Complicada decisión si no están de acuerdo todos los miembros de la familia. Pero si lo están… ¡maravilloso! Porque la presencia de un animal en casa, ya sea un loro, un gato, un pez, un mono, un conejito, un caballo o un perro, es una fuente continua de estímulos positivos para el niño.
Es el aprendizaje continuo que procura la misma convivencia. Los niños perfeccionan su comportamiento observando el trato que los padres dan a los animales domésticos. El cuidado diario del animal, su alimentación, su aseo y asistencia veterinaria son magníficas tareas para realizar al alimón padres e hijos.
La educación de cualquier cachorro es totalmente superponible a la educación del hijo. Con afecto y con dureza. Con paciencia y con cariño. Premiando y castigando. Reforzando conductas deseables y eliminando las indeseables. La educación empieza desde el momento en que el animalito entra en casa.
El pensamiento fantástico del niño está repleto de animales. Habla continuamente de animales, sueña con animales, se deleita contemplando dibujos de animales. En su mente cobran una extraordinaria dimensión, casi humana. No es de extrañar, pues, que la mayoría de los protagonistas del mundo infantil, de las fábulas eternas, de los cuentos de siempre sean animales.
Me dirán que el niño acostumbra a tener miedo de los animales. Y mi respuesta categórica es que no es cierto. Una cosa es que el niño pequeño, incapaz de razonar y comprender el porqué de sus miedos concretos, tienda a generalizarlos incluyendo a los animales. Pero esto no invalida que los niños de una manera innata amen a los animales. Si los temen es, muy a menudo, por culpa o imitación de los adultos: “¡No te acerques a los perros que te morderán!”, “¡Cuidado con los gatos, que arañan!”, “¡Ya verás si viene el lobo y se te come!”… (Otra cosa, bien distinta, es que los niños sean prudentes al acercarse a un animal desconocido y pidan antes permiso a su dueño por si pueden acariciarlo).
¿Un gato o un perro? Se dice que las personas a las que les gustan los gatos son las que son felices queriendo a los demás y las que sienten debilidad por los perros son aquellas que necesitan que les quieran. También se dice que los gatos se apegan a las casas y los perros a las personas. Hay cantidad de leyendas al respecto.
La cuestión es que aquellos que saben hablar con los ojos mejor que nadie y sonríen con el rabo, son los grandes amigos de los niños. Un perro o un gato, animales inteligentes, sanos, bien integrados en la familia, nunca tienen por qué crear problemas.
Muchos niños frágiles afianzan su personalidad en compañía de un perro (más de una vez lo he recomendado como tratamiento), o suben su autoestima cuando se responsabilizan del cuidado de cualquier animalito, como, por ejemplo, un hámster. Prueben y verán.