"Hay que recuperar los papeles que
corresponden a cada estamento social:
padres, maestros, medios de
comunicación, administración… y
con urgencia, porque algo muy serio
se nos escapa de las manos"
Autor: PAULINO CASTELLS
Prácticamente no pasa un solo día sin que tengamos noticias de un nuevo caso de acoso en las escuelas: tanto entre alumnos (lo que conocemos como bullying horizontal), como de alumnos a maestros (bullying vertical). Y otros muchos casos quedan en el anonimato, al que contribuyen, muy a menudo, tanto los propios padres de los alumnos acosados, como los progenitores de los verdugos acosadores o la propia dirección de la escuela que no quiere meterse en líos y prefiere tapar sigilosamente estos deleznables sucesos.
Preocupado por el aumento de estos casos, publiqué el pasado año Víctimas y matones (Ed. Ceac), titulando “Escuela de tortura” a un extenso capítulo.
¿Qué está pasando? La institución docente, no le demos muchas vueltas, es el espejo en donde se refleja todo lo excelso y también lo más demoníaco que se cuece en los vericuetos de la sociedad. Todas las pasiones, las sublimaciones, los odios y las frustraciones de nuestro colectivo infantil y juvenil se vuelcan en las aulas y en los patios de recreo. Canalizarlas todas ellas para darles un sentido positivo y constructivo es una ardua tarea que la sociedad ha “encomendado” a los maestros. Ellos, obviamente, se encuentran superados en esta ingente tarea (que, por otro lado, no les corresponde realizar). Pero, ya se sabe que muchas familias han dimitido de su responsabilidad educativa y que muchos padres tránsfugas de su ejercicio parental han transmitido los bártulos del gobierno filial a los sorprendidos docentes, impotentes para ser figuras sustitutorias de estos progenitores en paradero desconocido.
¿Y por qué estallan estos casos de violencia en las escuelas? La respuesta se la formulo con otra pregunta: ¿Cuál es la única institución social que hoy en día impone unos mínimos límites de orden y contención de nuestros menores? ¡La escuela! Por eso entre sus paredes estallan los conflictos de estos críos que nadie en la familia se ha entretenido en educar en disciplina, sino que han campeado siempre en la más total permisividad. Pobre del maestro que se atreve a levantar la voz al insolente alumno o a recriminarle por su díscola conducta… Está sentenciado a sufrir las iras del maleducado de turno.
Hay que recuperar los papeles que corresponden a cada estamento social: padres, maestros, medios de comunicación, administración, etc. Y hacerlo con urgencia, porque algo muy serio se nos está escapando de las manos. Que haya suerte.