En una conversación imaginaria, en medio de un artículo periodístico, Camilo José Cela hacía decir a los personajes: "–¿Usted defiende al niño peleón?
"–Sí, sin duda; el otro, el atemperado y manso, es el que se fabrica de encargo para obediente súbdito de la sociedad de consumo."
Autor: Paulino Castells
Este personaje “incordiante”, que altera continuamente la tranquilidad familiar, y que, además, tiene la rara habilidad de poner en un santiamén a los progenitores al borde de un ataque de nervios, ha estado siempre presente en nuestros hogares… no es que ahora lo haya descubierto el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, popularmente conocido por las siglas TDAH.
Sabido es que en la actualidad pocos niños movidos y distraídos se libran de que les etiqueten con este trastorno y salgan automáticamente de las consultas médico-psicológicas con una pastilla en la boca… Es sin duda el trastorno del campo pediátrico, psicológico y psiquiátrico que está más de moda.
Olvidamos que niños movidos, pequeños diablillos que no paran quietos, que ciertamente agotan con sólo mirarlos, los ha habido siempre. Ahora quizá proliferan más por las actuales circunstancias de nuestra atolondrada forma de vivir, acabando los adultos por contagiarles nuestro gratuito e inquietante nerviosismo. Asimismo los hay –y también los ha habido siempre– niños sumamente distraídos, perdidos en sus pensamientos y sumergidos en sus fantasías, refugiados en una rica y gratificante imaginación que les hace autosuficientes. Y todos ellos son niños totalmente normales, inteligentes, vitalistas y creativos. Futuros artistas la mayoría de ellos. Entonces, ¿por qué esta ansia que ahora nos ha entrado de pronto de que todo el colectivo infantil y juvenil debe estar bien quietecito y bien concentrado?
¿Por qué este empeño de “empastillar” a toda costa a los niños hiperactivos? (Pastillas que, por cierto, ya reclaman ahora algunos maestros a los padres de estos críos. “¿Pero aún no medican a su hijo?”, insisten reprendiendo a los sorprendidos progenitores). ¿Acaso no hay otras alternativas a la medicación? Sí que las hay. Como son determinadas dietas excluyentes, aporte de suplementos dietéticos, etc., que en algunos casos han demostrado su eficacia coadyuvante a la medicación o han permitido mejorías sin tratamiento farmacológico psicoestimulante (sobre estas posibilidades alternativas ya he dejado constancia en el libro Nunca quieto, siempre distraído de Espasa Calpe). Insisto, niños movidos los ha habido siempre… y yo era uno de ellos.