S e dice que los mayores amigos del sedentarismo son los coches, los ascensores y la televisión. Cuando no existía ninguno de estos tres artilugios, la gente lo pasaría peor, pero vivía de un modo más saludable.
Con los mayores ya poco se puede hacer, pero lo que pasa es que también ese sedentarismo empieza a afectar a los niños desde su más tierna edad.
Uno de cada tres niños en el mundo pasa tres o más horas al día viendo la televisión o jugando a la consola, una tasa de “holgazanería” que no varía según el nivel económico del país donde residen, de acuerdo con los resultados de un estudio publicado en The Journal of Pediatrics que analizó los hábitos de más de 70.000 niños de 34 países distintos.
Desde Argentina hasta Zambia, señalaba la noticia, el equipo de Regina Guthold, especialista en enfermedades crónicas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), detectó que cada vez es mayor el porcentaje de niños que no hace “ningún tipo de ejercicio físico” y dedica sus horas de ocio a actividades sedentarias, con independencia de que viva en un país desarrollado o en uno empobrecido.
¿Y por qué será así? ¿De dónde y de quién habrán aprendido los niños esas cosas? Los investigadores definieron como “activos físicamente” a aquellos niños que practicaban ejercicio durante al menos una hora diaria, cinco días a la semana, además de las clases de Educación Física en el colegio. Del mismo modo, se clasificó como “sedentarios” a aquellos niños que dedicaban tres o más horas al día a ver la televisión, jugar a la consola, o chatear en el ordenador, sin tener en cuenta el tiempo que pasaban en el colegio o haciendo los deberes. Bajo estos baremos, el estudio estableció que sólo el 20 por ciento de los niños y el 15 por ciento de las niñas hacía “suficiente ejercicio diario”.
A partir de ese momento, lo que todo el mundo empezó a preguntarse era qué es lo que hacían los niños desde que llegaban a su casa hasta que llegaban sus padres. Y no era ni subir ni bajar escaleras, ni andar por la calle, porque los colegios están cerca de las casas o los llevan y los traen en autobús. Así que se trata de la televisión, los videojuegos y los ordenadores. Casi siempre pasa que los niños son mucho más expertos que sus padres en estos tres tipos de artilugios y que aunque les pongan filtros y controles, ellos saben mejor como saltárselos, que los padres ponérselos. Pero otra cosa es la actitud sostenida ante la pantalla cautivadora que lleva a interrumpir las conversaciones familiares, a veces severamente, cuando lo que sale en la tele es más importante, sea esto la última novia del famoso, o el último gol del futbolista. Parece que los niños aprenden de sus padres que la pantalla merece reverencia por todo lo que sale en ella, y luego ellos por su cuenta ya se encargan de perfeccionar hasta el extremo esa debilidad paterna. Así resultan todos y todas sedentarios, para mayor gloria de clínicas y fabricantes de ungüentos para adelgazar.