"Nunca se vuelve a dar esa capacidad
de asimilar que se tiene en los
años de la niñez y adolescencia, y
que son muy pocos para el conjunto
de toda una vida, pero que marcan
la trayectoria vital"
Autor: padresycolegios.com
Cada vez que empieza un curso académico se puede constatar con la mayor evidencia que los niños no pueden esperar. Los mayores son capaces de aplazar los asuntos para más adelante, sin concretar la fecha, pero los niños no pueden esperar: un año de un niño es un siglo de un mayor. Cada vez que empieza el curso y no hay planes sólidos, no se sabe el contenido de las asignaturas, y cada uno va por libre inventando los modelos de enseñanza, dan ganas de meter a los sabios de cada uno en un corralito y que no salgan hasta que no estén de acuerdo: que no sigan haciendo probatinas sobre cuál podría ser el mejor modo de enseñar esta materia o esta otra, porque el curso tiene que empezar, los alumnos están ahí y hay que pensar como un deber, acabar las probatinas con tiempo para incorporarlas o suprimirlas del currículum escolar antes de que los niños estrenen curso en septiembre.
Haría falta una ley de respeto al estudiante que dijera en su primer artículo que no se les puede tratar como a conejillos de indias y probar con ellos una cosa o la contraria, como si no pasara nada, como si fuera lo mismo este año o el que viene, esta materia o la otra, estas horas o estas otras. En realidad sí es lo mismo para quienes están obligados a gestionar la educación de las personas, como se ve en la solución que se ha propuesto para reducir el fracaso escolar: si se aumenta el número de suspensos con los que pasar de curso, las estadísticas mejorarán, y tendremos tiempo para pensar las reformas sin el imperativo de los resultados.
Seguro que así baja del 30 por ciento el número de los que abandonan la enseñanza secundaria sin haber obtenido una titulación, pero el día que los chavales se enteren de que les aprobaron, no porque supieran la materia, sino para que hubiera menos suspensos en las estadísticas de España con respecto a los otros países europeos, tendrán derecho a sentirse muy enfadados contra aquellos que les impidieron sacar lo mejor de sí mismos en unos años vitales para su formación, que luego no se repiten nunca. Nunca se vuelve a dar esa capacidad de asimilar que se tiene en los años de la niñez y adolescencia, y que son muy pocos para el conjunto de toda la vida, pero que marcan la trayectoria vital si se emplean para una cosa o para otra, o para nada: para pasar el tiempo esperando a que cambien los planes de estudio. Hay que espabilarse todos para que mejore la enseñanza, antes de que sea tarde para los chicos.