Con motivo de la aparición de
la guía sexual para monitores
de niños de seis a ocho años,
editada por el Ministerio de
Educación; no pocos padres y profesores
formados en mis libros sobre educación
me han recordado los ocho capítulos sobre
¿Sexualidad: aprendizaje del amor?
en los que abordé este tema hará unos 15
años, en mi libro ¿Saber educar? (Editorial
Temas de Hoy)
Autor: BERNABÉ TIERNO
Me apetece hoy recordar
algunas ideas claves, que deberían
tener en cuenta las personas responsables
de Ministerio de Educación:
La madurez sexual no es puramente
fisiológica; es sobre todo, la madurez del
amor. Esto quiere decir que es muy peligroso
para el educando, que desde tan
tierna edad, se separe artificialmente el
sexo del amor. Precisamente al concederle
excesiva importancia al sexo, se ha
llegado a disociarlo del contexto genemorral de la persona, convirtiéndolo en un
absoluto.
No debe concebirse la sexualidad como
fuerza instintiva extraña que se impone
a la persona, ya que la fuerza del impulso
sexual se encuentra mucho más
determinada por las necesidades psicológicas
que por los factores fisiológicos.
Esto afirman estudiosos tan serios como
M. Arnold, R. Allers, F. Künkel y otros.
Muchas investigaciones confirman
que el uso que se hace del sexo depende
sobre todo de la adaptación personal
y de la estabilidad emocional del individuo.
El comportamiento sexual es expresión
y manifestación de la persona; es
una actividad en la que se reflejan fielmente
la madurez o la inmadurez y las
actitudes sanas o neuróticas. Es el lenguaje
de la persona entera, con el que
mejor expresa su amor y como afirma
Von Gebsatell, la sexualidad se convierte
en "el más sensible indicador de las tendencias
fundamentales menos visibles
del individuo".
F. Beach, una autoridad en esta materia,
afirma que las necesidades del hambre
y del sexo obedecen a leyes diferentes:
la falta de agua y alimento llevan inexorablemente
a la muerte, pero la falta de
satisfacción sexual no ha matado a nadie.
Según este autor, el impulso sexual no es
despertado por estímulos internos como
sucede con el hambre, sino por estímulos
externos que operan como excitantes
psíquicos. Es demencial y de consecuencias
impredecibles activar la sexualidad
de un niño a tan temprana edad con
estímulos externos tan directos que operarán
como potentes excitadores psíquicos.
A mi juicio, se pisotea desde la más
tierna edad lo más bello y humanizador
del sexo como es la comunicación afectiva,
la ternura y el amor.
Termino con las palabras de P. Chauchard:
"Antes de ser sexual, el encuentro
del hombre y de la mujer es una relación
social humana, basada en el respeto interpersonal".
"Desencadenar el instinto
y olvidar que se trata de seres humanos
tiene, a pesar de su frecuencia, resonancias
patológicas"
Por último, recuerdo a los padres que,
dado el carácter personal de la sexualidad,
deben ser ellos quienes se responsabilicen
de la educación de la sexualidad
de sus hijos, pero como aprendizaje
del amor.