En una entrevista concedida a Magisterio, el Arzobispo de Toledo y cardenal
electo, Antonio Cañizares, arremete sin ambages contra la proyectada asignatura
de Educación para la Ciudadanía, exhortando a los padres a ejercer el derecho de
objeción y a los centros de enseñanza al ejercicio de la desobediencia civil.
Autor: Juan Manuel de Prada
Algunos juzgarán este llamamiento en exceso belicoso; pero lo cierto es que uno
no acaba de explicarse cuáles son las turbias razones que han impulsado al
Gobierno a introducir una asignatura que abiertamente conculca el derecho
constitucional que asiste a los padres "para que sus hijos reciban la formación
moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones". Pues, si lo que esta
asignatura trata de inspirar entre nuestros hijos son meros principios de
convivencia y respeto democráticos, ¿no sería más lógico que dichos principios
informaran con su espíritu cada una de las disciplinas que cursan? El hombre,
como nos enseño Aristóteles, es un "animal político", esto es, social; y, como
tal, debe someterse a las normas que aseguran la supervivencia de la
colectividad. Ahora bien, si como parece esta asignatura —que nos recuerda desde
su designación a aquella Formación del Espíritu Nacional instaurada en épocas de
infeliz memoria—pretende infectar las mentes infantiles con el Ideario del Nuevo
Régimen, debemos atender sin vacilación el llamamiento de Cañizares, procurando
además que nuestra reacción contra tamaño atropello sea multitudinaria y
simultánea.
Recordemos una de las acepciones más divulgadas del verbo
"adoptar":"Recibir,suhaciéndolos propios, pareceres, métodos, doctrinas,
ideologías, modas, etc., que han sido creadas por otras personas o comunidades".
A través de esta asignatura de Educación para la Ciudadanía, nuestros hijos
serán obligados a "adoptar" como propio el catecismo del Nuevo Régimen, que
naturalmente no se limitará a incluir unas normas de convivencia cívica, sino
que sobre todo se preocupará de imponer una "moral pública" que tuerza y pisotee
la moral que los padres, legítimamente, les intentamos transmitir. Y así, por
ejemplo, se entonarán las loas del "derecho a elegir libremente la opción
sexual", y se les explicarán los muy benéficos logros que deparará la
experimentación con embriones, todo ello aderezado con apelaciones a la
"recuperación de la memoria histórica" y demás mitologías del Nuevo Régimen. La
formación de nuevas generaciones de lacayos está asegurada.
No quisiera
concluir este artículo sin recordar a Henry David Thoreau, en cuyo opúsculo
"Desobediencia civil" (1849) podemos leer el siguiente pasaje: "Existen leyes
injustas. ¿Debemos conformarnos con obedecerlas? ¿Nos esforzaremos en
enmendarlas, acatándolas hasta que hayamos triunfado? ¿O debemos transgredirlas
de inmediato? […] Si la injusticia requiere de tu colaboración, convirtiéndote
en agente de injusticia para otros, infringe la ley. Que tu vida sirva de freno
para detener la máquina. Lo que debes hacer es tratar por todos los medios de no
prestarte a fomentar el mal que condenas. […] Bajo un Estado que encarcela
injustamente, el lugar del hombre justo es también la cárcel. Hoy el único lugar
que el Gobierno ha provisto para sus espíritus más libres está en las prisiones,
para encerrarlos y separarlos del Estado, tal y como ellos mismos ya se han
separado de él por principio. […] Es la única casa en la que se puede permanecer
con honor".
La desobediencia civil no debe entenderse como un mero desacato a
la autoridad, sino como una oposición concreta a la ley injusta promulgada por
la autoridad. Una ley es injusta cuando no es congruente con los principios
inspiradores del ordenamiento jurídico, cuando conculca derechos ciudadanos y
trata de confiscar ese ámbito de libertad personal que corresponde en exclusiva
al individuo y que el Estado no puede invadir. Esta asignatura de Educación para
la Ciudadanía nos amenaza con una flagrante invasión de ese ámbito inviolable,
ejercida además contra los más débiles e indefensos, que son nuestros hijos. La
desobediencia civil será, llegado el momento, un recurso legítimo.