Muy Sres. míos. Soy padre adoptivo de una niña de origen chino que cursa 1º de Primaria en un colegio religioso concertado. Ya desde 2º de Infantil detectamos un trato “anómalo” y extraño de otras 2-3 niñas de su clase hacia ella, por razón de su orígen.
Desde un primer momento, restamos importancia al asunto pero permanecimos vigilantes hasta ver que se convertía en algo preocupante por su reiteración y consecuencias. Los hechos fueron puestos en conocimiento del personal docente que confirmó la situación.
Como persiste, después de dos cursos y se está haciendo algo más “sutil” y sibilino (parece mentira en niños de 6 años), me gustaría saber qué decisión debo tomar para garantizar la tranquilidad de mi hija. Los comentarios que los padres de otros niños hacen sobre la adopción y la diferencia de razas en presencia de ellos, dejan mucho que desear, más aun tratándose de padres de niños que asisten a colegio religioso. Hablar con la Dirección o Jefatura de Estudios creo que no servirá de nada, porque en otros casos similares no han sabido dar la talla.
En primer lugar querría destacar y valorar a los padres que toman la decisión de llevar a cabo una adopción internacional. Siempre pueden aparecer miedos posteriores que dificultan la comunicación familiar: ¿y si mi hija en un futuro decide que quiere estar mejor con su familia biológica o con personas de su raza? Por lo general, esos miedos y fantasmas suelen desaparecer a medida que el vínculo con el niño se afianza y se vuelve seguro.
Las dificultades iniciales de adaptación se superan cuando se trabaja de manera continua el vínculo con el niño, facilitándole que pueda acceder a las figuras que le ofrecen seguridad, en este caso los padres. Por tanto, es fundamental, en primer lugar que la niña se sienta valorada, querida y reforzada por sus padres. De esta manera, esas dificultades de adaptación que surgen como fruto de un rechazo hacia ella por su condición cultural, tendrán un impacto menor en ella. La familia siempre es el factor de protección más importante para garantizar un adecuado desarrollo emocional.
Por otro lado, si en el centro escolar existe un acoso a un niño por su origen y no se toman medidas que corten esa discriminación, sería conveniente plantearse un cambio de centro escolar. La justificación de ello radica en que un menor no tiene estrategias suficientes para abordar una barrera de este tipo y permanecer en una realidad que puede ser hostil para él o ella, esto podría vulnerar su desarrollo psicológico y socio – emocional.
A priori, esta decisión puede resultar difícil e incómoda, pero está comprobado que en los casos donde se ataca verbalmente al menor éste empieza a volverse más inseguro, más inestable emocionalmente e impotente ante el entorno que le rodea. El deterioro suele ir a más. Por esta razón es por la que cuánto menos tiempo pase el menor en el contexto de rechazo más contribuimos a protegerle y a que tenga oportunidades de relación satisfactorias.
Para tomar esa decisión es esencial priorizar: lo primero la salud mental de nuestros hijos, y luego ya va todo lo demás como consecuencia de lo primero. También hay que tener en cuenta que como padres es lógica la indignación frente a la actitud del colegio, pero vuestra decisión no sólo será la mejor para vuestra hija sino también para vosotros mismos, aunque esto lo comprobéis a largo plazo.
Rocío Meca
Rodríguez de Rivera
Pedagoga y Terapeuta de Familia