Desde que en el año 2002 apareció mi libro "La educación inteligente hasta hoy", incontables padres y profesores se han hecho eco del retrato robot en doce puntos sobre las características de una persona educada.
Autor: Bernabé TIERNO
Esos doce puntos deberían ser la base con la que deberíamos contar padres y profesores en general, pero desgraciadamente no es así. Sin la suficiente autoestima, sentido común, buen humor e higiene mental, empatía, sentido del humor, afabilidad, positivismo y entusiasmo, es difícil estar en disposición de transmitir conocimientos con verdadera eficacia y mucho menos educar en valores humanos.
Aunque brevemente, hoy deseo centrarme en el retrato robot del nuevo educador, inteligente y motivado, que necesitamos en los nuevos tiempos y en los venideros. Aparte de su capacidad formativa en las disciplinas que imparten y que lógicamente se suponen, las cualidades del nuevo educador se repartirían en los tres grupos siguientes:
1. Valores comunes y condiciones morales. Trato cercano y agradable, simpatía, capacidad de diálogo y de escucha, autocontrol, benevolencia, lealtad, bondad, autenticidad, amor y respeto y al educando, sentido del humor, autodisciplina, firmeza de carácter y dotes de buen comunicador (si es posible).
2. Cualidades relacionadas directamente con la educación y la psicología del niño y del adolescente: psicología educativa en general y psicología evolutiva (del niño y del adolescente). Conocimiento actualizado de la psicopedagogía positiva y de técnicas que permiten modificar y cambiar las conductas negativas y fomentar las positivas, como por ejemplo, la necesidad de convencer al educando mejor que imponer castigos, porque si el educando actúa por convicción, entonces sí se educa de verdad y será capaz de seguir educándose así mismo en el futuro.
3. Cualidades relacionadas con la vida social y familiar: educamos a personas para el mundo de hoy y para la vida real y el buen educador es perfecto conocedor de la sociedad en que vive y su corazón y su mente están abiertos a todo.
O educamos para la vida, desde la realidad de la misma vida, o no educamos. Enseñar a ser respetuosos con todo, a entender que nuestros actos siempre tienen consecuencias y educar en la responsabilidad y en los valores de siempre, es algo absolutamente imprescindible hoy más que nunca.
Hay que llevar a la mente de los educandos del siglo XXI de forma clara y persistente que su vida dependerá de lo que piensen, hagan y digan; que tienen que aprender a cuidarse, a hacerse cargo de sí mismos y estar al mando de su vida y capacitarse bien para ser los mejores educadores y amigos de sí mismos de cara al futuro. El nuevo educador no se improvisa y debe ser consciente de que su trabajo es decisivo para la sociedad.