¿Tienen nuestros hijos, durante el curso, cada día, un rato libre para poder jugar, para poder descansar, para poder contarnos cuestiones de su interés? ¿Somos capaces de reconocer los signos de estrés en nuestros hijos, les protegemos frente al estrés o pensamos que ello les va a preparar mejor en un mundo competitivo? ¿Les escuchamos sin adelantar tareas nuestras paralelamente?
Hola. Se acerca el final de curso y el verano. A mis hijos todos los años le ponen algún libro de actividades o de repaso o lecturas. Pero la verdad es que no solemos ser muy diligentes con ellos en vacaciones. Mi pregunta es la importancia de estos deberes de verano, si tantas vacaciones les hace perder buenos hábitos y concentración de cara a la vuelta del curso. Tampoco creo que pase nada si disfrutan de unas buenas vacaciones sin responsabilidades académicas, las cuales han cumplido con creces durante el curso. Muchasgracias
Begoña (Madrid).
Estimada Begoña:
Los deberes para casa es un tema controvertido que genera gran debate actualmente. Por un lado, se justifica por la necesidad de que los niños adquieran buenos hábitos de estudio para el futuro y consoliden sus aprendizajes; por otro, muchos padres opinan que son demasiados los deberes que mandan los centros educativos para casa diariamente y que impiden que los niños tengan un rato de tiempo libre al día. Además, los niños suelen tener actividades deportivas o artísticas complementarias a su formación y que les exigen una dedicación y esfuerzo añadido importante.
Tu consulta se centra en la necesidad de deberes para vacaciones y en la postura de los padres más adecuada a este respecto. Sería un dato interesante para centrar la respuesta conocer la edad de tus hijos, pero te voy a plantear esta respuesta partiendo de unas reflexiones que son las que nos van a ayudar a acomodar nuestra participación como padres a las necesidades reales de nuestros hijos. Como padres somos buenos conocedores de éstas y solemos tener un sentido común que pocas veces falla: cuando vemos a nuestros hijos sabemos si están tristes, agotados, alegres o ávidos de nuevas experiencias.
Es cierto que los padres llegamos a sentirnos algo “culpables” por no seguir la tendencia, tan extendida hoy en día, de comprar y exigirles la realización de cuadernillos y fichas vacacionales que refuercen el curso acabado o incluso que les preparen para el curso siguiente. Por su parte, algunos profesores convierten las recomendaciones con indicaciones prescriptivas para todos.
Pero también es cierto que los deberes no es responsabilidad de los padres y llegan a modificar la interacción familiar, acercándonos peligrosamente a la frontera de la sobreexigencia: queremos que nuestros hijos sean perfectos y respondan igual de bien desde que se levantan hasta que se acuestan en las distintas y numerosas tareas que han de cumplir.
Preguntas que debiéramos hacernos: ¿Tienen nuestros hijos, durante el curso, cada día, un rato libre para poder jugar, para poder descansar, para poder contarnos cuestiones de su interés? ¿Somos capaces de reconocer los signos de estrés en nuestros hijos, les protegemos frente al estrés o pensamos que ello les va a preparar mejor en un mundo competitivo? ¿Les escuchamos sin adelantar tareas nuestras paralelamente? A lo mejor, las vacaciones pueden ser un buen momento para abordar estos aspectos si consideramos que abren la lista de nuestras prioridades.
El estrés es mal compañero de viaje y pone en peligro la construcción de una autoconfianza que, junto con una autoestima positiva ayudan al niño y al adolescente a enfrentarse a distintos retos y superarlos.
Las vacaciones son un momento ideal para sentir y para pensar, para crear o consolidar lazos de unión más íntimos y estrechos, momento ideal para aprender a escuchar, para reflexionar, para que se den cuenta de la importancia de cuidar a los abuelos o que puedan jugar con sus hermanos, por ejemplo, pudiendo dedicar más tiempo a estos.
Fíjate qué constructivo resulta para el desarrollo de los niños actividades que se pueden hacer perfectamente en vacaciones: organizar una salida al campo, senderismo, juegos de comba, patines, bicicleta, monopatín, juegos de playa o piscina, gymcanas, búsqueda de tesoros escondidos, modelar con pasta o plastilina,…. El deporte desestresa y ayuda a tener un mejor concepto de sí mismos y a centrar mejor la atención. De modo que, con estas actividades vacacionales no sólo estamos estimulando la motricidad gruesa y fina sino también sus habilidades físicas y cognitivas, y sobre todo su equilibrio socioemocional.
En casa podemos disfrutar de tiempo en común con nuestros hijos realizando un taller de cocina o de bricolaje sencillo, organizando juegos de mesa clásicos (parchís, oca, ajedrez, cartas, Rummikub,…), cuentos compartidos, o simplemente pasatiempos (crucigramas, sopas de letras, descubrir las diferencias, laberintos, sudokus,…) que estimulan su capacidad de interacción, cognitiva y sensoperceptiva.
Nuestros hijos necesitan tiempo con amigos, personalizar las relaciones con ellos, más allá de los móviles y los videojuegos. Cuando son pequeños, podemos rescatar juegos como ponerle la cola al burro, la gallinita ciega, encadenar palabras, adivinar películas o acciones con gestos, etc.
Un niño con un buen rendimiento escolar durante el curso, que tiene adquiridos buenos hábitos de autonomía, de estudio, no tiene por qué perderlos, aunque le cueste más retomar la dinámica escolar los primeros días de cole, probablemente como a los adultos que tienen la suerte de disponer de unos días de vacaciones. Si por el contrario tu hijo llega a los objetivos escolares muy justo, tal vez puedas incorporar, como parte de las vacaciones y limitando un tiempo muy determinado, un refuerzo de lo que más le cuesta, pero desde lo que menos le cuesta, es decir, resolviendo sus dificultades y aprovechando para que logre disfrutar de aquello que hace. No es una cuestión de cantidad sino de calidad.
Vacaciones, hoy más que nunca, es tiempo: tiempo para valorar, para saborear una buena lectura, para realizar sin presiones un buen trabajo de plástica, para compartir tareas, para descansar.
Debemos dejarles dormir mucho y ser capaces de darnos cuenta que necesitan tiempo para integrar y ordenar lo que aprenden. Lo que hacemos en vacaciones ofrecen siempre una historia para recordar y una historia que contar.
Las vacaciones no son un lujo, son un derecho, una necesidad física y mental, un premio, en el marco de una jornada escolar que supera muchas veces la jornada laboral de los propios padres. Es lógico pensar que deben dedicarse a lo que habitualmente no pueden hacer y constituyen pilares básicos de la formación integral como personas.
PATRICIA GRANDE FARIÑAS
Pedagoga y Logopeda. Profesora del Centro Universitario Villanueva (Madrid)