Tengo una niña de 10 años y mellizos de 5 años. La mayor se iguala y fomenta la pelea por los juegos que los niños realizan. También tiene poco interés en estudiar, es irresponsable y me preocupa porque es agresiva conmigo y con sus hermanos pequeños. He tratado de hablar con ella; pero es muy difícil de tratar porque siempre está gritando.
Le he prestado atención cuando me habla y no logra comprender que ella es más grande y por lo tanto tiene responsabilidades diferentes a las de los niños. Espero tener orientación ya que está entrando en la adolescencia y esa etapa complica más la relación. No quiero que ella se distancie de mí por las nuevas experiencias a vivir. Eternamente agradecida y felicitarlos por tan maravilloso acompañamiento.
Anabely
En ocasiones resulta complicado hacer razonar a un niño sobre conductas que pueden ser fruto de la impulsividad, por tanto, no son comportamientos reflexivos. Ante este tipo de actuaciones, lo importante es tener claros cinco aspectos básicos para la educación de los hijos, más aún, cuando existe una una mayor dificultad para obedecer: (1) establecer límites firmes y equitativos; (2) comunicar normas razonables y apropiadas; (3) proporcionar instrucciones y órdenes claras; (4) elogiar y estimular la cooperación y (5) aplicar consecuencias consistentes a la mala conducta.
En el caso de su hija de 10 años, lo más complejo será que acepte los límites, tan necesarios para ir teniendo puntos clave de referencia. Éstos son los mensajes que transmiten las normas y expectativas de los padres a los hijos, definen la autoridad en las relaciones familiares y constituyen un elemento crucial en la crianza del niño.
Sin embargo, mientras que es esencial poner límites para ayudar a los niños a comportarse más apropiadamente, también es importante recordar que todos los niños ponen a prueba las reglas y normas paternas. Lo imporante es que, como padres, tengamos clara la meta a perseguir y que planifiquemos nuestra actuación para alcanzar esos pequeños objetivos de desarrollo. En el caso de los límites, se pueden destacar algunos puntos sencillos pero claros para luego ir delimitando las exigencias al niño:
1. Que las conductas tengan sus consecuencias, si son positivas mediante refuerzos (alabanzas, etc.); si son negativas mediante consecuencias apropiadas a la edad, que no sean hirientes, que sean consecuencias breves y apropiadas.
2. Implicar al niño siempre que sea posible en la situación de cambio, de forma que vea también el beneficio que él obtiene.
3. Ser amigable y positivo en lo que se expone al niño, de forma que no se le descalifique como persona.
4. Dejar al niño elegir las consecuencias por adelantado.
5. Asegurarnos de que como padres podemos vivir con las consecuencias que se han establecido sin que éstas nos generen angustia o ansiedad.
6. Ofrecer rápidamente oportunidades de aprendizaje nuevos para tener éxito.
Es importante que la niña vea que obtiene más beneficios haciendo cosas propias de su edad que adoptando un comportamiento infantil e inmaduro. Esto exige de los padres firmeza, para no abandonar sus metas educativas ante las posibles conductas de rebelión o rechazo de la niña. En el momento en el que se claudica, la niña hará un rápido aprendizaje de lo fácil que resulta ganar su batalla. Siempre hay un punto en el que, como padre o madre, se prefiriría la retirada o la permisividad ante un comportamiento negativo. Es entonces cuando hay que aguantar ese pequeño estirón y, con cariño pero con exigencia, no rebajar nuestras metas. Lo importante es no pedir algo deseado de forma absoluta y definitiva, sino progresivamente, poco a poco, con comportamientos pequeños, cotidianos que no supongan algo inalcanzable para la niña.
Una vez que su hija responda de forma favorable es esencial reforzar y apoyar el aprendizaje que, en ese instante, la niña realiza. ¿Y cómo madre o padre? Aprender también de esos aciertos y desaciertos que nos llevan a crecer en nuestra función parental.
ROCÍO MECA
LICENCIADA EN PEDAGOGÍA
TERAPEUTA FAMILIAR