La muerte reciente de una adolescente supuestamente a manos de una compañera reabre el debate sobre la educación que están recibiendo nuestros hijos o alumnos…
Estos dramáticos acontecimientos siempre provocan un sinfín de reacciones ciertamente impulsivas: endurecimiento de la penas, rebaja de la edad penal, etc. Tiene razón el Gobierno cuando dice que no es bueno tomar decisiones a la salida de los entierros, pero pierde la razón cuando tampoco toman ninguna decisión después. Y de una muerte a otra todo sigue igual.
En todo caso, somos de los que pensamos que la solución a este tipo de rupturas sociales no pasa por la vía penal. Mejor dicho, el código penal sirve de poco. Recuerdo lo que me comentaba un psiquiatra con experiencia clínica en casos de maltrato doméstico. “Los políticos y buena parte de la sociedad piensa que un maltratador es un simple delincuente y lo único que se les ocurre es endurecer la penas… Pero si probablemente –me decía– se suidice o lo intente después de asesinar a su mujer. Que le puede importar que le caigan 20 ó 30 años”. El maltrato doméstico, la violencia juvenil extrema… son la sintomatología de una sociedad rota en alguna de sus estructuras vitales. Y no queremos ser alarmistas, pero tan injusto sería tachar a nuestros jóvenes de ser una panda de depravados como seguir diciendo –lo volví a escuchar hace unos días de un político ávido de voto joven– que contamos con la generación de jóvenes mejor formada de nuestra historia. Por Dios.
Educación, formación y cariño. Lo siento pero, aquí como en los temas importantes, no caben los atajos. No cabe ni el atajo del permisivismo que ya sabemos donde nos ha llevado, ni el atajo de la imposición que también sabemos dónde nos llevó. Cuidado, que los mediterráneos somos pendulares y nos vamos con facilidad de un extremo otro, de profe-colega al profe-policía. No. Exigencia con cariño, autoridad con comprensión, esfuerzo con flexibilidad. La educación está plagada de equilibrios. En suma, ese binomio tan hermoso pero tan arduo de la formación en una libertad responsable. Ahí es nada. z