Hace tan sólo unos días, en el propio barrio donde vivo en Madrid, terminaba de comprar el periódico en el kiosco y frente a mí se paró un hombre de unos 45 años que me miraba sonriente y complaciente al mismo tiempo. Yo respondí a su sonrisa con otra y le pregunté: "¿De dónde nos conocemos?" "De hace más de 30 años, D. Bernabé, soy Trillo.
Autor: Bernabé Tierno
Hace tan sólo unos días, en el propio barrio donde vivo en Madrid, terminaba de comprar el periódico en el kiosco y frente a mí se paró un hombre de unos 45 años que me miraba sonriente y complaciente al mismo tiempo. Yo respondí a su sonrisa con otra y le pregunté: “¿De dónde nos conocemos?” “De hace más de 30 años, D. Bernabé, soy Trillo. Usted fue mi profesor cuando iniciaba mi adolescencia y no se me olvida el primer trabajo que nos puso. Nos hizo pensar sobre la importancia que tenía el optimismo, el ver el lado positivo de la vida y nos pidió que entrevistáramos a familiares, amigos, vecinos y conocidos preguntándoles qué era para ellos ser feliz y si preferían convivir con personas optimistas y por qué.
Las conclusiones que sacamos todos de aquel trabajo me han sido muy útiles en todos los aspectos desde aquel día”. Puede imaginarse el amable lector el “subidón” de autoestima, de felicidad y de adrenalina que tuve en esos momentos.
Siempre que hablo a padres y educadores les recalco que educar es “sembrar y saber esperar”. Al final, quien siembra, recoge. Jóvenes educadores de hoy me dicen que están llevando a la educación de sus alumnos e hijos los principios que desarrollo y enseño en mi último libro Optimismo Vital (Ed. Temas de Hoy). Enseñarles a potenciar esa “actitud conscientemente positiva” y ofrecerles estrategias para que desde la niñez y la adolescencia aprendan a “leer” la vida en sus aspectos positivos es determinante cara a su futuro.Todo buen profesor y educador es consciente de que si al educando se le considera valioso e inteligente y se le trata como tal, sin la menor duda se le está ayudando a ser más inteligente, responsable y optimista. Más que por nacimiento, se es optimista por entrenamiento.
En mis años adolescentes me aficioné a leer a muchos pensadores y filósofos. Epicteto me impactó desde el principio con sus sentencias claras como una que ha regido mi vida y me ayudó a ser un “optimista vital” desde mi juventud. Dice el gran pensador: “Todos los asuntos tienen dos asas; por una son manejables y por la otra, no”. El educador inteligente, sin más remedio, es optimista y sabe enseñar a sus alumnos a manejar los problemas, contratiempos y reveses e la vida por “el asa”, por el que son manejables y es que el optimismo es vital en el campo de la salud, del crecimiento personal, de las relaciones humanas, de las relaciones laborales y por supuesto, en todo proyecto humano inteligente y en especial en la educación.
No olvidemos que el verdadero objeto de la educación, como el de cualquier otra disciplina moral es engendrar felicidad, y no hay felicidad sin optimismo.