Unos americanos han descubierto
que las ecografías del feto consiguen
que el 70% de las mujeres que
pensaban abortar renunciaran a hacerlo,
después de que hubieran visto
a su feto tan contento.
Autor: RAFAEL GUIJARRO
También le ha llegado la hora a los fetos de que les hagan fotos dentro del seno materno y que se les vea tan contentos de estar en el lugar más protegido del mundo, siempre que sus padres y particularmente su madre quieran dejarlos vivir allí lo que serán probablemente los nueve meses más felices de su vida: bien alimentados, bien abrigados, sin ruido de los coches y motos de la calle, sin tener que levantarse cuando suena el despertador, ni que pelearse con los demás de la casa por la mejor tostada del desayuno, sin empeñarse en ver la televisión, sin tener que comer comida basura y beber bebida basura, allí tan contentos, tan protegidos, en la mejor sala de estar de su vida, porque unos americanos han descubierto que las ecografías del feto consiguen que el 70% de las mujeres que pensaban abortar renunciaran a hacerlo, después de que hubieran visto a su feto tan contento como se le ve ahora con las ecografías de última generación.
El asunto era completamente previsible. La moda de hacerse fotos para recordar hasta los asuntos más nimios no hace más que crecer sin parar. Hasta se pueden hacer fotos con los teléfonos, que es como si se pudieran hacer tortillas de patatas con la consola de videojuegos o ponerle gasolina al coche al encender el microondas. Nos hemos acostumbrado a hacer muchas cosas con la multitud de cacharros que estaban previstos para otra cosa, y particularmente fotos y más fotos en formatos digitales, con las que luego no sabemos qué hacer, hasta que las borramos para dejar espacio en el disco a las fotos y más fotos que vendrán inmediatamente después para que acaben en la misma papelera que las anteriores.
Y esa fotomanía le ha llegado a los fetos y está consiguiendo salvar a un 70% de los que iban a ir a la papelera, como las fotos y tantas cosas que nos sobran, si se les enseñan a sus madres respectivas que acuden a las clínicas para abortar. Las primeras ecografías sólo servían para determinar el sexo del bebé y no siempre bien. Allí no se veía nada más que unas manchas grises y el médico que decía si iba a ser niño o niña. Pero la cosa se fue perfeccionando y cada vez se veía todo mejor. Y ahora es que se les ve tan panchos en la mejor sala de estar de su vida, que hay que tener mucho estómago para querer quitárselos de encima. Hay muchas mujeres muy engañadas de lo que van a hacer en esas clínicas con su feto, pero van a ser muchas menos enseguida, si se popularizan estas ecografías de los americanos.