Tengo un hijo de 4 años muy inseguro, que ve a su padre los fines de semana y vive conmigo, mi pareja y nuestra hija de 2 años, que es muy inquieta e independiente. El niño pide ayuda para todo y la niña hace todo sola. Nos cuesta ponerles límites a los dos, porque el niño obedece la mayoría de las veces pero la niña jamás. Y el niño siente que es injusto cuando la niña no acata las órdenes o las penitencias. La niña hace las mismas travesuras una y otra vez, y se escapa y ríe cuando la retamos. El niño, por el contrario, llora y pega cuando lo retamos. Ya no sabemos qué hacer para tener un equilibrio.
Laura. Morón
En la consulta se cuestionan diferentes problemas: el exceso de inseguridad y de independencia y la dificultad de poner límites a los hijos. En lo que se refiere a la primera cuestión habría que destacar los siguientes aspectos: la seguridad o inseguridad emocional de un niño suele aparecer como consecuencia de un conjunto de factores. Por un lado, nos encontramos con el temperamento propio del niño. Esta variable es de carácter personal e influye en cómo se relaciona con las personas que le rodean. Por otro lado, se encuentra el tipo de apego o vínculo afectivo que establece con sus padres, cuidadores, etc. El apego se caracteriza por la necesidad de buscar y mantener un cierto grado de proximidad y contacto físico con las figuras vinculares. La calidad del apego está determinada por la interacción que se establece entre ambos, es decir, no sólo por las conductas del niño sino también por las de los adultos.
En ocasiones, la seguridad o inseguridad del niño varía en función del contexto en el que se encuentra. Por parte de los padres, lo único que pueden hacer es fomentar un vínculo estable, es decir, que el niño ha de encontrar un modelo conductual en los padres que tienda a ser permanente.
Cuando un niño se muestra excesivamente dependiente es necesario cuestionarse cómo ayudarle a ir alcanzando una autonomía en las cosas que pueda hacer. El principio clave para los padres resulta sencillo de entender pero no siempre de aplicar: “todo lo que el niño pueda hacer por sí mismo es conveniente que lo haga”. Este objetivo hay que conseguirlo poco a poco: enseñándole cosas concretas, acompañándole en el desarrollo de esas actividades para que se sienta apoyado y, una vez que lo hace, animarle y reforzarle cuando lo consiga. De este modo, el niño va adquiriendo seguridad en sí mismo. Lo importante es no claudicar y evitar darle las cosas hechas por falta de paciencia.
Respecto a la segunda cuestión, la dificultad de poner límites, subrayo algunos aspectos prácticos que pueden ser útiles de cara a valorar cómo y de qué manera inculcamos o enseñamos los límites a los hijos para que aprendan.
A. Es importante configurar un modelo educativo consistente, basado en una autoridad adecuada. Para ello, será preciso que los límites sean claros, concretos, estables y consistentes. No es de extrañar que los niños se quejen y comparen su suerte con la de otros niños cuando se les ponen límites. Sin embargo, está demostrado que se dan cuenta de que sus padres se mantienen firmes porque se preocupan. Los niños saben, en el fondo, que no pueden afrontar todo solos. Los niños que hacen lo que quieren todo el tiempo interpretan esa permisividad como indiferencia; sienten que nada de lo que hacen es lo bastante importante para que sus padres se preocupen. Cualquier límite que se establezca debe ser por la seguridad, el bienestar y el desarrollo del niño.
B. Ayuda el no imponer normas por tener normas, atenerse a las esenciales. Es crucial asegurarse de que el niño conoce perfectamente las normas y lo que se espera de él. A continuación ofrecemos un listado que puede ser de utilidad: ¿Sus normas son simples? ¿Sus normas son justas y proporcionadas? ¿Su hijo las entiende? ¿Su hijo sabe lo que ocurrirá si no las cumple? ¿Aplica las reglas de forma justa y consistente?
Las prioridades deben corresponder a la edad del niño; las normas para niños más mayores y adolescentes serán, por supuesto, diferentes de las de pequeños.
C. Aspectos referidos a los límites a considerar antes de definirlos.
Cómo ser firme:
El problema de muchos padres es que les resulta difícil mantenerse firmes. Si su hijo tiene el hábito de desobedecer, puede practicar alguna de estas pautas:
–Agárrelo por los hombros mientras le da la instrucción.
–Mírele a los ojos.
–Háblele con voz clara y firme.
–Haga que su cara parezca severa mientras habla.
–Tenga a alguien cerca para que le respalde si el niño le ignora.
–Insista en que le atienda y obedezca.
Pautas a seguir cuando su hija ignora los límites:
–No haga caso de provocaciones, comentarios ofensivos ni protestas.
–Ignore rabietas, gritos y chillidos, cuando sea posible. Siga con sus cosas.
–Si es realmente importante que le obedezca, hágale ver a su hijo que habla en serio; póngase de pie y repita la instrucción con voz firme y alta (sin gritar).
Cómo dar instrucciones y órdenes:
–Dé instrucciones breves y vaya al grano.
–Dé sólo una orden a la vez.
–Utilice frases que especifiquen claramente el comportamiento deseado.
–Sea realista en sus expectativas y use frases que correspondan a su edad.
–No use instrucciones de prohibición; use órdenes de “hacer”.
–Dé las órdenes de forma amable.
–No dé órdenes innecesarias.
–No amenace al niño.
–Siempre que sea posible dé opciones al niño.
Rocío Meca Díaz de Rivera
Terapeuta familiar