Publicamos el mes pasado una interesante entrevista con el Dr. Sarrais, especialista en Psiquiatría Infantil, que merece algún comentario. Una de esas paradojas absurdas que recorren la literatura pedagógica actual sostiene, por un lado, que los padres dedicamos poco empeño a la educación de nuestros hijos y al mismo tiempo que los tenemos excesivamente protegidos.
¿En qué quedamos? Parece ser que se trata de dos formas de ocultar el mismo problema. Me explico.
Dice Sarrais que “detrás de muchos trastornos de conducta hay situaciones de afectividad negativa (frustración, complejos, tristeza, inseguridad…). Puede ser que ese niño todavía no tenga una enfermedad afectiva pero puede tener una manera de ser patológica que si no se corrige a tiempo desembocará, más tarde, en un trastorno de la personalidad”. Según este especialista, el origen de estos rasgos patológicos es educativo. El padre inseguro educa hijos inseguros, la madre miedosa educa hijos miedosos… Padres con una manera de ser patológica educarán patológicamente. En este sentido, Sarrais establece cuatro tipos de padres con sus cuatro modos de educar que “producen” cuatro tipos de hijos. Las variables son: más o menos cariño, más o menos normas. El niño caprichoso resulta de unos padres que aceptan a sus hijos pero no les fijan normas. El niño acomplejado tiene unos padres que le ponen normas pero no le aceptan como es. El niño psicópata no viene al caso. Por fin, los padres que fijan normas pero desde la aceptación educan hijos psicológicamente sanos. “Exigir desde el cariño es la clave”, concluye.
¿Y qué es lo que está pasando hoy? Que estamos asistiendo a una cierta evolución desde el niño caprichoso hasta el niño acomplejado pero que parece tener la misma raíz. Y es que muchos padres no están dispuestos a sufrir y tratarán de aliviar ese sufrimiento dejando al niño hacer lo que le venga en gana (niños caprichosos) o comportándose como policías con su hijos (niños acomplejados). Dos formas equivocadas de reaccionar ante el mismo problema.