Una de las novedades más abruptas que se nos avecinan se llama videovigilancia. Un conseller catalán, Joan Saura, tras la difusión de las imágenes del abuso a una detenida, no se le ha ocurrido otra cosa que grabar por la tele todo lo que se hace en las comisarías, como la mejor solución para acabar con el problema. Cualquier persona sensata hubiera defendido mejor una buena formación de los policías para que detuvieran mejor a los detenidos.
Autor: Rafael Guijarro
Una de las novedades más abruptas que se nos avecinan se llama videovigilancia. Un conseller catalán, Joan Saura, tras la difusión de las imágenes del abuso a una detenida, no se le ha ocurrido otra cosa que grabar por la tele todo lo que se hace en las comisarías, como la mejor solución para acabar con el problema. Cualquier persona sensata hubiera defendido mejor una buena formación de los policías para que detuvieran mejor a los detenidos.
En cambio, Saura ha propuesto dotar a todas las comisarías con cámaras de videovigilancia. Él piensa que así evitará tanto los maltratos a detenidos como las falsas denuncias, pero, sin necesidad de ser conseller ni haber estudiado para ello, a cualquiera se le podría ocurrir que entonces los maltratos y las falsas denuncias se producirán en donde no haya cámaras de televisión. Si se lleva hasta sus últimas consecuencias, lo que nos espera será tremendo: instalar cámaras de vigilancia por todas partes. No sólo en todas las habitaciones de todas las comisarías, sino en todas las calles, todas las casas, todas las habitaciones, o sencillamente que todos llevemos una cámara de televisión en la frente y otra en la nuca, para que siempre se sepa lo que hacemos y lo que nos hacen.
Cualquier cosa menos educarse mejor y ponerse a educar mejor a los demás, invertir dinero, esfuerzos, conocimientos, en que aprendamos a ser mejores, mejores personas, mejores ciudadanos y no sólo a contemplarnos. La multitransmisión de todo lo que hacemos no tendrá ningún sentido, porque no haremos nada realmente interesante, porque no sabremos más que ser espectadores de televisión, y que quede constancia de ello. Esa será nuestra formación, en la que se habrá
empleado nuestro dinero: poder verlo todo sin tener que entender nada.
Y ¿quién será el listo que estará viendo todas las imágenes de televisión y decidiendo qué está bien y qué está mal? Eso sólo lo puede hacer Dios y, de hecho, ya lo hace sin cámaras de televisión ni martingalas, pero es porque tiene una mirada amorosa y vigilante sobre las criaturas que Él ha creado. Pero ni Saura, ni los policías, tienen nada que ver con Él. Lo más parecido a Dios es la mirada de los hombres unos a otros, los padres, los hijos, los profesores y viceversa, porque si nos educamos bien todos, unos con otros, encontramos algo divino en los demás, pero eso no se soluciona poniendo cámaras de vigilancia, sino hablando, paseando, estudiando, jugando y haciendo cosas juntos.