Después de más de un año de mareo para unos e ilusión para otros con el Pacto por la educación, todo ha quedado –como siempre– en nada. Después de seguir todo el proceso atentamente, llegamos a tres conclusiones.
Primera: la llave del Pacto era la libertad de enseñanza y la llave sigue en el fondo mar, matarile, rile, rile. Mientras los españolitos no nos pongamos de acuerdo en algo tan medular como es el significado de este derecho fundamental, será imposible alcanzar ningún Pacto de Estado. Más aún, sería negativo que se alcanzase porque sería señal inequívoca de alguno de estos dos supuestos: que unos han engañado a otros o que alguno de los dos ha renunciado a sus principios.
Segunda: no hay que sacralizar el Pacto. El propio Ministro de Educación lo ha repetido en más de una ocasión: el fin no es el Pacto, sino mejorar nuestro sistema educativo. Es obvio. En palabras del portavoz en el Congreso del PP, “no es el Pacto el que hace buenas las medidas que se proponen, sino que son la medidas las que hacen bueno el Pacto”. Más obvio todavía. Con Pacto o sin él, cada Gobierno tiene la obligación de aplicar las medidas que, según su criterio, mejorarán la educación de nuestros hijos.
Tercero y para levantar el ánimo: ni siquiera las medidas son tan importantes si hay buenos maestros. Basta darse una vuelta por nuestros colegios para comprobar las enormes diferencias en resultados escolares, ambiente del centro, calidad de los servicios, nivel de las actividades extraescolares, preparación del profesorado… O en detalles, no menos importantes, como el orden, la limpieza, el aseo personal de los alumnos, etc. ¿Qué pasa? ¿no están todos iluminados por el mismo sol de nuestro sistema educativo? El Informe Talis de la OCDE nos dio la respuesta: la calidad del maestro –el factor humano– es lo que más condiciona los resultados escolares. De modo que tranquilos, sin Pacto y aún sin iniciativas políticas, mientras tengamos buenos maestros estamos salvados. Pero también al contrario, sin buenos maestros no hay ministro de Educación ni Pacto que nos salve.