Los padres no saben si responder
con una educación permisiva, que
les parece deformadora al 80%, o
con otra autoritaria que le parece
igualmente inadecuada al 77%. Es
decir, los padres están hechos un
nudo total según el CIS.
Autor: Rafael Guijarro
Un fabricante de juguetes reconocía que no le afectaba la bajada de la natalidad
porque cuantos menos niños había, más juguetes compraban los padres a cada niño
y él siempre vendía lo mismo. Es la famosa tesis de la obesidad infantil: si hay
hermanos, se reparten entre ellos las chucherías de los abuelos, tíos, vecinos y
demás parientes, pero el hijo único come a dos carrillos, sin ninguna
competencia y encima también sus padres le dan de más por si acaso, no se les
vaya a desmejorar la criatura, y se pasan de frenada con el niño porque no hay
otros hijos en el circuito que vayan por delante trazando curvas.
Un estudio
del CIS parece evidenciar que hay demasiada permisividad de los padres y que eso
fomenta la tiranía filial, sin que los padres sepan cómo encauzar esos deseos
desmesurados para que no acaben en malformaciones físicas o psíquicas, o las
dos: niños gordos malcriados, respondones, que acaban hechos una piltrafa mucho
antes de lo que deberían. Parece que el orden de los temores paternos acerca de
sus hijos va desde que entren en una secta a que consuman drogas, que se
integren en bandas juveniles violentas, que fumen porros, que dejen embarazadas
a las chicas o que las chicas se dejen embarazar, que beban alcohol, que saquen
malas notas, que fumen tabaco o que tengan relaciones sexuales
"descontroladas".
Los padres no saben si responder con una educación
permisiva, que les parece deformadora al 80 por ciento, o con otra autoritaria
que les parece igualmente inadecuada al 77. Es decir, los padres están hechos un
nudo total, según el CIS, y cualquiera que lo tenga claro debería felicitarse,
porque pertenecería a esa minoría privilegiada del 20 por ciento que sabe lo que
está haciendo con sus hijos. El CIS no pone que el mejor juguete para un niño
consiste en que tenga hermanos, no precisamente en la nevera de los embriones
por si hay que descongelarlos para una necesidad, sino a su lado, vivos,
cantando, gritando, pegándose y compartiendo lo bueno y lo malo entre todos y
con sus padres. Está de moda hablar de la necesidad de diálogo pero no tanto de
que hace falta alguien para poder ejercerla. No sirve dialogar con algo: las
máquinas, la televisión, los ordenadores, internet, los teléfonos móviles,
incluso si tienen cámara de vídeo. Con esos cacharros se miente más que se
dialoga, y lo que falta es atención y cariño humanos, no maquinales, de unos con
otros, como sabemos todos.