De cara al curso que empieza, lo que se suma a lo que ya había es el cúmulo de prohibiciones añadidas. Cuando no se sabe qué hacer con una cosa, se prohibe y ya está.
A casi todo el mundo le resulta más fácil prohibirle cosas a los demás que atender a sus demandas, a lo que piensa, a lo que siente, a lo que quiere. Por eso la convivencia es un arte que se expresa con dificultad, y además que sólo se aprende en la familia.
Por eso casi todos los políticos que tienen la mano larga para prohibir, es porque no les han enseñado a comportarse en casa con los demás. Los que mandan tienen una especie de soltería profesional congénita. Está tirado decir que un asunto se va a tratar con tolerancia cero para que no vuelva a suceder, sea esto una carretera que está mal, un paso a nivel que no funciona, una gripe sin vacunas, unos aeropuertos sin aviones o lo que sea. Y entonces se dice: vamos a prohibir que esto vuelva a suceder. Habrá tolerancia cero con este asunto, a partir de ahora.
Y no se dan cuenta de que tolerancia cero significa lisa y llanamente intolerancia. Cada vez que a uno se le sube a las barbas decir que eso no volverá a pasar caiga quien caiga, lo que está diciendo es que va a utilizar medios violentos, si hiciera falta, para conseguirlo.
Es imposible vivir en familia aplicando la doctrina de la tolerancia cero, del esto se hace porque yo lo digo y se acabó. Las vacaciones de verano sirven como un tiempo prolongado en el que se liman las asperezas de la convivencia familiar hasta reducirlas a su mínima expresión y los niños vuelven a casa felices y contentos. Y los padres generalmente también porque en esa convivencia es en la que se enseña y se aprende. Pero en cambio, los jefes y los que mandan se han tomado las vacaciones como un descanso de tantas prohibiciones de tantas cosas en la convivencia del trabajo, y vuelven embravecidos, dispuestos a prohibir más y más cosas, hasta conseguir que las cosas se hagan como deben hacerse, que esto ya no vuelva a repetirse, y si no, a la calle.
Después del verano florece la intolerancia recalentada en la sociedad que menosprecia a la familia, a sus modos de entenderse unos con otros, a cederse el paso, porque no podemos pasar todos al tiempo por el mismo sitio. La última manifestación de intolerancia reciente se produjo este verano en la Love parade, que debía ser una fiesta y acabó fatal porque todos quisieron pasar al mismo tiempo por el mismo sitio, empujando o lo que sea, y resulta que estaba prohibido.