La supresión de las tutorías en grupo (sesiones sobre valores al estilo Alcohólicos Anónimos) ha suscitado un viejo debate: ¿Educación o enseñanza? Y la respuesta: Educación y enseñanza, claro. Pues bien, en este caso el error no está en la respuesta sino en la pregunta y en ese falso dualismo construido en torno a esta cuestión.
Este verano se publicó un reportaje sobre este tema bajo el título “Enseñar a convivir o matemáticas”. La casi totalidad de las fuentes consultadas se mostraban partidarias de las tutorías en grupo. Se trataba de opiniones procedentes del mundo universitario y de algunos profesores. Contrastaban con los comentarios de los lectores: (Mamá) “La verdad es que mis hijos no han sacado ningún beneficio de las tutorías”, (Jluis) “Filosofía y ética están para eso. Además, cada profesor debe aportar respeto y saber convivir en su propia clase…”. No parece que el reportaje convenciera a los docentes. ¿Alguien piensa seriamente que las tutorías en grupo pueden resultar eficaces en orden a modificar las conductas de los alumnos? ¿Que un sermón religioso o laico puede construir buenos hábitos? ¿Qué un chaval insulta a su madre o que no estudia porque no sabe que eso está mal?
Nuestra lengua utiliza verbos distintos para la enseñanza y para la educación. Las matemáticas se enseñan, los valores se transmiten, se inculcan, se crean. Se sirven sabia y misteriosamente entremezclados en las Matemáticas, en el Conocimiento del Medio…, en la tutoría personalizada y, sobre todo, en el buen ejemplo. Es la acción sobre la persona lo que puede, en el mejor de los casos, mejorarla. La experiencia dice que los hermosos discursos sirven de poco y su efecto es efímero. Por eso creo más en los 15 consejos anónimos de la “Carta de un hijo a todos los padres del mundo” que publicamos en esta misma página, en la sección que habitualmente dedicamos a que los padres hablen, aunque esta vez hemos preferido que escuchen. No dejéis de leerla y tenedla como referencia en la relación con vuestros hijos.