En la cuesta de enero es el momento
de crecer también por dentro.
No son sólo las tallas más grandes
de la ropa, sino las de la cabeza
de los niños creciendo y los mayores
resistiéndose, las que hay que
asumir
Autor: RAFAEL GUIJARRO
La verdadera subida de enero es la que dan los hijos, como pasa siempre en vacaciones. Al volver, todo se les queda pequeño: la ropa, los zapatos, la comida y también las ilusiones, lo que piensan y lo que quieren. La vuelta a la rutina de las clases, los deberes, los amigos del colegio, la tele, sin extras navideños, no es la misma en enero que en diciembre. Incluso los regalos de Reyes se quedan anticuados enseguida porque la carta se escribió antes del subidón que pegan los niños en esas vacaciones.
Encima, las otras subidas de todo lo demás, la luz, el teléfono, el transporte, la comida, les llevan a exagerar en los mayores las actitudes conservadoras de prudencia, gastar menos, nos hemos pasado en las fiestas y hay que cerrar el grifo; que contrastan, con mayor agudeza, con la actitud de los niños promovida por los cambios que perciben en si mismos, coincidiendo con el año nuevo: plenitud, echar abajo lo que sobra, lo antiguo, lo que salió mal, de lo que ya no quieren ni oír hablar.
Ese contrapié es la vida misma, pero puede poner de morros a unos y otros hasta que acaben las rebajas de febrero, cuando se hayan estabilizado las previsiones de ingresos y gastos familiares, las nuevas tallas de ropa y zapatos, las nuevas raciones de comida para cuerpos de mayor peso, la medida precisa del agujero en las finanzas familiares, provocado por todas las subidas de todos los precios y todos los estancamientos de todos los ingresos, y la llegada inminente de la primavera, días más largos, mejores temperaturas, más sol, más agradable pasear, hablar con unos y otros, buenas pelis en los cines y asunción propia de las nuevas condiciones que ha traído el nuevo año.
Eso que se suele llamar la cuesta de enero y que dura hasta algo más después, es el momento de crecer también por dentro. No son sólo las tallas más grandes de la ropa, sino las de la cabeza de los niños creciendo y los mayores resistiéndose, las que hay que asumir. Y es el momento mágico para la lectura, para encontrar en ella una respuesta sosegada a las turbulencias del trimestre. Los niños tienen que encontrar en las estanterías de la casa los libros que colmen sus nuevos intereses. Es el momento de leer lo que no estaba previsto, cuando no basta lo que le vienen diciendo en el colegio y el niño quiere más, y mejor que explore por la casa las respuestas, siempre que los padres se hayan preocupado de crear una biblioteca básica y suficiente, en casa, muy buena también para que ellos lean más y solucionen sus problemas mejor.