El debate sobre la jornada escolar continua o partida no atiende (vaya alivio) a razones ideológicas. Tampoco parece que la pedagogía tenga vela en este entierro: ni una ni otra pueden alardear de base científica que demuestre sus supuestos beneficios para el rendimiento de los alumnos. En uno de los temas estrella de todo inicio de curso, el protagonista absoluto es el tiempo, que en este caso nos descubre su rostro más neutral y silencioso.
De un lado los profesores, que legítimamente luchan por mejorar sus condiciones laborales (en esencia, comer en casa mientras otean un horizonte vespertino alejado de pizarras y pupitres). Del otro, padres y madres sometidos a horarios de trabajo que no casan bien con el cerrojo temprano en los colegios de sus hijos.
A la vista del informe que cada septiembre publica la Confederación Española de Asociaciones de Madres y Padres (Ceapa), el panorama estatal a la hora de optar por una de las dos opciones en la escuela pública no puede ser más dispar. Hablamos de Infantil y Primaria, ya que, con la excepción de Cataluña y (en menor medida) la Comunidad Valenciana, la Secundaria suele ser feudo absoluto de la jornada continua.
En un extremo encontramos a aquellas regiones cuyos alumnos sólo acuden a clase por las mañanas. Son Canarias, Extremadura y, salvo contadísimas excepciones, Murcia. La jornada continua cuenta también con amplias mayorías en los colegios de Baleares (86%), Andalucía (80%), Asturias (80%), Castilla-La Mancha (78%) y Galicia (60%).
Por su parte, en Aragón, Cataluña y la Comunidad Valenciana las respectivas leyes son tajantes respecto a la obligatoriedad de repartir la carga lectiva entre mañana y tarde. Euskadi y Navarra presentan porcentajes de centros donde está implantada la jornada partida que superan el 95%. Les siguen Cantabria (84%), Madrid (82%), La Rioja (62%) y Castilla y León (60%).
Algunas consejerías tratan de ahorrar quebraderos de cabeza a los progenitores con hijos que acuden a colegios donde existe jornada continua mediante servicios de comedor y actividades extraescolares que tienen lugar en el mismo recinto escolar. En caso contrario, no queda otra que recurrir a abuelos, otros allegados o el servicio doméstico para que acudan al rescate.