¡La de niños miedosos que sollozan y tiemblan bajo las sábanas! ¿Motivos? La actual sociedad es una inmensa fábrica generadora de miedos infantiles: inseguridad callejera, robos domiciliarios, acoso escolar, accidentes de tráfico, incertidumbre laboral de los padres, traumáticas separaciones matrimoniales, etcétera.
A todo ello hay que sumar los reiterados comentarios de sucesos negativos que hacen algunos padres sin recato delante de los hijos: “Que si fulanito ya le han atracado tres veces”, “Que si zutanito se ha tirado por el balcón”, “Que si van a despedirnos a todos”… Hay sobremesas en casas que semejan la cámara de los horrores. Y si, además, les dejamos que vean sin compañía de adultos que puedan explicarles los truculentos telediarios que visualizan en las pantallas de imágenes de bombardeos, cuerpos destripados y otros crímenes espeluznantes contados con detalle… ya tenemos constituido el cóctel ideal para atemorizar al niño.
¡Si supieran los padres las deambulaciones que realizan sus retoños por la noche, a oscuras, circulando sigilosamente por la silenciosa casa! Podrán objetarme que los progenitores tienen el oído muy fino y detectan al momento las salidas de las camas de sus hijos. Supongo que bastantes lo hacen. Como también los hay que se compadecen de estos noctámbulos retoños atemorizados que aterrizan en su dormitorio y les invitan a acurrucarse en el lecho matrimonial, bien pegaditos a los cuerpos paternos.
Mientras que otros progenitores, a altas horas de la madrugada están tan fatigados y profundamente dormidos, que poco se enteran de las incursiones nocturnas de sus miedosos hijos. Y algunos de estos chavales, lo único que quieren es cerciorarse de si sus padres (o uno de ellos… porque el otro quizá ya ha desaparecido del lecho matrimonial) continúan estando en la cama. Para cerciorarse, palpan suavemente los pies de los progenitores, se tranquilizan y vuelven a sus camas. Otros, se meten habilidosamente entre las sábanas del lecho matrimonial sin despertar a los padres. Y unos pocos, no tan atrevidos, amanecen en el suelo, sobre la alfombrita, junto a la cama de los padres (con gran sorpresa de éstos en cuanto se incorporan para ponerse las zapatillas). Todos ellos son víctimas de pánico nocturno.