Este mes tenemos dos cosas que contarles. El último número del periódico ‘Magisterio’ publica un informe elaborado por el Ministerio de Educación que pone de manifiesto que los alumnos que utilizan ordenador en clase “todos o casi todos los días” obtienen, en la Prueba de Diagnóstico, entre 84 y 62 puntos menos…
Este mes tenemos dos cosas que contarles. El último número del periódico ‘Magisterio’ publica un informe elaborado por el Ministerio de Educación que pone de manifiesto que los alumnos que utilizan ordenador en clase “todos o casi todos los días” obtienen, en la Prueba de Diagnóstico, entre 84 y 62 puntos menos (dependiendo de la prueba) que los que lo utilizan “nunca o casi nunca”. El propio Ministerio admite que estos resultados son “francamente destacables”. Como hemos advertido en varias ocasiones, las oportunidades educativas que ofrece el uso de las TIC en el aula son evidentes e ilusionantes. Sin embargo, resulta clave preguntarse algo obvio: ¿para qué? ¿para amenizar las clases? ¿para motivar al alumnado? ¿para ilusionar al profesor? ¿para mejorar la adquisición de conocimientos y competencias? ¿para la adquisición de destrezas digitales? ¿para estar al día? ¿para suplir la labor del profesor? ¿para ‘sobrevivir’ en el siglo XXI? Llevamos poco tiempo con este furor TIC, pero hay dos cosas parece que empiezan a quedar claras. Primero, no basta con adquirir competencias o destrezas. Los alumnos deben adquirir conocimientos, retener conceptos, saber cosas… por más que se nos diga que todo está a un clic de Google. Segundo, las TIC hay que introducirlas lenta y prudentemente. Los países modelo, como Finlandia, están siendo muy prudentes en todo esto.
También queremos referirnos en este último editorial del año a las fechas que se avecinan. Abrimos el número que tienen entre manos con un amplio reportaje sobre las oportunidades formativas que ofrece la Navidad. En concreto y de la mano del último informe de UNICEF, repasamos la situación de la infancia en el mundo, pero no nos quedamos en un lamento estéril y paralizante sino que proponemos una decena de ideas –sencillas y asequibles– para mejorar este mundo empezando por los más cercanos. No hace falta que nos lo recuerde UNICEF para ser conscientes de las dificultades que atraviesan muchas familias españolas, quizá un amigo de nuestro hijo, un vecino, un cuñado o un pariente lejano. Tal vez el gesto más navideño puede ser descolgar un teléfono para interesarse y ofrecer ayuda: “Oye, si te ves apurado, cuenta conmigo”.