegría traslada a nuestros propios hijos, que al vernos trabajar codo con codo
con sus profesores, al comprobar que participamos de sus desvelos, sienten que
el colegio se convierte en una prolongación del hogar!
A los padres
reticentes a participar de estas actividades les invito desde esta tribuna a
aumentar su grado de comunión educativa. Comprobarán que no existe mejor elixir
vital.