Aprobada la ley que permite abortar a mansalva, como quien se extirpa una verruga o se opera las tetas, el Gobierno se dispone a entronizar una nueva asignatura de educación sexual que definitivamente instaure aquella nueva "religión erótica" que anticipó Chesterton…
Aprobada la ley que permite abortar a mansalva, como quien se extirpa una verruga o se opera las tetas, el Gobierno se dispone a entronizar una nueva asignatura de educación sexual que definitivamente instaure aquella nueva "religión erótica" que anticipó Chesterton, que a la vez que "exalta la lujuria, prohíbe la fecundidad". Tal asignatura, que se pretende introducir a partir del próximo curso en todos los niveles educativos, impartida además por "profesores externos" convenientemente adiestrados en los dogmas de la nueva religión erótica, convertirá definitivamente las escuelas en corruptorios oficiales. Para hacernos una idea de lo que esta nueva asignatura pretende hacer con nuestros hijos podemos entretenernos con el "juego interactivo" dirigido a adolescentes de quince años que, promocionado por el Ministerio de Educación, nos proponía la web de Cruz Roja Juventud. En él, se permite elegir al alumno lo que desea hacer con su "pareja": "Besos, masturbación, sexo oral, caricias, uso de juguetes sexuales y sexo anal". Cada jugador elige la práctica que más le gusta; y cada práctica proporciona "puntos" que permiten al jugador pasar al siguiente nivel. El juego se inicia con una exhortación festiva: "Apúntate a la fiesta y elige tu propia aventura. ¡Atrévete a decidir!". Al jugador se le propone visitar una discoteca, pues "la noche tiene muy buena pinta"; una vez allí, debe elegir a la persona que le gusta –"Eeyyyyyyyy, venga, no disimules, que conozco esa cara… Creo que te ha gustado alguien"–, conversar un rato con ella y después invitarla a un "lugar un poco más íntimo" para probar diversas prácticas sexuales, siempre –¡por supuesto!– que se lleve condón, para evitar contagios y embarazos no deseados.
De lo que se trata, al parecer, es de que nuestros hijos "vivan en plenitud su libertad sexual". Para ello, se les escamotearán las realidades más nobles de la condición humana, que serán sustituidas por un batiburrillo de risueñas escabrosidades y reclamos sexuales. Todo con un propósito evidente de envilecer y pisotear la inocencia de niños y adolescentes, de arrebatarles todo vestigio de pudor, de convertirlos en adultos precoces, en aquellas “tormentas de hormonas” a las que se refería el ex-ministro Bernat Soria para describir a sus propias hijas. Huelga añadir que toda educación que trate de preservar la dignidad de niños y adolescentes, que trate de dignificar su sexualidad balbuciente, evitando su conversión en perros de Paulov que reaccionan al estímulo sexual, será inmediatamente tachada de retrógrada y escarnecida como reliquia de tiempos oscuros y represores; para que, si aún queda algún niño o adolescente que no ha sido desnaturalizado, sienta vergüenza de sí mismo y necesidad de corromperse.
Para formar los caracteres hay que crear primero un clima moral; y también para deformarlos. En un clima moral donde la sexualidad es tratada como cosa inocente, concediéndosele una igualdad con experiencias elementales como el comer o el dormir; donde se exhorta a una festiva promiscuidad; donde niños y adolescentes son educados en la satisfacción primaria del deseo, liberado de tabúes e inhibiciones; donde se preconiza que todo afecto y emoción admite una traducción en “conducta sexual”… es natural que nuestros hijos se conviertan en bestias babeantes de flujos. Ya no se trata tan sólo de conculcar el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus propias convicciones; se trata de corromper a nuestros hijos por imperativo legal. Algo que José Bargamín ya había anticipado con clarividencia hace algunas décadas: "Los tópicos seudocientíficos de todo eso que se dice “educación sexual” matan la niñez, precipitando su madurez en corrupción anticipada: haciendo al niño hombre antes de tiempo, por forzar el tiempo, por robárselo desde fuera, como si explicándole racionalmente a un niño el “mecanismo de la sexualidad” le libertaran de algo, sin penar que es todo lo contrario… Porque no es el sexo el que debe dominar al amor, sino el amor al sexo… Verdad perogrullesca cada vez más desconocida de la ignorante y corruptora y socialmente peligrosísima pedagogía actual que se llama a sí misma progresista".