Inicio en esta columna una serie discontinua sobre tendencias sociales, que puede ser de utilidad como contexto de algunos de los debates que se atienden en estas páginas. Comienzo con la evolución de la religiosidad católica de los españoles, con unas pinceladas que trazan la evolución de los últimos treinta o cuarenta años…
Inicio en esta columna una serie discontinua sobre tendencias sociales, que puede ser de utilidad como contexto de algunos de los debates que se atienden en estas páginas. Comienzo con la evolución de la religiosidad católica de los españoles, con unas pinceladas que trazan la evolución de los últimos treinta o cuarenta años y nos sitúan ante lo que cabe esperar de las próximas décadas.
Por lo pronto, hay que notar la caída en la proporción de españoles mayores de edad que se declara a sí mismo católico en las encuestas: si hacia 1970, casi el 100% lo hacía, hoy se sitúa entre el 75 y el 80%. La mayor parte de esa caída se ha reflejado en un aumento de la proporción de indiferentes hacia la religión, agnósticos y ateos. Recordemos, también, que los católicos practicantes son una minoría, que ronda el 30%, casi la misma proporción que marca la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta.
Otros indicadores sugieren que crece el número de los que no siguen las orientaciones morales de la Iglesia. La formación de familias pasa cada vez menos por el matrimonio católico. De los matrimonios celebrados en 2007, un 45% se llevó a cabo por lo civil. Y son cada vez más las parejas que no pasan ni por la vicaría ni por el juzgado o el registro civil: más de un 12% de todas las parejas es una pareja de hecho, un porcentaje que crece paulatinamente. La prueba es que los niños nacen cada vez más fuera del matrimonio, no ya el católico, sino de cualquier tipo: en 2006, la progenitora de un 28% de los nacidos vivos no estaba casada. A su vez, el número de divorcios casi no ha dejado de aumentar desde su legalización en 1981. Tengamos en cuenta, sin embargo, que las elevadas cifras actuales son temporales, resultado del cambio legislativo habido en 2005, y que, aunque bajen, recuperarán la tendencia creciente en poco tiempo. Tampoco ha dejado de aumentar el número de abortos voluntarios.
Lo principal es que esas tendencias apuntan a que cada vez más niños van a nacer en el seno de familias con escasa implicación en la vida religiosa de los católicos. Si los padres no están casados por la Iglesia (o no están casados), se reduce mucho la probabilidad de que el hijo sea bautizado, haga la comunión y demás ritos que pueden encaminarle hacia una vida adulta al modo católico, que, a su vez, pueda legar, por así decirlo, a sus hijos.
Parte de los cambios se han acentuado en la última década, y no sólo a causa de los distintos patrones de formación de familias, relaciones familiares y anticoncepción característicos del creciente número de extranjeros. Opera también una suerte de efecto de umbral. Así, por ejemplo, al llegar la tasa de nacidos de madre no casada a un cierto nivel, empieza a crecer aceleradamente, quizá porque la plausibilidad de esa opción vital se hace evidente, de golpe, a mucha más gente.
Lo cierto es que no todos los cambios sociales se producen siempre poco a poco e, igual que en nuestras estrategias de inversión hemos de considerar las posibilidades de debacles financieras como la actual, en nuestros análisis sociales no podemos obviar la posibilidad de cambios acelerados. Actores como la Iglesia católica tampoco deberían obviarla. z