Hay chicas y chicos que piden para
su cumpleaños una nariz nueva o
unos pechos más prominentes y
hay padres que se lo dan, aunque
esa nariz estropee la voz y se vea
condenado a ese tornillo nasal para
el resto de su vida.
Autor: Rafael Guijarro
En una competición de tristeza sería difícil que no la ganara una top model.
Esas personas alabadas por su belleza representan muchas veces su papel con el
gesto duro y triste de una mirada desvaída. Nadie sonríe en la cultura del
aspecto, hecha para ser visto más como un objeto adorable que como una persona
con la que mantener una conversación. El mito de la rubia tonta ha calado del
tal manera que ya son tontas también las morenas, y los niños y las niñas que
las imitan, y los padres que se untan la cara con esas cremas reafirmantes
antiarrugas que te pueden dejar el gesto atontolinado para dos semanas si
fraguan a destiempo en tu cara. El gesto inexpresivo y la mirada perdida se han
apoderado de la cultura del aspecto como si después de muchos esfuerzos
hubiéramos conseguido una máscara aceptable de nosotros mismos y nos la
pusiéramos para aparentar que somos siempre iguales, aunque la procesión vaya
por dentro.
No hay como asomarse al Metro un viernes por la tarde a última
hora, cuando las mesnadas jóvenes de la noche salen para ir al botellón, para
verles a todos con ese aspecto impecable de modelos, hasta que se les oye de qué
van hablando y con qué expresiones, en esa voz muy alta que oculta la
inseguridad adolescente del que no sabe cómo va a caer a los demás esa noche, y
estrena posturas, gestos y miradas en el espejo de la puerta del vagón, mientras
circula por la oscuridad del túnel.
La distancia entre el aspecto magnífico y
los temas y los tonos de la conversación, que pondrían colorado a más de un
arriero, y a más de dos, es la que refleja lo que va ganando la cultura del
aspecto entre los adoradores de Brad Pitt y Angelina Jolie, según dicen las
encuestas, los más guapos de la Tierra en este momento, y a los que resulta
difícil encontrar un gesto sonriente en esas fotos que publican de ellos las
revistas, junto a las modelos con sus modelos, y los anuncios de cremas
reafirmantes para la piel.
Hay chicas y chicos que piden de regalo para su
cumpleaños una nariz nueva o unos pechos más prominentes, y hay padres que se lo
dan, aunque esa nariz estropee la voz y se vea condenado/a a ese tonillo nasal
para el resto de su vida, total para lo que va a decir, así se estará más
callado/a y eso que ganaremos todos. Pero si en algún momento también los padres
se regalaron alguna operación de ese estilo, se comprende que el silencio sin
voces ni risas de la sala de estar, justifique no hacer otra cosa que mirar en
la tele lo que sea.