Lo que trae la crisis económica es una versión del refrán “mal de muchos consuelo de tontos”, uno de los más sarcásticos del refranero porque, hay que reconocerlo, refleja algo que le puede pasar a cualquiera como es alegrarse de mal ajeno sólo porque es igual o superior al mal propio.
Lo que trae la crisis económica es una versión del refrán “mal de muchos consuelo de tontos”, uno de los más sarcásticos del refranero porque, hay que reconocerlo, refleja algo que le puede pasar a cualquiera como es alegrarse de mal ajeno sólo porque es igual o superior al mal propio. No sirve de nada consolarse con que a gente mucho más lista y con mucho más dinero y experiencia que uno mismo, le hayan metido una clavada con los fondos de Madoff, que no pasa de ser un estafador bueno, profesional, competente, pero de los que hacen ponerse colorados a los presuntos expertos en finanzas y dejarles tan en ridículo como nos quedaríamos los que no sabemos nada de este asunto y apostáramos a la bolsa con los resultados de nuestra mascota tirando dardos a la diana.
No sirve de nada decir que nadie importante se dio cuenta de lo que se veía venir, porque hay muy poca gente importante que se da cuenta de las cosas que pasan. Por el hecho de ser importante no se queda uno a cubierto de meter la pata, como lo hemos visto tantas veces con Bush o Zapatero. O ahora con Botín. La gente importante mete la pata como los que somos poco importantes, y a veces más. Se fía de sus consejeros y de sus expertos y los expertos que quieren seguir siéndolo y que como normalmente cobran un salario suculento, se cuidan mucho más que la gente normal de decirle al importante algo que le vaya a desagradar.
La gente poco importante tiene que pedir consejo al portero de su casa, a un vecino y, en el mejor de los casos, a su mujer, su marido y/o sus hijos.
Los niños son los que se dan cuenta de todo y si les hiciéramos más caso, meteríamos menos la pata porque evitaríamos hacer cosas que ellos no puedan entender y así es como resulta difícil equivocarse. El mejor consejo viene siempre de la mano más inocente y descomprometida, la que dice las verdades a gritos sin preocuparse de que se enteren las visitas. Los expertos, en cambio, la gente que sabe en realidad, sólo saben que mal de muchos consuelo de tontos y, por consiguiente, piensan que bien de pocos, consuelo de listillos. El que viene ofreciendo una ganga de esas que no sabe nadie y es sólo para ti, seguro que te la pega. En eso se basaba el tal Madoff: lo que yo sé, no lo sabe nadie, les decía a los atontados de sus clientes que se creían que hubiera alguien así en este mundo. Nunca un niño dirá algo semejante. Los niños saben que lo que saben lo sabe todo el mundo y por eso nunca se equivocan.