De las películas con niños protagonistas, hay dos en cartel de las que compensa decir algo. Una es La clase y la otra Slumdog Millonaire. Alguna de ellas no sé si convendría verlas con gente menuda, porque los niños tienen muchas edades entre los seis y los catorce años y es un público difícil…
Alguna de ellas no sé si convendría verlas con gente menuda, porque los niños tienen muchas edades entre los seis y los catorce años y es un público difícil de encasillar así a bulto. Pero es muy probable que resulten interesantes para los padres de todas las edades. La impresión más clara que podrían provocar estas pelis es que tal vez merezca la pena dejar de quejarse acerca de lo mal que están las cosas y poner más empeño en que empiecen a estar mejor.
En La clase se retrata un curso de adolescentes en un instituto de un barrio periférico de París, con toda la mezcla de clases sociales, etnias y/o problemas familiares o sociales que implican a los chavales, a sus padres, a los profesores. La conclusión más evidente es que resulta milagroso que de allí pueda salir algo coherente, en cuanto a la proyección personal de los protagonistas de los tres colectivos, pero que resulta que va, y sí sale algo, por lo menos una llamada de atención a tomarse en serio la formación humana de unos y otros, además de un reconocimiento de que los ambientes que uno habita no están tan complicados como lo que se ve en la película y, por tanto, que hay todavía muchas cosas que agradecer a las personas con las que compartimos criterios escolares.
Slumdog Millonaire es la historia de tres chicos de la calle en Bombay, a raíz de que uno de ellos se ha presentado al concurso de televisión de doble o nada que ha hecho furor en todo el mundo. Lo detiene la policía porque piensan que está haciendo trampa, ya que lo acierta todo, pero él explica la razón de que sepa contestar a cada una de las preguntas; y esa razón es que, en Bombay, si no estás muy espabilado desde muy chico, te puede pasar cualquier cosa, en cualquier momento, que acabe contigo.
La película está admirablemente bien contada, también porque ese Bombay que aparece en ella tiene mucho del París de La clase y de cualquier ciudad en la que haya niños en edad y necesidad de aprendizaje. Los niños van camino de ser una especie protegida, por los pocos que acaban llegando a una vida plena, superando un desprecio infinito hacia ellos en la cultura dominante. Son el futuro, pero parece como si no quisiéramos llegar a él. Aunque en estas dos películas se puede ver que sí, que hay futuro para ellos y para todos, aunque sea en medio de dificultades a veces terribles.